"?DIOS m¨ªo! ?Ya!"
Consternaci¨®n, incredulidad, estupor y confusi¨®n en la sala de plenos ante el 'discurso-testamento' de Gonz¨¢lez
"?Dios m¨ªo! ?Ya!". Y "?ya!" era cuando Felipe Gonz¨¢lez solt¨® aquello de "quiero deciros que no ser¨¦ candidato a la Secretar¨ªa General". Palabra m¨¢s, palabra menos. Y se hizo como una eternidad de 15 segundos en los que nadie respir¨®; en los que se miraron los unos a los otros. Y un murmullo empez¨® a alzarse. Y alguien se puso en pie y empez¨® a aplaudir. Y luego empezaron a aplaudir todos. Y eran aplausos como de consternaci¨®n, corno de tristeza. ?Y Guerra? Guerra estaba all¨ª, oy¨¦ndole, camisa azul, corbata a juego. Serio y atento."?Dios m¨ªo! ?Ya!". Y aquella chica que segu¨ªa por el monitor de la entrada el discurso-tesiamento de Felipe estuvo a punto de llorar. ?Perdera verdad? Hab¨ªa como una especie de incredulidad en el aire. Y los periodistas corr¨ªan por los pasillos -"?lo has o¨ªdo? ?lo has o¨ªdo?" -, llamaban a sus peri¨®dicos, a sus emisoras, se confirmaban unos a otros lo que tdos hab¨ªan escuchado. Luego el congreso qued¨® dividido en dos. Ya no se trataba de guerristas o antiguerristas. El congreso se divid¨ªa entre los que ya lo sab¨ªan. y los sin futuro, que ni siquiera se lo hab¨ªan olido.
Pero la verdad es que en la pomada, pocos, si es que alguien lo hab¨ªa estado alguna vez. El anuncio de Gonz¨¢lez estuvo a punto de tirar de la butaca a m¨¢s de uno. Luis Y¨¢?ez terminar¨ªa por resumir lo que ya era sensaci¨®n de todos.
"Menudo papel¨®n nos deja" , dir¨ªa poco antes de empezar a citar a los invitados de las artes y las letras, desde Concha Velasco a Ram¨®n Cotarelo; desde Jos¨¦ Luis Coll a F¨¦lix Grande; de Ana Diosdado a Mar¨ªa Jos¨¦ Goyanes, ante un auditorio -mucha corbata, escasas cazadoras- que lo ¨²nico que quer¨ªa era salir a los pasillos a enterarse de verdad de lo que hab¨ªa ocurrido en el sal¨®n de plenos ante sus mism¨ªsimas narices. ?Y Guerra? Guerra sali¨®. Hizo unas declaraciones a Antena 3 Televisi¨®n. Y los periodistas echaron a correr tras ¨¦l. Y ¨¦l propuso subir a una escalinata y hablar desde all¨ª. Subi¨® un escal¨®n. Y los periodistas subieron otro. Escal¨® otra grada. Y los periodistas se atropellaban y sub¨ªan otra. Hasta que se coloc¨® en lo alto de la escalera, como en un Serm¨®n de la Monta?a. Dijo que Felipe hab¨ªa dicho la verdad. Sac¨® un viejo sobre, rozado por las esquinas, amarillento. Extrajo una carta manuscrita. La mostr¨® como una reliquia. "En el a?o 1977, en el Parador de Sig¨¹enza. Vean que el sobre es del parador". Mostr¨® el sobre a un lado y otro, y todos vieron que era verdad, que, efectivamente, el sobre luc¨ªa el membrete del Parador de Sig¨¹enza. "Felipe ha desvelado lo que me dijo a m¨ª. Me dio por escrito el 2 de agosto de 1977 su decisi¨®n de no presentarse como secretario general al pr¨®ximo congreso".
Luego, los finos analistas dir¨ªan aquello de la l¨®gica de la decisi¨®n y de c¨®mo Felipe Gonz¨¢lez hab¨ªa desbloqueado la crisis, y de la situaci¨®n en que Gonz¨¢lez colocaba a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y a Julio Anguita, y no te digo nada de Alfonso Guerra.
Ya fuera, en la carpa instalada a la entrada del Palacio de Congresos, donde estaban los invitados de un d¨ªa y otros que lo m¨¢s que hab¨ªan conseguido era una butaca frente a una gigantesca pantalla de televisi¨®n, arreciaban las protestas porque a ellos, que lo hab¨ªan dado todo por el partido, no les dejaban entrar a los pasillos a codearse con unos y con otros, a animar a Alfonso en estos momentos de pesadumbre.
"Porque este congreso", dec¨ªa alguien, "este congreso lo ha ganado ya Felipe Gonz¨¢lez". Y uno record¨® lo de: "Pues otra victoria como ¨¦sta y estamos perdidos, que dir¨ªa Pirro".
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