Bryce: la ¨¦pica de la amistad
JULIO ORTEGAUn simposio sobre la obra de Alfredo Bryce Echenique, en la Universidad Paul Valery (Montpellier), despide de Europa al escritor, que ha regresado definitivamente a Per¨². Su amigo y compatriota, el cr¨ªtico Julio Ortega, pronunci¨® all¨ª la conferencia de honor. Este es parte de su texto
La demanda que la realidad suele hacerle a Alfredo Bryce Echenique por sus novelas biografistas recuerda a la historia de Borges sobre una pieza popular argentina acerca de un malevo apodado El Hormiguita; cuando la pieza se presenta en su pueblo, el verdadero Hormiguita le entra a tiros al actor que lo divulga. Bryce se ha defendido, sin ¨¦xito hay que decir, de la calificaci¨®n de escritor autobiogr¨¢fico aduciendo que no podr¨ªa haber vivido todas las aventuras excesivas que cuenta. Pero, evidentemente, es el escritor que m¨¢s lejos ha explorado la ret¨®rica del yo, al punto que la biograf¨ªa circula entre una novela y otra, as¨ª como en sus "antimemorias", Permiso para vivir, al modo de un permanente suplemento (ya prepara una edici¨®n ampliada de Permiso para vivir) inclusivo y extensivo. Pero lo fundamental no es el cuento, sino el acto de contar: vivir es un cuento mutuo. Bryce es de los narradores que mejor ha logrado incluir al lector, pero no necesariamente como personaje, sino como interlocutor, como parte de la comunidad de la f¨¢bula. La pasi¨®n arcaica del cuento circular aplaza la muerte, recobra el tiempo perdido y mejora lo vivido.Dos mecanismos dar. cuenta de esta delectaci¨®n en la intriga: la disgresi¨®n, que abre cuentos dentro de otros cuentos, y el inciso del par¨¦ntesis. Cada vez que Bryce dice "aqu¨ª cabe abrir un par¨¦ntesis" hay que esperar un nuevo cap¨ªtulo de variaciones. No s¨®lo a nombre de la disgresi¨®n, que anima al enigma en el "relato de vida", sino tambi¨¦n a nombre de una "apuesta en abismo", que en el interior de la historia propicia la complicidad. Esta matriz narrativa (digresiva y parent¨¦tica) sostiene a la representaci¨®n y construye los referentes. Ambos son una licencia del arte de suspender la credibilidad gracias a la conversaci¨®n. Esta laboriosa estrategia, se explica como una investigaci¨®n del relato de vida, hecha con la textura de la oralidad, la saga de la conversaci¨®n y la ¨¦pica de la amistad.
Pues bien, en No me esperen en abril, Alfredo Bryce Echenique pone a prueba, casi pone en crisis, su sistema narrativo. La hip¨®tesis de la novela es una apoteosis multibiografista. Se propone reconstruir la historia del colegio ingl¨¦s Saint Paul, que fund¨® un aristocr¨¢tico y angl¨®filo ministro porque si sus hijos no pod¨ªan ir a Cambridge, llevar¨ªa Cambridge a Lima. Bryce form¨® parte de la primera promoci¨®n de ese colegio, donde se saludaba a la reina, se tomaba el t¨¦ y se jugaba al cr¨ªquet. Sin embargo, entre digresiones y par¨¦ntesis, la novela termina llevando al narrador m¨¢s all¨¢ del colegio, despu¨¦s de todo inscrito en una sociedad estratificada en todos los ¨®rdenes de la vida. Tanto que su verosimilitud (efecto de lo real) hace inveros¨ªmil a su sociedad (desilusi¨®n referencial). No es la primera vez que un internado se convierte en una met¨¢fora hiperb¨®lica de la sociedad, s¨®Io que esta vez se trata de una ceremonia de reconfiguraci¨®n tan humor¨ªstica como dram¨¢tica. Por un lado, Bryce traslada los contextos literales, con nombres propios, al relato; por otro, convierte a la vida social en una sintomatolog¨ªa de las alienaciones, ilustrando el racismo y la discriminaci¨®n social como visi¨®n naturalizada, esto es, como una patolog¨ªa suicida de radical negaci¨®n del yo en el otro. Ya en Un mundo para Julius hab¨ªa representado la vida social peruana como fundada sobre la imposibilidad del otro; en No me esperen en abril esa visi¨®n cr¨ªtica se ha convertido en una fuerza no de las explicaciones, sino de la ausencia de explicaciones. ?sta es una novela del fin de siglo como fin del mundo conocido: la sociabilidad termina en la cat¨¢strofe, vehemente y melanc¨®lica. Pero es tambi¨¦n una novela de la imposibilidad de compartir ese mundo: el personaje, un Julius adolescente, quiere perpetuar la historia de su primer amor, salvar a la pareja de su sociedad por medio del ¨²ltimo discurso genuino, aqu¨¦l capaz de rescatar la juventud, la emotividad y la fidelidad a la palabra empe?ada.
Los personajes ejercen aqu¨ª encarnizadamente todos los prejuicios. Tanto que es preciso distinguir entre el lenguaje del narrador y el habla de sus personajes, por m¨¢s que ¨¦sta sea referida sumariamente por aqu¨¦l.
Pero la postulaci¨®n biografista, la pertenencia patente, y hasta los nombres propios de la f¨¢bula, han hecho que la novela se lea en Per¨² como unas memorias apenas exageradas. Quiz¨¢ era inevitable que alguno de los personajes le demandara al autor m¨¢s fidelidad a su vida que a la novela.
Un despacho de France Press, fechado en Lima el 24 de agosto de 1995, y que fue difundido en la prensa continental, se titula Familia ofendida por Alfredo Bryce en una nueva novela le pide desagravio. Es interesante que esta familia se descubra m¨¢s ofendida por la novela que por la realidad peruana. Dec¨ªa ese cable:
"Los hermanos del 'auqu¨¦nido becado Canales', uno del los personajes de No me esperen en abril, la reciente novela del peruano ABE, le exigieron a ¨¦ste un desagravio p¨²blico al honor y buen nombre de su madre, que entienden est¨¢ mancillado en esa obra". "La hermana del 'auqu¨¦nido Canales' rechaz¨® la posibilidad de que el escritor haya apelado a una licencia literaria. en el uso de la cruda frase".
"Todo est¨¢ dicho tan directo y con nombres y apellidos que no hay otra interpretaci¨®n", se?al¨® Elo¨ªsa Canales, quien record¨® que su hermano y Alfredo Bryce "tuvieron una amistad escolar normal, sin tirantez ni demasiado acercamiento"."Eso s¨ª", dice la se?ora Canales, "mi hermano era un mestizo que arras¨® en todo a sus compa?eros, fue el primero en estudios y en todos los deportes...".
"Bryce parti¨® el mi¨¦rcoles a Europa tras haber recibido m¨²ltiples elogios por la cr¨ªtica, medios acad¨¦micos e intelectuales".
Lo primero es situar esta aparentemente inocente nota de prensa en el contexto de ese invierno de descontento lime?o: Bryce acababa de suscitar un esc¨¢ndalo nacional al renunciar a una condecoraci¨®n oficial y al retar al ubicuo presidente Fujimori a un debate sobre los derechos humanos. No es casual que parte del esc¨¢ndalo de prensa que acompa?¨® a una denuncia de plagio contra Carlos Fuentes tuviera un eco enf¨¢tico, y no s¨®lo en M¨¦xico. Para no recargar las tintas, baste decir que estas segundas instancias de contexto pol¨ªtico a veces deciden el tono dram¨¢tico de las acusaciones en la prensa.Antes que nada, es preciso decir que Canales es uno de los pocos, quiz¨¢ el ¨²nico personaje que se salva., del infierno social de la novela; primero porque es el m¨¢s inteligente, segundo porque abandona la clase como destino, emigra, y se hace profesional en Estados Unidos. No he cre¨ªdo necesario llamar al se?or Canales a Florida, pero me asegura Bryce que mientras los arist¨®cratas de San Pablo empobrecieron, Canales es el ¨²nico millonario que queda del colegio. "Auqu¨¦nido" es insulto reservado a los serranos o gente del Ande; si bien es veros¨ªmil en el habla lime?a derogativa (lo lime?o, ha escrito Carlos Rodr¨ªguez Saavedra, "es una deliberada intrascendencia"), que ha internalizado el ideolecto racista hasta naturalizarlo y domesticarlo. Es imposible atribuir al autor cualquier palabra de escarnio: pertenecen al habla sancionadora de clase, y aunque la cita es caricaturesca, forma parte de la descalificaci¨®n social y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, moral con que la novela representa la deshumanizaci¨®n en la sociedad estratificada.
Evidentemente, la hermana ofendida no ha aceptado la transferencia del nombre de su hermano como una tensi¨®n entre lo real y la novela. Por necesidad de la reconfiguraci¨®n narrativa, el novelista se decidi¨® por los nombres propios, ajenos a toda ofensa y, m¨¢s bien, seguro de su cr¨ªtica y denuncia. Ni la hermana ni el periodista entienden o aceptan esta evidencia del texto porque el nombre propio les hace leer el episodio como si se tratase de un discurso veros¨ªmil y no de una sociedad inveros¨ªmil.
Bryce se neg¨® a responder a la prensa. Pero quiso probar su buena fe con un gesto: reemplazar el nombre Canales por el suyo propio, el personaje podr¨¢ llamarse desde ahora el "auqu¨¦nido Echenique". Incluso despu¨¦s de publicada, una novela de Bryce se sigue escribiendo en la actualidad que disputa.
Julio Ortega es director de Estudios Hisp¨¢nicos de la Universidad de Brown, Estados Unidos.
Babelia
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