Estado del basti¨®n
TRECE MESES despu¨¦s de su llegada a La Moncloa, el presidente Aznar, que acaba de definir a Espa?a como uno de los dos "¨²ltimos bastiones de la derecha en Europa", se enfrenta esta pr¨®xima semana a su primer debate sobre el estado de la naci¨®n. A juzgar por la comunicaci¨®n, remitida a los grupos parlamentarios, su mensaje ser¨¢ el ya machaconamente repetido con ocasi¨®n del aniversario de su Gobierno: que con una econom¨ªa que avanza a velocidad de crucero hacia la incorporaci¨®n de Espa?a en la tercera fase de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria no hay motivo alguno de inquietud para los espa?oles; y que si aparece alg¨²n s¨ªntoma de tensi¨®n, ello se debe a que los socialistas la provocan artificialmente. La diferencia con los discursos del aniversario es que la oposici¨®n tendr¨¢ ahora la posibilidad de replicar en directo ese discurso tan autocomplaciente. Pero no es descartable que los socialistas se encuentren en una relativa soledad al hacerlo: los nacionalistas m¨¢s bien avalar¨¢n a Aznar, porque han conseguido amarrar sus principales contrapartidas al pacto de gobernabilidad, mientras las cr¨ªticas que puedan llover por parte de Anguita siempre ser¨¢n recibidas por la ciudadan¨ªa con el tamiz de haber visto c¨®mo una y otra vez los comunistas prestaban sus votos al partido del Gobierno para sacar leyes tan controvertidas que ni sus socios naturales se atrev¨ªan a compartir.Tras subrayar los buenos resultados econ¨®micos y la garant¨ªa de estabilidad pol¨ªtica derivada de los pactos con los nacionalistas, as¨ª como el buen clima social que ha hecho posible la reforma laboral, la comunicaci¨®n del Gobierno concluye que "Espa?a se encuentra en un momento crucial y pleno de posibilidades", por lo que ser¨ªa el momento "para el di¨¢logo sincero y la b¨²squeda de acuerdos y posiciones comunes". Ciertamente, el proyecto europeo -sometido estos d¨ªas a nuevas incertidumbres-, la amenaza terrorista y la culminaci¨®n del proceso auton¨®mico son asuntos, entre otros, que har¨ªan deseable un mayor consenso. La opini¨®n moderada, bastante hastiada de tanta bronca, ver¨ªa seguramente con agrado un apaciguamiento de las relaciones entre socialistas y populares; sin embargo, pocas cosas parecen hoy menos probables. Seguramente la responsabilidad es compartida, pero es el Gobierno, con La Moncloa de animador de los ultrasur, el que ha dise?ado esa estrategia de acoso y derribo de los adversarios. A los populares, pues, les cabe la mayor responsabilidad.
Toda la oposici¨®n, excepto el aliado suplente del Gobierno, Anguita, ha apoyado la reforma laboral. Los socialistas han sido, en materia de lucha antiterrorista, razonablemente solidarios con Mayor Oreja. La responsabilidad en la falta de acuerdo en materia auton¨®mica est¨¢ bastante repartida. Pero no puede decirse que el PP haya hecho el m¨¢s m¨ªnimo esfuerzo por favorecer el consenso que reclama. Los intentos de silenciar a los socialistas (9,5 millones de votantes) con referencias a su pasado revelan una incomprensi¨®n grave del papel de la oposici¨®n en los reg¨ªmenes parlamentarios. Lo peor de las referencias intimidatorias al "horizonte penal de Felipe Gonz¨¢lez" cada vez que ¨¦ste abre la boca es que confirma la dependencia psicol¨®gica de Aznar y su estado mayor respecto al sector m¨¢s demag¨®gico e irresponsable de sus medios de comunicaci¨®n.
La tendencia de algunos ministros a inventarse problemas donde no los hab¨ªa o a agravar los existentes, as¨ª como cierto af¨¢n por buscarse enemigos, son rasgos del Gobierno de Aznar que resultan desconcertantes para el electorado moderado: el propio y el de sus aliados nacionalistas. Descartada -ahora con m¨¢s motivo, tras la experiencia de Chirac- la posibilidad de adelantar las elecciones para obtener la mayor¨ªa que las urnas le negaron, el partido del Gobierno ha dejado claro que est¨¢ dispuesto a compensar esa debilidad con un uso abusivo del poder. As¨ª lo demuestra Aznar un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n en materias como la pol¨ªtica de nombramientos (Fungairi?o, L¨®pez-Amor), utilizaci¨®n sectaria de los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n o intervenci¨®n legislativa contra intereses de aquellas empresas privadas consideradas no afectas, tal y como se ha visto con el proyecto de televisi¨®n digital o con la ley del f¨²tbol.
En estos aspectos, Pujol es m¨¢s bien reticente, pero, tras el acuerdo sobre el Inem y el compromiso sobre la sanidad, es poco probable que se produzca un efectivo distanciamiento pol¨ªtico durante el debate. Tampoco el PNV, conseguido el acuerdo sobre el concierto y el cupo, est¨¢ interesado en acentuar las divergencias. Anguita s¨ª se empe?ar¨¢ en hacerlo, pero su credibilidad es ya m¨ªnima. As¨ª las cosas, el debate se presenta como un duelo en el que Gonz¨¢lez tratar¨¢ de alertar sobre el peligro -cierto y evidente- de recorte de las libertades, frente a un Aznar que intentar¨¢ presentar a su rival como alguien aislado y movido s¨®lo por el rencor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.