Un reto y un riesgo
El reto. La suerte del 34? Congreso depende en buena medida de la renovaci¨®n del partido. Si la palabra no gusta, sustit¨²yanla por voluntad de cambios. Incluso podemos prescindir de las palabras pero no de los hechos. Y ¨¦stos son: en 1994 (33? Congreso) el PSOE estaba en el Gobierno; en 1997 est¨¢ en la oposici¨®n. Tal mutaci¨®n no es un producto de la casualidad, ni de un golpe de mala suerte, ni un capricho del electorado. De su voluntad depende el regreso al Gobierno, y este futurible es hoy incierto. Mi conclusi¨®n elemental es la siguiente: si los ciudadanos perciben que en el PSOE no pasa nada, que todo contin¨²a igual, o poco m¨¢s o menos, pensar¨¢n que para los socialistas no parece tener mucha importancia que el Gobierno de la naci¨®n haya pasado a manos de la derecha.No propongo que el Congreso se entregue a la averiguaci¨®n de las causas de la llamada dulce derrota. Personalmente, pongo el acento en que no acertamos a responder a los electores de 1993 pese a proclamar que hab¨ªamos entendido el mensaje; adem¨¢s, creo que no entendemos el mensaje electoral de 1996 si pensamos que el estrecho margen de diferencia entre el voto al PP y al PSOE, por s¨ª solo, presagia una inmediata vuelta al poder.
Mi contacto con militantes y simpatizantes del partido me confirma que sabemos identificar los. cambios necesarios, pero que solemos hacerlo desde una actitud defensiva. La renovaci¨®n que el PSOE precisa ha de ser movida por la energ¨ªa de una reactualizada fusi¨®n del proyecto socialista con las fuerzas de progreso. Y no cabe esperar tal fusi¨®n sin implicar cambios en las ideas, en la organizaci¨®n y en las personas.
Enfocar¨ªamos mal los cambios en las ideas si pensamos que pueden reducirse a un movimiento hacia la pureza izquierdista. Hoy no caben ya polarizaciones dualistas entre pragm¨¢ticos y puros, porque ni los primeros son la derecha del partido ni los segundos la izquierda sacrosanta. No podemos vivir de posicionamientos biol¨®gicos de quien se reclama socialista de toda la vida como ¨²nico bagaje ideol¨®gico.
Enfocar¨ªamos mal los cambios en la organizaci¨®n si pensamos que se trata de dar mayor importancia al partido, en lugar de centrar la reflexi¨®n en cu¨¢l es la forma de hacerlo importante como instrumento de participaci¨®n democr¨¢tica de la ciudadan¨ªa en los asuntos p¨²blicos.
Desde el Congreso de Suresnes ha sido habitual una exagerada concentraci¨®n y personalizaci¨®n del poder. Un partido vivo es aqu¨¦l que permite la circulaci¨®n y la renovaci¨®n peri¨®dica de sus dirigentes y en el que los aparatos hagan la funci¨®n de sem¨¢foros y no de se?ales de prohibido. Quiz¨¢ sea provechoso acabar con los ritos del pasado y dar paso al aggiornamiento. La liturgia s¨®lo es precisa para, el culto y nuestro partido no es un templo ni entre nosotros hay dioses.
Y llegamos al cambio de las personas. No rehuir¨¦ la pregunta. ?Ha de afectar a Felipe Gonz¨¢lez? Resulta obligado contestarla partiendo del dato inobjetable de que este l¨ªder del socialismo espa?ol ha afirmado su condici¨®n someti¨¦ndose sistem¨¢ticamente al veredicto de las urnas. ?Les parece poco relevante el dato? Lo es tanto, que la respuesta a la pregunta no puede, zanjarse con un monos¨ªlabo.
FG ha sido promotor principal de la renovaci¨®n socialista durante 20 a?os y de la modernizaci¨®n de la sociedad espa?ola. ?sta se lo reconoce al seguirlo considerando, a pesar de los pesares, como el l¨ªder pol¨ªtico mejor valorado. ?l ha sido, y en buena parte lo sigue siendo, el principal v¨ªnculo y veh¨ªculo de la relaci¨®n del PSOE con la mayor¨ªa social que apoya nuestro proyecto.
Tanto es as¨ª que la derecha, al menos un sector importante de la misma, para afirmar su precaria victoria, pretende laminar pol¨ªticamente a FG e incluso agita el mundo del Derecho para encontrar aliados en la tarea, sustituyendo el gobierno de las leyes por el gobierno de los jueces. El electorado socialista (y FG lo sabe) quiere que FG apoye la renovaci¨®n, aunque le hayan surgido razonables dudas sobre su protagonismo y su papel. Las mismas dudas tenemos los militantes, porque la actitud de FG en la hora de los cambios hab¨ªa sido siempre, m¨¢s que ahora, la de afrontarlos como l¨ªder, actuando contra corriente (?recordamos?, marxismo, OTAN, relaci¨®n con sindicatos ... si bien es cierto que FG ha sido siempre mejor renovador de ideas que de equipos de trabajo.
El 34? Congreso quiz¨¢ le da a FG una pen¨²ltima (?o ¨²ltima?) ocasi¨®n de ponerse al frente del reto que nos plantea el Congreso: recuperar el poder, previa recuperaci¨®n del prestigio perdido.
El riesgo. El riesgo lo veo en la "contaminaci¨®n personalista", consecuencia de una cultura de poder que pretende perpetuarse a costa de sacrificar las tareas del presente. Esa cultura del poder, anclada en el pasado, es la que no nos permiti¨® renovamos desde el gobierno, la que no nos permiti¨® la renovaci¨®n en el 33? Congreso y la que no nos permite ahora tomar la iniciativa desde la oposici¨®n para pasar a la ofensiva frente a la derecha.
Esa cultura de poder tan personalizada ha dado sus frutos y no cabe negarlos, pero tambi¨¦n ha tenido sus servidumbres que nos han llevado a confundir, muchas veces, el debido respeto a las personas con el respeto a las ideas; quiz¨¢, porque hemos valorado m¨¢s la jerarqu¨ªa de quien las emit¨ªa que su rigor. Pero lo verdaderamente respetable son las personas. Con las opiniones y las ideas hemos de ser irrespetuosos, es decir, cr¨ªticos, con tanta frecuencia como sea menester.
Es necesario superar esa cultura interna de poder que entre todos hemos elaborado. Si lo conseguimos en este Congreso, pronto llegar¨¢ el d¨ªa en el que nadie tenga tanto poder que sea imprescindible. Pronto tendremos un partido, representado en sus mil congresistas, que dejar¨¢ de estar atribulado por las relaciones entre las dos personalidades pol¨ªticas que hasta 1990 formaron un binomio que parec¨ªa perfecto.
Veo el fantasma de Valle Incl¨¢n pase¨¢ndose por nuestro 34? Congreso. ?l escribi¨® en su Sonata de est¨ªo que "los espa?oles nos dividimos en dos grandes bandos: uno el marqu¨¦s de Bradom¨ªn, y, en el otro, todos los dem¨¢s".
Algunos piensan que es Felipe Gonz¨¢lez quien divide a los socialistas en dos grandes bandos: por un lado ¨¦l y por el otro todos los dem¨¢s. Pero se equivocan. El marqu¨¦s de Bradom¨ªn se mostraba arrogante y Felipe Gonz¨¢lez no tiene esa necesidad: sabe ganado su liderazgo en buena lid, sabe que ¨¦l mismo es parte de la soluci¨®n pero tambi¨¦n parte del problema y todos sabemos que ¨¦l no necesita dividir al partido para afirmarse.
Los l¨ªderes son necesarios porque a trav¨¦s de ellos rebrotan las energ¨ªas pol¨ªticas capaces de llevar al Gobierno las demandas de las mayor¨ªas sociales. As¨ª aparecen y triunfan l¨ªderes como Blair (nuevas ideas y nuevas caras) y como Jospin (imagen simb¨®lica de honradez), sin necesidad de invocar o ampararse en las esencias.
Los congresistas tienen la responsabilidad de pensar con su propia cabeza y dejar de perder el tiempo averiguando lo que piensan los dirigentes cuyo mandato, por cierto, acaba en este Congreso. Tambi¨¦n es su responsabilidad no identificar la suerte del PSOE con ninguna obsesi¨®n personal acerca del n¨²mero ordinal que ocupe cualquiera de los 375.715 militantes. Significar¨ªa sembrar una semilla de divisi¨®n cuando todos queremos y necesitamos la unidad del partido para ganar las elecciones.
-Transmitir sinceridad desde los trabajos del Congreso es condici¨®n necesaria para recuperar la credibilidad perdida. ?Es razonable, desde esa pretensi¨®n de sinceridad, intentar mantener la ficci¨®n de un binomio que, a estas alturas del curso, todo el mundo sabe que es inexistente?
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