Primerizo de selecci¨®n
Soy de los que piensan que los sue?os hay que marc¨¢rselos a corto plazo, que no conviene pensar demasiado lejos. Pero que hay que so?ar. Al fin y al cabo es de lo poco por lo que no te cobran en Espa?a. Es una pr¨¢ctica que me gusta. Antes de cada partido, por ejemplo, me monto unas goleadas al equipo contrario del cop¨®n. La noche antes siempre ganamos por cinco o seis cero. Pues en ese paquete de sue?os a corto plazo he de confesar que desde este a?o, no antes, hab¨ªa incluido llegar a la selecci¨®n. Hace unos meses empez¨® a rondarme por la cabeza mi convocatoria. Clemente habl¨® bien de mi en una radio y me dije ?por qu¨¦ no? Y esta vez, lamentablemente por la lesi¨®n de Pizzi, cre¨ª seriamente que me pod¨ªa tocar. Y me toc¨®.Est¨¢bamos los del Oviedo comiendo con el presidente cuando me anunciaron la noticia. Termin¨® siendo un fin de semana extrordinario: mi llamada a la selecci¨®n y el triunfo ag¨®nico, en el ¨²ltimo minuto, ante el Sevilla.
La cabeza se me llen¨® de selecci¨®n, todo el d¨ªa d¨¢ndole vueltas a c¨®mo ser¨ªa mi recibimiento. Las figuras de la Liga, veteranas en concentraciones de la selecci¨®n, me esperaban. La cuesti¨®n, aunque muy seductora, por un lado impon¨ªa. Llegu¨¦ cohibido, receloso, sumamente prudente. Extra?o.
Las felicitaciones y bienvenidas en el lugar de cita, el hotel Alameda de Madrid, no garantizaban nada. Una simple cuesti¨®n de protocolo. El trago empezar¨ªa al subirme al autob¨²s, ya solo del todo, y enfrentarme a un viaje de hora y media. Hasta Valladolid. Abelardo y Manjar¨ªn, asturianos pero sportinguistas, se encargaron con sus bromas de suavizar el trance. Pod¨ªa haberme cortado ante sus gritos sportinguistas y sus c¨¢nticos antioviedistas, pero estas cosas la verdad es que me van. Clemente no estaba.
Llegamos al hotel de Valladolid y subimos a las habitaciones. Al instante, se escuch¨® una voz en el pasillo. ?D¨®nde esta el universitario? Era Clemente. Y el universitario, yo. As¨ª me bautiz¨® un d¨ªa un periodista en una cr¨®nica -estudio empresariales- y al parecer el seleccionador se qued¨® con la copla. Sal¨ª a la puerta, me dio la bienvenida y me lanz¨® la, primera orden: "Aqu¨ª si¨¦ntete como uno m¨¢s".En verdad empezaba a sentirme como uno m¨¢s, aunque a¨²n desconfiaba. Yo que soy de los que m¨¢s gordas las hago en el Oviedo, que s¨¦ c¨®mo se las gastamos a los nuevos del filial, sab¨ªa que a¨²n me quedaba licenciarme. Me lleg¨® el turno esa misma noche, en una bodega a la que nos llev¨® a cenar Fernando Hierro. No era para tanto. Simplemente ten¨ªa que hablar.
Simplemente, si no hubiera estado el Pitu Abelardo. Cada vez que yo articulaba una palabra iniciaba una ovaci¨®n, sacaban los pa?uelos y hasta hac¨ªan la ola. Una vez que Clemente les dijo que me dejaran hablar, pude soltar el mitin. M¨¢s que nada, para presentarme.
La convivencia posterior result¨® extraordinaria. Y eso que es probable, porque soy un poco caliente en el campo, que tuviera rencillas pendientes con algunos de los seleccionados. Que recuerde, con Hierro, con quien las tuvo gordas alguna vez, y con Kiko (en el ¨²ltimo Oviedo-Atl¨¦tico nos dijimos de todo en una tangana con Simeone). Como era de suponer, de los incidentes, ni un comentario. Incluso, con el que mejor me llevo ahora es con Kiko.
Ojal¨¢ ganemos esta noche a la Rep¨²blica Checa para culminar una semana que recordar¨¦ toda mi vida.
Es curioso, para todos mis compa?eros de selecci¨®n, aunque importante, ¨¦ste es un partido m¨¢s. Un acto rutinario. Y para m¨ª, sin embargo, este es el encuentro m¨¢s importante de mi carrera. Contrastes del f¨²tbol.
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