"Yo le di nombre a 'El viejo y el mar'"
Gregorio Fuentes, compa?ero de pesca de Hemingway, cumple 100 a?os en su pueblo cubano mientras revive mitos y an¨¦cdotas del escritor
Gregorio no sale a pescar el pez espada en la corriente del golfo desde el d¨ªa en que su jefe se vol¨® la tapa de los sesos con una escopeta de caza. Hace de eso 36 a?os. Desde entonces, el legendario patr¨®n del yate Pilar, de Ernest Hemingway, navega s¨®lo por el hilero de su propia memoria, que es como la bah¨ªa del pueblo de Cojimar, un remanso azul donde han quedado varadas cientos de an¨¦cdotas, mitos y fantas¨ªas de Hemingway al pie de la antigua tiburonera. Gregorio administra y reinventa cada d¨ªa sus recuerdos para los turistas y periodistas que recalan en La Terraza, el mismo bar donde Hemingway se tomaba el primer trago de la ma?ana antes de zarpar. "Yo fui quien le puso - nombre a la novela El viejo y el mar", asegura categ¨®ricamente Gregorio Fuentes al cumplir 100 a?os.Sus historias, reales o no, no tienen desperdicio. "Un d¨ªa salirnos en direcci¨®n a Puerto Caba?as y encontramos muy lejos de la costa un peque?o bote en el que pescaban solos un viejo y un chiquito", recuerda. "Hemingway quiso que nos acerc¨¢semos, y le pregunt¨® al hombre si necesitaba algo. Me pidi¨® que preparase un paquete con comida y refrescos para el ni?o, pero el viejo se encabron¨® much¨ªsimo, y le grit¨®: 'Vaya pa'l carajo, americano de mierda'. Aquello le debi¨® impresionar mucho, pues despu¨¦s me dijo que iba a escribir una novela". Gregorio, que es un lobo de mar curtido por el ron, la vida y los huracanes, no titubea ni siquiera al contar las versiones m¨¢s audaces., "Con el tiempo, Hemingway me pregunt¨®: '?Qu¨¦ t¨ªtulo le pongo, Gregorio?'. Y yo le dije: '?No nos hemos encontrado un viejo? ?Y no estaba en medio del mar? Pues ya est¨¢ el nombre de la novela".Ha pasado mucho tiempo desde que Hemingway se mat¨® con el mismo rifle que empleaba para matar elefantes, pero Gregorio dice acordarse perfectamente de aquellos d¨ªas: "Aquel verano fuimos a Cayo Para¨ªso. Se empez¨® a sentir mal. Volvi¨® a Estados Unidos y le dijeron que ten¨ªa c¨¢ncer. No lo pudo soportar. En su testamento me regal¨® el Pilar, pero yo jur¨¦ que no navegar¨ªa m¨¢s".Se conocieron en Cayo Tortuga aproximadamente en 1. 932. "Un hurac¨¢n andaba por el' golfo, y Hemingway y un grupo de amigos se hab¨ªan quedado sin gasolina mientras pescaban". Gregorio, que era capit¨¢n de un peque?o barco de pesca, el Joaqu¨ªn Sixto, de 110 pies de largo y 10 tripulantes, le socorri¨®. "Estaban al garete, cre¨ªan que el cayo estaba poblado, pero yo les expliqu¨¦ que no, que all¨ª s¨®lo hab¨ªa un tel¨¦fono mar¨ªtimo. Despu¨¦s, Hemingway me dijo que si quena ser patr¨®n de un barco que estaba construyendo en Estados Unidos".Gregorio Fuentes sigue viviendo en Cojimar, muy cerca del muelle donde amarraba el Pilar cuando el escritor estaba en Cuba. Hasta hace mes y medio, a¨²n iba todos los d¨ªas a La Terraza a comer y a cenar, pero, despu¨¦s de que se cay¨®, una de sus hijas le lleva la comida a casa. "Yo no s¨¦ qu¨¦ Gobierno me la paga, pero lo agradezco, porque hoy todo hay que pagarlo en moneda americana", dice en la sala de su casa.
Gregorio cumple ma?ana 100 a?os, pero su agilidad de reflejos es conocida en todo Cojimar. Si uno le pregunta por el Gobierno, se?ala un viejo televisor en color que hay en su casa: "Mire, ¨¦se me lo regal¨® Fidel Castro, que es el mejor presidente de los que yo he conocido aqu¨ª". Cuando uno se preocupa por su salud deja caer: "Yo no tengo problemas. El ¨²nico es que no tengo d¨®lares para comprar las medicinas".
Tambi¨¦n es proverbial su mal genio cuando se habla de la afici¨®n de Hemingway a la bebida. Los camareros de La Terraza a¨²n recuerdan que el a?o pasado estuvo a punto de pegar a dos canadienses que le preguntaron si su jefe estaba siempre borracho. "Hemingway no era un borracho. Lo que pasa", aclara, "es que siempre ten¨ªa el vaso lleno en la mano".,
Gregorio naci¨® en la isla de Lanzarote y cuenta que lleg¨® a Cuba a los seis a?os en un barco de tres palos. Iba como ayudante de su padre, que era el cocinero, pero, tras su muerte durante la traves¨ªa, ¨¦l se qued¨® en La Habana. Afirma tambi¨¦n que durante la II Guerra Mundial sali¨® a cazar submarinos con su patr¨®n, y muchas cosas m¨¢s que a estas alturas da igual que sean mentira o verdad. "Hemos venido al mundo a vivir lo que Dios quiere", dice al saber que en La Terraza le van a hacer una fiesta de cumplea?os. "Lo agradezco mucho, y si me sirve para comprar medicinas, que s¨®lo las venden en moneda americana, pues mejor".
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