Un merecido ¨¦xito
Una buena versi¨®n de Don Giovanni pone . punto final a los Festivales Mozart y abre una pausa en las actividades del teatro de la Zarzuela.Se nos dio la creaci¨®n del Festival Mozart 1994, presentada en Glyndeboume, dirigida por el brit¨¢nico John Abulafia y con escenarios y figurines del gal¨¦s John Bury. El trabajo de ambos no es desde?able, pero sigo sin entender la persistencia de lo que un d¨ªa se denomin¨® "oscurotecnia". No hay modo de sacamos de la Espa?a negra y la verdad es que le bastar¨ªa a cualquier imaginador esc¨¦nico darse una vuelta por Sevilla para ahuyentar de su mente cualquier tentaci¨®n oscurantista. Pienso, despu¨¦s del ¨¦xito reciente de El barbero de La Maestranza, en un Don Juan pintado por Carmen Laffont y, al fin, me refugio en los pentagramas de Mozart. Lo resisten todo por su belleza, su gracia, su prodigiosa e impulsiva fuerza, sus luces cambiantes y sus pasiones contrastadas.
Don Giovanni
?pera de Da Ponte y Mozart.Direcci¨®n esc¨¦nica: J. Abulafia; direcci¨®n musical: J. Latham-Koenig. Escenarios y trajes: J. Bury. Coros y orquesta titulares. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 20 de junio.
El bar¨ªtono sueco Hakan Hagegard hizo un Don Giovanni bien cantado, pero acaso grave hasta el exceso, aunque no faltara la flexibilidad suficiente a la hora de responder a Zerlina (Liliana Nichiteanu) en el d¨²o L¨¢ ci darem la mano o biendecir la canzonetta del acto segundo. Dos excelentes sopranos (lano Tamar, de Georgia, y Pamela Cobum, de Ohio) asumieron los personajes de Do?a Ana y Do?a Elvira con primor de estilo y consumada dramaturgia, en tanto el tenor estadounidense Kurt Streie demostr¨® en Don Ottavio belleza vocal y dominio mozartiano, lo que puede extenderse con justicia al bar¨ªtono bajo Giovanni Furlanetto, un valioso Leporello. De todo punto admirables las arias Batti, batti y Vedrai carino, de Zerlina, figura con la que se equilibr¨® cumplidamente el valenciano Miquel Ram¨®n en Masetto. El reparto qued¨® redondeado por otro bajo de m¨¦rito, el italiano Mario Luperi en el Comendador. Todo funcion¨® bien a las ¨®rdenes del maestro John Latham-Koenig, vivo, de gran impulso y conocida experiencia. Resumen: un claro y merecido ¨¦xito.
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