Vivir en Madrid
Una noche reciente, a las 2.10, le¨ªa yo, arrellanado en mi butaca predilecta, y cuando empezaba a quedarme frito o¨ª el ruido del cami¨®n municipal de riego 742 "por un Madrid limpio y verde", que acab¨® con mis hueras ilusiones de dormirme esta vez a una hora decente. Sal¨ª a la terraza a contemplarlo: luc¨ªa precioso, con sus destellos amarillos y arrojando vistosos chorros de agua bajo la lluvia batiente, que ya lo hab¨ªa limpiado todo. Me volv¨ª a mi libro y m? butaca, y a las 2.40 estaba en un tris de coger el sue?o cuando lo o¨ª de nuevo. Sub¨ªa ahora por la calle perpendicular, pero el ruido era el mismo, e igual de ominoso, y es que estos camiones suenan como los Junkers de guerras anta?onas en vuelo bajo y a estas horas de sempiterna y forzada vigilia est¨¢ la mente muy vulnerable. Pueden ocurr¨ªrssenos cosas raras como, por ejemplo, ?no ser¨¢ que nuestros l¨ªderes municipales han contratado otra vez la Legi¨®n C¨®ndor para que nos elimine a bombazos, ya que no lo consiguen a abrazos? Eran ya las 2.50. Vuelta al libro, butaca, etc¨¦tera. Y a las 3.20, cuando Morfeo comenzaba a rondarme otra vez, los alegres basureros volvieron a ahuyentale.Pero, bueno, ¨¦se es ya un acontecimiento cotidiano., Hay que aguantarse o morir; yo, de momento, voy resistiendo, y que no me caigan las soberbias. Peor fue lo de la ma?ana siguiente, amados lectores m¨ªos. A pesar de la org¨ªa municipal de la noche, me levant¨¦ temprano, haciendo de tripas coraz¨®n y dispuesto a trabajar como un "nombre de color", cuando h¨¦te aqu¨ª que empezaron a sonar por todas partes horrorosos berbiqu¨ªes, o como se llamen ahora esos chismes, cuyos decibelios superaban incluso las extraordinarias capacidades decib¨¦licas de nuestro excelent¨ªsimo Ayuntamiento. Volv¨ª a asomarme a la ya manida terraza de marras y contempl¨¦, sin dar apenas cr¨¦dito a mis ojos, c¨®mo un honrado operario instalaba en las ventanas del piso de abajo unos barrotes tercermundistas que no contribuyen en absoluto al encanto de la casa.
El motivo de tan antiest¨¦tico proceder es que, desde hace una temporada, una banda de ladrones desvalija sistem¨¢ticamente los pisos de esta comunidad, como si fu¨¦ramos unos cresos. Yo tuve el dudoso honor, hace poco m¨¢s de un a?o y mientras ejercitaba el cada vez m¨¢s dudoso honor de votar, visto lo visto, de ser la primera v¨ªctima. Desde entonces, la mitad de los vecinos hemos sido despojados, siempre por el mismo m¨¦todo, siempre con id¨¦ntica impunidad para la banda (el hecho de que lo es se infiere de sus apalancamientos a lo bestia, pero eficaces, iguales aqu¨ª que en otras muchas casas del barrio). ?Oh, s¨ª! Nosotros avisamos al 091, y los guardias acuden con conmovedora celeridad, lo cual reconforta ef¨ªmeramente nuestro tr¨¦mulo corazoncito ciudadano, pero lo cierto es que enseguida se desentienden del "presunto" delito concentrando toda su atenci¨®n en los nombres del padre y de la madre de la v¨ªctima, el portero, etc¨¦tera, situaci¨®n que luego se repite en la comisar¨ªa. Luego se van y hasta otra, de modo que los reincidentes cacos nos atizan golpes cada vez m¨¢s audaces: el Mi¨¦rcoles Santo, dos pisos, dos, fueron desvalijados y reventados en la misma planta, simult¨¢neamente. Hubiera sido mucho m¨¢s considerado esperar hasta el viernes, que no quedaba ni un alma.
Encima, los dos ¨²ltimos despojados, cuya flema tanto admir¨¦ cuando nos robaron a nosotros, se lo han tomado fatal. Han hecho cambiar la cerradura del portal exterior, instalar otra en el interior, y uno de ellos, el citado, se est¨¢ autoenclaustrando vivo por delante y por detr¨¢s (quiero decir, por las ventanas que dan a la calle y por la que se asoma al patio de vecindad). De ah¨ª los berbiqu¨ªes.
?D¨®nde puede rehacer su vida una pavesa humana a la que no se permite dormir de noche ni trabajar de d¨ªa? En la p. calle. Pero ni siquiera all¨ª tiene garantizado el sosiego, pues le acosan los conocidos: "?Vaya racha que llev¨¢is, chicos, y mira que irle a pasar al pobre Eustaquio (nombre supuesto), tan meticuloso; se habr¨¢n llevado mucho, ?no?". Y ser¨¢ por el pesimismo que lleva encima, pero sospecho que estaba ¨¢vido de carnaza y, lleno de solidaridad vecinal, a pesar de los pesares, les asegur¨¦ que el bot¨ªn hab¨ªa sido escaso y que Eustaquio estaba tan panchc. ?Mentira cochina!
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