La se?al de Ca¨ªn
La intervenci¨®n ayer por la ma?ana de Felipe Gonz¨¢lez para comunicar que no se presentar¨¢ a la reelecci¨®n como secretario general del PSOE cay¨® en el 34 Congreso como una bomba de efecto retardado; el temido cumplimiento de una ominosa decisi¨®n varias veces anunciada y otras tantas aplazada agarr¨® a los delegados por sorpresa. Abstracci¨®n hecha de las iniplicaciones -todav¨ªa confusas- de ese inesperado gesto para el futuro pol¨ªtico del propio interesado y de la organizaci¨®n socialista, forzoso es reconocer que la renuncia de Felipe Gonz¨¢lez a su segura reelecci¨®n al frente del PSOE ayuda a interpretar de manera favorable para su figura algunos episodios del pasado que la feroz animadversi¨®n de sus enemigos hab¨ªa descalificado como oscuras maniobras maquiav¨¦licas; su dimisi¨®n como secretario general de los socialistas en el XXVIII Congreso y sus fallidos intentos -de 1989, 1993, y 1996 para no presentarse como candidato a la presidencia del Gobierno ya no podr¨¢n ser despachados simplonamente como las trampas de un trilero.Ni que decir tiene que las decisiones de un pol¨ªtico tan veterano, curtido y capaz como Felipe Gonz¨¢lez poseen claves igualmente pol¨ªticas y no pueden -afortundamente- ser explicadas mediante mecanismos psicol¨®gicos elementales o iluminaciones moralizantes; la rica complejidad de las motivaciones humanas hace in¨²til el recurso a la interpretaci¨®n monocausal de las conductas. A efectos pol¨ªticos inmediatos, la renuncia de Felipe Gonz¨¢lez a repetir como secretario general cort¨® ole ra¨ªz la campa?a -entre lastimera y extorsionadora- lanzada por Guerra en v¨ªsperas del 34 Congreso con el prop¨®sito de imponer a los delegados su reelecci¨®n como vicesecretario general del PSOE, una ruidosa ofensiva -con lucha firmada de profesores y artistas incluida- que hab¨ªa conseguido dominar la agenda de la asamblea socialista. El cerrado dilema planteado por el todav¨ªa numero dos socialista (o la vicesecretar¨ªa o nada) hubiese obligado al 34 Congreso, o bien a ceder contra coraz¨®n a ese chantajista ultim¨¢tum, o bien a ser inculpado de arrinconar al guerrismo con su negativa y no dejarle otra salida que su transformaci¨®n en una facci¨®n organizada perjudicial para la unidad del PSOE.
Pero el anuncio de retirada hecho ayer por Felipe Gonz¨¢lez desbarat¨® los esfuerzos de Guerra -hasta ayer plenamente conseguidas- para que el 34? Congreso centrase su atenci¨®n sobre el aseguramiento de su futuro pol¨ªtico-admininistrativo (incluidas tambi¨¦n las dimensiones simb¨®licas y materiales): desde el momento en que el secretario general abandona voluntariamente su puesto para promover la renovaci¨®n de la direcci¨®n del PSOE, el vicesecretario s¨®lo podr¨ªa imponer el car¨¢cter vitalicio de su jerarqu¨ªa como un obsceno ejercicio de ambici¨®n desnuda. Por lo dem¨¢s, ser¨¢ dif¨ªcil que los militantes y votantes del PSOE olviden y perdonen a Guerra sus responsabilidades por la dimisi¨®n de Felipe Gonz¨¢lez; el G¨¦nesis (4, 1-16) recuerda que Ca¨ªn, durante su errante vagabundeo por la tierra, nunca pudo borrar la se?al marcada por Yahv¨¦ como recuerdo indeleble de su odio fratricida.
Es probable que la decisi¨®n de Felipe Gonz¨¢lez de renunciar a la reelecci¨®n como secretario general haya estado tambi¨¦n motivada por la voluntad de dinamitar las resistencias pasivas a la renovaci¨®n de la Comisi¨®n Ejecutiva y del Comit¨¦ Federal planteadas por otros veteranos dirigentes del PSOE, celosos de sus charreteras y atrincherados en centros de poder terriroriales o burocr¨¢ticos. El escaso apego a los cargos mostrado por el octogenario militante Ram¨®n Rubial, dispuesto en teor¨ªa -seg¨²n cont¨® Felipe Gonz¨¢lez- a ser presidente del PSOE o portero de una Casa del Pueblo si as¨ª se lo pide la organizaci¨®n, no ha sido imitado por sus compa?eros, para buena parte de los cuales,la pol¨ªtica no es ya una vocaci¨®n altruista sino una profesi¨®n remunerada. La rigidez de las cuotas de discriminaci¨®n positiva en favor de las mujeres y las desbordadas exigencias de representaci¨®n proporcional de las federaciones regionales dejar¨ªan, en cualquier caso, un espacio organizativo casi diminuto a esa amplia renovaci¨®n generacional y mental del PSOE que Felipe Gonz¨¢lez desea alentar con su dimisi¨®n.
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