"Cre¨ª que s¨®lo era un golpe hasta que me ardi¨® la pierna"
Un navarro de 24 a?os, corneado en el encierro por un toro de Guardiola
Se par¨® un toro. Lo hizo durante unos segundos, en la orilla del edificio de Telef¨®nica, a 20 metros del callej¨®n. Y sembr¨®, por unos instantes, cierto caos, cierta anarqu¨ªa y otras tumultuosas reacciones. Se par¨® un toro, mir¨® alrededor y embisti¨® a un mozo que intentaba iniciar su carrera. O huir. Salir de all¨ª. Le hiri¨® en la ingle, le mand¨® al suelo y le hizo rodar hasta la valla. Cabece¨® tres, cuatro veces, astill¨® el madero, corne¨® alguna de las zapatillas que asomaban y sigui¨® su camino, tranquilo, a la orden de otros mozos m¨¢s avezados. Se par¨® un toro, y sobre el asfalto comenz¨® a gotear la sangre.El segundo encierro era de los Guardiola, divisa que los especialistas califican de inquietante. No lo hubiera sido si al morlaco en cuesti¨®n no le da por echar el freno. Hasta ese momento el encierro era uno de ¨¦sos en lo que todo son "casi cogidas". Pero el casi vol¨® de pronto. ?ngel Mar¨ªa Cort¨¦s, de 24 a?os, natural de Tafalla (Navarra), quiso esperar al toro m¨¢s rezagado de la manada. Para eso estaba all¨ª, para entrar con ¨¦l en la plaza pegado a sus cuernos. Esquiv¨® a un buey y resbal¨®. Tras incorporarse, dispuesto como estaba a apurar esos ¨²ltimos metros, se encontr¨® la cara del toro. Le vio detenido, frente a ¨¦l, como a la espera. El primer encuentro fue fugaz. Derrot¨® el bicho y encontr¨® la carne del mozo, que apenas sinti¨® la punzada, intent¨® gatear hasta la valla, empujado, herido, "y ah¨ª not¨¦ que me ard¨ªa la pierna", declar¨® desde el hospital. "No me di cuenta hasta un rato despu¨¦s que me hab¨ªa corneado. Cre¨ª que s¨®lo era un golpe". Asustado por la quemaz¨®n se baj¨® su enjironado pantal¨®n y entonces vio c¨®mo su calzoncillo "se iba ti?endo de rojo". La Cruz Roja intervino de inmediato para cortar la abundante hemorragia. Trasladado al hospital, fue intervenido de una herida por asta de toro en la zona inguinal. La gravedad de su estado fue remitiendo con el paso de las horas.Los Guardiola arrastraron su fama de peligrosos. Tres de los 13 muertos habidos en los encierros les pertenecen. Los mozos lo sab¨ªan. Siempre lo saben. Y consiguieron que la carrera fuese limpia. Hasta que el despistado de la manada se detuvo. Quienes iban tras ¨¦l le esquivaron a duras penas. ?ngel Mar¨ªa Cort¨¦s, no."Que un toro se detenga es imprevisible". Quien as¨ª opina es Jos¨¦ Miguel Arraiz, de 46 a?os, uno de los 10 pastores de la manada. Ayer, tras correr 150 metros, se ech¨® a un lado con su vara de avellano en ristre, con la que suele evitar, o al menos lo intenta, que los denominados patas, los torpes en lenguaje vulgar, o los descerebrados, seg¨²n el lenguaje de algunos expertos corredores, citen al toro desde atr¨¢s.
P¨¢nico
Jos¨¦ Miguel Arraiz, el pastor, no lleg¨® a la altura del toro que se detuvo. "Ech¨¦ en falta un buey y por eso par¨¦. Ven¨ªa ¨¦l solo, asustado y asustando. Me par¨¦ antes de que lo hiciera el toro que iba delante. ?Que por qu¨¦ se par¨®? Nunca se sabe. No se puede culpar a nadie. Lo que hay en los encierros no es miedo. Es p¨¢nico. Y tambi¨¦n el toro lo tiene". Arraiz lleva m¨¢s de la mitad de su vida corriendo delante y detr¨¢s de los toros. Y al igual que no le cuesta explicar las sensaciones de los mozos, tambi¨¦n conoce las de los toros. "El toro se cae y se para. Y lo hace porque se agobia, porque se acalambra. No es ¨¦se su espacio natural. Se trata de un animal que vive tranquilo en el prado, comiendo a su antojo, corriendo a su antojo, y que de repente..." De repente, 2.000 personas, delante, a los lados, detr¨¢s, golpes, vallas que impiden la huida, calles que se estrechan, cuestas, curvas, derrumbes, gritos, ruido de pezu?as, asfalto, histerismo. "El estr¨¦s del toro", lo llama el pastor.
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