Polonia o dificultad de servir a dos se?ores
En pleno despegue econ¨®mico, los polacos no acaban de deslindar los asuntos de Dios y los del c¨¦sar
ENVIADO ESPECIALLos tel¨¦fonos rara vez funcionan bien, el sistema sanitario es un de sastre y en los legendarios astilleros de Gdarisk, donde naci¨® Solidaridad y fue apuntillado el sistema comunista, se va a instalar una discoteca en espera de un cierre anunciado. Crespones negros cruzan la puerta principal. Pero en el pa¨ªs m¨¢s poblado y estrat¨¦gico de Europa central los salarios han crecido un 70% durante los ¨²ltimos tres a?os, y los polacos, seg¨²n estima la mayor¨ªa, se dirigen en flecha hacia el futuro m¨¢s despeja do entre todos los antiguos sat¨¦lites de Mosc¨². Est¨¢n seguros, adem¨¢s, de que uno de sus m¨¢s sentidos anhelos, unirse a la OTAN, va a verse cumplido este mes de julio en Madrid. Y de que quien gobierne a partir de septiembre, en que se resolver¨¢n unas elecciones cuyos dos principales bloques antagonistas, socialdem¨®cratas y conservadores cat¨®licos, est¨¢n empatados en intenci¨®n de voto, su racha econ¨®mica no va a verse alterada decisivamente.
Con una nueva Constituci¨®n que consagra finalmente el sistema democr¨¢tico y la econom¨ªa de mercado, refrendada el mes pasado por los pelos tras a?os de debates parlamentarios a veces teol¨®gicos, Polonia parece haber sustanciado sus relaciones institucionales con Dios. Y trata de resolver, mediante un concordato, las m¨¢s mundanas con el Vaticano. A ras de tierra, tres a?os de apreciaci¨®n real de su moneda (tres zloty, un d¨®lar) y varios m¨¢s de subidas salariales muy por encima de la productividad han disparado el consumo. "Por primera vez se nota que el dinero [el crecimiento sostenido est¨¢ en tomo al 6%] empieza a llegar a la gente corriente", asegura Karol, un emprendedor empleado de Varsovia que gracias a los ingresos combinados de su mujer y ¨¦l y la ayuda de sus padres se ha mudado a un piso mas grande y espera embarcarse en un cr¨¦dito para cambiar de coche. La venta de autom¨®viles est¨¢ dispara da en Polonia, al ritmo de un 30% de aumento anual. Es dif¨ªil encontrar mesa en los restaurantes de la capital, donde los precios tienen poco que envidiar a los de Europa occidental, y la fiebre del tel¨¦ono m¨®vil est¨¢ en su apogeo. Si Varsovia reflejase la situaci¨®n de Polonia, el antiguo pa¨ªs de Solidaridad ser¨ªa jauja. Pero la Polonia provincial -de Silesia a Gdansk, de Lodz a la frontera bielorrusa- es un pa¨ªs de 40 millones donde casi todo est¨¢ todav¨ªa por hacer, de ciudades adustas y muchas veces decr¨¦pitas, infraestructura escasa y paisanaje en precario, pese a los 5.000 millones de d¨®lares en inversiones del a?o pasado, a la presencia de Fiat, Daewoo y General Motors y a su sostenido proceso de privatizaci¨®n y liberalizaci¨®n de los mercados. En el campo, casi un 30% de la poblaci¨®n pelea con parcelas diminutas para aportar poco m¨¢s del 5% de la riqueza nacional mientras completa sus ingresos con otras actividades.
Los estudiosos sociales avalan esta escisi¨®n. "Un grupo muy re ducido, en tomo al 2%, gana bastante dinero. Pero el salarlo medio de, la gran mayor¨ªa ronda las 45.000 pesetas brutas", se?ala la profesora Urszula Plowiec, de la Sociedad Econ¨®mica Polaca. "Las grandes cuentas del Estado son muy buenas, pero hay regiones, sobre todo en el Norte, donde el desempleo ronda el 50%. Y en el campo es tambi¨¦n muy alto. Lo m¨¢s importante de la reforma industrial est¨¢ por hacer,y eso provocar¨¢ gran malestar social".
Henryk Domanski, de la Academia de Ciencias, considera que la irrupci¨®n del Partido de los Jubilados en la escena pol¨ªtica, con una perspectiva de voto del 10%, es un reflejo de la polarizaci¨®n social en un pa¨ªs donde "la situaci¨®n ha mejorado claramente para profesionales y empleados de servicios, pero ha empeorado para los dem¨¢s". "El consumo aparente oculta las verdaderas diferencias sociales", dice el soci¨®logo.
Pero los mismos que analizan las grietas del milagro creen que los actuales gobernantes de centro izquierda ganar¨¢n las elecciones de septiembre. "La gente no est¨¢, dispuesta a tirar por la borda los frutos de un crecimiento econ¨®mico sostenido, y la mayor¨ªa est¨¢, convencida de que su vida est¨¢. mejorando", opina la profesora, Lena Kolarska, del Instituto de Asuntos P¨²blicos.
Los polacos, sin embargo, como ha mostrado el reciente refer¨¦ndum constitucional, parecen divididos por una espesa y persistente frontera que mira hacia el pasado: a favor o en contra de los antiguos comunistas. Durante los ¨²ltimos cuatro a?os, est¨¢ al frente del tim¨®n polaco una fatigosa coalici¨®n de antiguos comunistas convertidos -la Alianza Democr¨¢tica de Izquierdas- y el Partido Agrario. Pese a su desentendimiento en numerosos temas, apadrinan un crecimiento espectacular para la regi¨®n, en tomo al 6%, unas inversiones extranjeras en aumento -que este a?o rondaran los 7.000 millones de d¨®lares- y un relativo control de la inflaci¨®n, del 20% y bajando. El presidente de la Rep¨²blica, Alexander Kwasniewski, vencedor de Lech Walesa en noviembre de 1995 y ex apparatchik comunista, es ahora uno de los personajes m¨¢s valorados.
Los campesinos son la espina dorsal del Partido Agrario, el socio minoritario de los socialdem¨®cratas. Sobre esta formaci¨®n, antiguo sat¨¦lite del partido comunista y la m¨¢s oportunista del arco pol¨ªtico, tiene puestos sus ojos como un eventual aliado el jefe de la coalici¨®n Solidaridad, Marian Krzaklewski, si es que los ultraconservadores polacos, como acarician, consiguieran vencer en septiembre. Atildado y tajante, Krzaklewski, apodado por sus adversarios "el peque?o Mussolini" y enemigo jurado de la Constituci¨®n refrendada en mayo, explicaba en Lodz a este enviado que el centro izquierda gobernante "ofende al Papa, el m¨¢s grande de los polacos... y se ha movilizado sistem¨¢ticamente para negar nuestras ra¨ªces cristianas".
A pesar de que las encuestas de opini¨®n sugieren que los ciudadanos no tienen una percepci¨®n de la vida tan transida de religi¨®n como la Iglesia pretende -en uno de los ¨²ltimos sondeos la mayor¨ªa de los encuestados quer¨ªa una r¨¢pida ratificaci¨®n del problem¨¢tico concordato s¨®lo para dejar o¨ªr hablar de algo que no les interesa- es un hecho que muchos han hecho trinchera de sus creencias religiosas. Y que desde algunas instituciones se ve con simpat¨ªa una clericalizaci¨®n del Estado. En el plazo de unos d¨ªas, una respetada editorial polaca ha entrado a saco, para endulzarla, en una biograf¨ªa de Juan Pablo II escrita por un famoso periodista estadounidense cuyos derechos hab¨ªa comprado; y el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal la suavizaci¨®n de una draconiana ley del aborto.
Parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica intenta tomar distancia de sus paladines en la arena pol¨ªtica -el conglomerado que encabeza KrzakIewski- o critica el excesivo uso de argumentos religiosos en la lucha por el poder. En un gesto que habr¨ªa sido ins¨®lito hace a?o y medio, el secretario general de la Conferencia Episcopal, Tadeusz Pieronek, confiaba en Varsovia a este corresponsal que "el ex presidente Walesa es personalmente culpable de haber perdido el capital de confianza que ten¨ªa entre los polacos". Pero lo que se da con una mano se quita con la otra. Y la Iglesia, un poder en declive, pero un poder todav¨ªa, bendice en Polonia el extremismo pol¨ªtico de Radio Mar¨ªa, una cadena seguida por cuatro millones de ciudadanos, y en expansi¨®n, cuyo mensaje se puede resumir en una palabra: nacionalcatolicismo.
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