La UE se re¨²ne para culminar Maastricht envuelta en una aguda cr¨ªsis de confianza
Los jefes de Estado o de Gobierno de la Uni¨®n Europea (UE) inician hoy la cumbre de Anisterdam con la voluntad de aprobar las asignaturas pendientes del Tratado de Maastricht, firmado en 1992. Pero, a diferencia de entonces, la reforma que tienen encomendada es m¨¢s prolija: afecta a m¨¢s art¨ªculos. Y, sobre todo, el menor crecimiento econ¨®mico, el notable aumento del paro y las semillas de euroescepticismo se concitan para generar una crisis de confianza. La disputa sobre el grado de equilibrio que debe establecerse entre lo monetario y lo econ¨®mico-social ha abierto una crisis del eje franco-alem¨¢n -motor tradicional de la construcci¨®n europea-, diluyendo el liderazgo en la Europa de los Quince.
El optimismo emergi¨® pasada la medianoche. El presidente del Ecofin (Consejo de ministros de Econom¨ªa y Finanzas), el holand¨¦s Gerrit Zalm, expres¨® tras una reuni¨®n de ¨²ltima hora su "satisfacci¨®n" por haber logrado "progresos extraordinariamente positivos", y augur¨®: "Hoy seremos capaces de alcanzar un acuerdo aceptable para todos", a?adiendo al Pacto de Estabilidad para el euro una resoluci¨®n sobre pol¨ªtica de empleo. Rodrigo Rato, ministro de Econom¨ªa y Hacienda espa?ol, habl¨® del "consenso positivo" imperante.La primera gran reforma del tratado -que empez¨® en Roma en 1990 y culmin¨® en Maastricht el 7 de febrero de 1992- cabalg¨® a lomos de una coyuntura econ¨®mica boyante, a impulsos de la Europa sin fronteras dise?ada por el Acta ?nica de 1985. A la alegr¨ªa econ¨®mica -con crecimientos del PIB e ¨ªndices de desempleo en torno al 4% en la segunda mitad de los ochenta- se le un¨ªa el optimismo pol¨ªtico por la ca¨ªda del tel¨®n de acero y la unificaci¨®n alemana.
Los buenos auspicios fraguaban adem¨¢s bajo un liderazgo fuerte: la tripleta Alemania-Francia-Comisi¨®n, con un canciller Helmut Kohl euf¨®rico y arrollador, un Fran?ois Mitterrand a¨²n en plena forma y un activo presidente de la Comisi¨®n, Jacques Delors, dispuesto a dar todas las batallas.
Pronto lleg¨® un ciclo de crisis que dispar¨® el paro al 10% de la poblaci¨®n activa y afect¨® incluso al Sistema Monetario Europeo. Los referendos dan¨¦s -negativo- y franc¨¦s -muy justo- sobre el tratado marcaron de inquietud el posparto. La posterior recuperaci¨®n ha vuelto a reactivar el PIB en tomo al 2%, pero el desempleo sigue anclado en 18 millones de europeos.
El f¨¦rreo liderazgo de entonces se ha debilitado. Ni el tit¨¢n Kohl logra controlar su d¨¦ficit, ni el efusivo Jacques Chirac enmascara la desorientaci¨®n francesa, ni el bueno de Jacques Santer es Delors. Y mientras la opini¨®n alemana se angustia con la desaparici¨®n de su verdadero s¨ªmbolo nacional, -el marco- a manos del euro, la francesa desea, titubeante, confiar en la apuesta de Lionel Josp¨ªn por el empleo para cerrar el paso al Frente Nacional. Con estos mimbres se anuda la cesta de Amsterdam. Los Quince se aprestan a reformar el Tratado de Maastricht. ?Por qu¨¦? Por tres razones, al menos. Primera, porque vienen obligados por su propio texto. Maastricht alumbr¨® la uni¨®n monetaria, a cohesi¨®n econ¨®mica y social, el inicio de la ciudadan¨ªa europea. Apunt¨® unas modest¨ªsimas bases para una mayor cooperaci¨®n intergubernamental en pol¨ªtica exterior, defensa y asuntos de justicia e interior. Y apenas logr¨® cubrir el d¨¦ficit democr¨¢tico de la Uni¨®n reforzando algunos poderes del Parlamento Europeo. Conscientes de sus lagunas -sobre todo en la futura defensa, en los procedimientos de adopci¨®n de decisiones o en las nuevas competencias-, los l¨ªderes dejaron escrita su voluntad de volver a reformar el tratado desde 1996.
Adem¨¢s, la Uni¨®n se convirti¨® en im¨¢n de los pa¨ªses del Pacto de Varsovia que buceaban en el vac¨ªo pol¨ªtico. Surgi¨® el imperativo moral de abrirles las puertas y, para ello, la urgencia de reformar las instituciones cortadas a la medida de seis socios de forma que puedan albergar casi a treinta. Y tercer factor: los sacrificios de la convergencia econ¨®mica para alcanzar la moneda ¨²nica no siempre se vieron compensados con la recuperaci¨®n del empleo, salvo en alg¨²n pa¨ªs como Holanda, que supo sintetizar el liberalismo anglosaj¨®n con el modelo social renano.
Cumplir bien
?sas son las asignaturas -unas, pendientes desde Maastricht, y otras, sobrevenidas en pocos a?os- que los Quince deben aprobar hoy y ma?ana en Amsterdam: precisamente en la sede del Banco Central holand¨¦s, quiz¨¢ un buen augurio para el canciller Kohl, que as¨ª jugar¨¢ en casa su partida de p¨®quer con Lionel Jospin. La voluntad de cumplir, y cumplir bien, se percibe en todas las delegaciones. Pero tambi¨¦n es verdad que todos se resignan a lo que arroje el m¨ªnimo com¨²n denominador, siempre que no afecte al n¨²cleo de intereses esenciales de cada uno. Nadie sue?a con m¨¢ximos comunes m¨²ltiplos.
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