Insurrecci¨®n
La criminal jugada estaba diab¨®licamente calculada, y sus autores no dudaron en apurarla remat¨¢ndola sin piedad hasta el final, pero esta vez ETA ha perdido la ¨²nica partida que cuenta. Pues el pueblo vasco, un¨¢nimemente conmovido, ha decidido rebelarse airado contra tan humillante dictadura, protagonizando una insurrecci¨®n c¨ªvica que le permitir¨¢ recobrar su vieja dignidad ofendida.El c¨¢lculo que se hizo ETA para desencadenar estos hechos ven¨ªa motivado por el feliz desenlace del secuestro de Ortega Lara, limpiamente liberado por la Guardia Civil de Intxaurrondo, que logr¨® detener adem¨¢s a todo el comando captor. Lo cual supuso el m¨¢s importante ¨¦xito policial desde la ca¨ªda de Bidart en 1992, cuando el entonces coronel Galindo logr¨® detener a la c¨²pula de la banda. Esto era muy grave para ETA, pues en la guerra psicol¨®gica que desencadenan los terroristas, lo que cuenta no es tanto el balance de las operaciones militares como la correlaci¨®n de fuerzas propagand¨ªsticas. Y en este caso, los etarras quedaban p¨²blicamente derrotados sin paliativos: tanto m¨¢s, cuanto la entrada de las c¨¢maras de televisi¨®n en el zulo sepulcral en que se tuvo sepultado en vida a Ortega Lara revel¨® a los cuatro vientos el estilo moral con que estos guerreros nacional-socialistas respetan los derechos humanos de sus prisioneros.
Y ante un golpe tan fuerte para la moral de combate del mundillo abertzale, ETA s¨¦ crey¨® obligada a actuar con alguna equivalente reacci¨®n de respuesta, a fin de contrarrestar la desmoralizaci¨®n de sus bases, de cara a la campa?a veraniega de quema de banderas que debiera protagonizar la alegre muchachada de Jarrai. As¨ª que se decidi¨® ejecutar alg¨²n inmediato golpe de mano espectacular, esperando recuperar as¨ª su deteriorado prestigio b¨¦lico. Pero como la infraestructura t¨¦cnica de ETA est¨¢ debilitada, las ¨²nicas v¨ªctimas a su alcance eran las indefensas, como el infortunado concejal del Partido Popular elegido en suerte. Ahora bien, los etarras sab¨ªan que con el asesinato instant¨¢neo o el secuestro indefinido de alguien como Miguel Angel Blanco no hubieran podido cobrar nunca una publicidad equivalente a la causada por la liberaci¨®n de Ortega. As¨ª que intentaron amplificar su acci¨®n, multiplic¨¢ndola con alguna clase de efectos especiales que actuasen como caja de resonancia.
As¨ª fue como se opt¨® por el diab¨®lico invento de la p¨²blica vivisecci¨®n, representando a c¨¢mara lenta una ejecuci¨®n a plazo fijo para que surtiera efectos retardados durante tres d¨ªas seguidos, como una bomba de relojer¨ªa imposible de desactivar. El asesinato inmediato no les habr¨ªa dejado ser noticia m¨¢s que un s¨®lo d¨ªa. Pero la vivisecci¨®n en carne viva, en un pat¨ªbulo erigido en la plaza mayor del pueblo vasco, les permitir¨ªa ser portada entera de primera plana durante tres d¨ªas seguidos sin soluci¨®n de continuidad. Todo, con la esperanza de provocar ese sacr¨ªlego horror colectivo que obten¨ªan los jacobinos de la revoluci¨®n francesa guillotinando arist¨®cratas en el cadalso p¨²blico del terror revolucionario.
Pues bien, acertaron al pronosticar la magnitud de la noticia, pero fracasaron al adivinar el sentido del efecto provocado. Es cierto que para su ejecuci¨®n a c¨¢mara lenta lograron convocar a todas las c¨¢maras de televisi¨®n, que la transmitieron en directo con emocionado horror. Pero lo que nunca pod¨ªan esperar es lo que con ello consiguieron en realidad: la insurrecci¨®n de los vascos contra su tiran¨ªa criminal. Estos tres d¨ªas han significado un ejemplo de la f¨¢bula del aprendiz de brujo, pues ETA ha puesto en marcha fuerzas incontrolables que se han rebelado contra sus designios, obteniendo exactamente lo contrario de lo buscado. En lugar de amedrentamiento, insurrecci¨®n popular de los vascos. Y en lugar de enardecimiento de las bases sociales abertzales, condena p¨²blica de HB, contra la que el pueblo ha dictado veredicto de ostracismo civil. De este modo, la pasi¨®n y muerte de Miguel ?ngel Blanco no ha resultado en vano.
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