?Es real la realidad?
?sta es la gran pregunta de nuestro tiempo. Porque llega un momento en que, abrumados por el exceso de informaci¨®n que nos llega por todos los numerosos medios que existen, ya no sabemos qu¨¦ pensar.Hace unos a?os, el profesor de psiquiatr¨ªa de la Universidad. de Stanford y tambi¨¦n investigador del Mental Research Instituto de Palo Alto Paul Watzlawick public¨® un libro con este t¨ªtulo, que llam¨® poderosamente la atenci¨®n por sus inesperadas reflexiones. Era un escritor parad¨®jico, como todos los que son profundos, que aplicaba con gran ¨¦xito m¨¦todos tambi¨¦n imbu¨ªdos de paradoja a sus pacientes.
Llov¨ªa ya sobre mojado, porque hab¨ªa le¨ªdo con toda atenci¨®n al soci¨®logo Paul Goodman; y ambos ten¨ªan una idea com¨²n. El uno dec¨ªa que la realidad era la "sociolog¨ªa del conocimiento", y el otro, la llamada " sociolog¨ªa de la comunicaci¨®n". Al final, lo mismo: que no nos ponemos en contacto con la realidad, sino con lo que nos dicen que es la realidad.
Y esto ocurre en los estudios, las noticias o cualquier otro camino de comunicaci¨®n. Es aquello del consejo: "?Ved con vuestros ojos, no con vuestras orejas!". Porque no contactamos con lo que es real, sino con lo que olmos. Parece que tengamos delante de nosotros una pantalla que nos oculta lo real. La m¨²sica ya no la o¨ªmos, sino lo que nos dijeron que debemos o¨ªr; y lo mismo con la pintura: no disfrutamos de la vista de un cuadro, a menos que se acople a lo que nos dijeron que deb¨ªa ser un cuadro. Y en cuesti¨®n de noticias, nos abruman por la radio, la televisi¨®n o la prensa; y al final ya no tenemos tiempo de pensar por nosotros mismos.
Se dice que el ser humano es un animal que piensa; pero ?se nos deja serlo? ?Pensamos por nosotros o por lo que nos dicen?
Parece que esta ¨¦poca es una era de la independencia, pero yo me pregunto muchas veces: ?somos independientes o seguimos lo que nos bulle en la cabeza, inducidos desde fuera por otros, usando para ello de los innumerables medios mec¨¢nicos que se han inventado recientemente y nos invaden hasta en nuestra propia casa?
Yo escrib¨ª hace poco un art¨ªculo que ped¨ªa un poco m¨¢s de memoria hist¨®rica; y menos historia interesada, escrita a trav¨¦s de memorias, confesiones y relatos ¨ªntimos. Que no cuentan la verdad de lo ocurrido, sino lo que conviene al autor que creamos.
Pero incluso la historia es dif¨ªcil, no es tan obvia como se dice. No tenemos nada m¨¢s que recordar un hecho reciente que nadie aclar¨®, a pesar de los datos existentes: ?qui¨¦n mat¨® a Kennedy? Y si esto es as¨ª, ?qu¨¦ valor tendr¨¢ lo que nos cuenten de Witiza, despu¨¦s de tantos siglos? ?O ten¨ªan raz¨®n Weber y Sombart al identificar la expansi¨®n del capitalismo con la del esp¨ªritu protestante? El libro del economista Kurt Samuelsson Religi¨®n y econom¨ªa deshace este "hecho", lo mismo que antes hicieron Tawney y Fanfani. Y, sin embargo, hasta Aranguren hace unos a?os cay¨® en la trampa de aquellos pensadores famosos, como Weber y Sombart, en su obra sobre la moral del protestantismo.
Le¨ª por entonces con verdadero placer a uno de los m¨¢s inteligentes investigadores de la historia, Marc Bloch; y saqu¨¦ la con clusi¨®n de ?qu¨¦ dificil lo tienen quienes se dedican a su estudio! Me fijo en cualquier detalle de los antes dichos, o los que podr¨ªa a?adir la historia de nuestra guerra civil, porque parece que: "Y es que en el mundo traidor/ nada es verdad ni es mentira; / todo es seg¨²n el color / del cristal con que se mira".
Campoamor se inspir¨®, para decirlo,en los versos de Moreto en El defensor de su agravio, que dec¨ªan: "Que quien por un vidrio mira / que hace alg¨²n color distinto; / todo cuanto ve con ¨¦l /est¨¢ del color del vidrio".
Tan importante es esto que el psic¨®logo Milgram ha experimentado la influencia de una orden o de una afirmaci¨®n emanada de alguien que merece respeto; y encontr¨® que el 85% de los experimentados se dejan influir totalmente por lo que se les dice. Otro problema bien candente hoy por la excesiva judicializaci¨®n que vive nuestra sociedad es el de la fiabilidad de los testigos. Recordemos que dos grandes psic¨®logos, como Clapar¨¨de y W. Stern, sacaron la consecuencia en sus estudios de que el 50% de los testigos no dan testimonios fieles. ?Vaya problemas para dar con la realidad que se dice haber sucedido!
Y con la masa la desconfianza todav¨ªa es mayor. El soci¨®logo Gustave Le Bon descubri¨® hace 100 a?os que "lo que se acumula no es el talento, sino la estupidez" (La psicolog¨ªa de las multitudes, 1895). ?Qu¨¦ valor tienen entonces tantos relatos populares; por ejemplo, esos fen¨®menos milagrosos que dicen haber visto en F¨¢tima o en tantos sitios de peregrinaci¨®n?
El primer remedio de tanto mal no es m¨¢s que uno: aprender a ver.
Los partidarios de las filosof¨ªas orientales, como el yoga o el zen, saben que su ense?anza constante es lo que llaman "maya" o ilusi¨®n de la realidad. Porque se nos acostumbra desde peque?os a no ver la realidad, sino lo que nos ense?an que debemos ver.
Una buena ducha recibir¨ªamos si estudi¨¢semos un libro cualquiera de divulgaci¨®n de los misterios del ¨¢tomo. Nos dar¨ªamos cuenta de que todo lo que creemos ver, seg¨²n nos dice el sentido com¨²n, no es la realidad f¨ªsica. Esta es completamente distinta de lo que se llama sentido com¨²n. Einstein, cuando un periodista le pregunt¨® c¨®mo hab¨ªa encontrado la teor¨ªa de la relatividad, le contest¨®: "Yendo contra el sentido com¨²n". Y es verdad: lo que descubri¨® en nada se parec¨ªa a lo que era obvio. La verdadera realidad de una mesa, por ejemplo, ?tiene algo que ver con la sensaci¨®n de consistencia f¨ªsica que sentimos al palparla? "Seg¨²n la f¨ªsica nueva, so?amos el mundo", concluye el astrof¨ªsico ?gor Bogdanov. Y "la materia es probablemente el resultado de una serie de interacciones entre campos de informaci¨®n", a?ade el f¨ªsico Hamilton, "porque el universo entero est¨¢ compuesto de vac¨ªo", sigue afirmando el primero. Y en otro plano se sabe hoy que "nadie se ve a s¨ª mismo", seg¨²n el pedagogo Herman Nohl; y pon¨ªa ejemplos: Bismarck cre¨ªa tener una expresi¨®n dura, y lo que ten¨ªa era un rictus burl¨®n; Le¨®n XIII se ve¨ªa dulce de semblante y era de gesto duro y cortante. Por eso Goethe quer¨ªa que no sigui¨¦ramos la m¨¢xima "con¨®cete a ti mismo", porque lo ¨²nico que conocemos, y mal, es lo que en general somos los humanos, pero no sabe cada uno c¨®mo es de verdad.
?D¨®nde queda entonces nuestra manera de aparecernos la realidad?
Hay que acostumbrarse a ver, a mirar; y, al mismo tiempo, a lavarse los ojos de las telara?as con que nuestro sentido com¨²n los rodea y enturbia. Y sobre todo aprender a pensar, que es "saber captar la relaci¨®n" (Bachelard), m¨¢s que las cosas mismas, que nos son desconocidas, porque "la realidad es relaci¨®n", descubri¨® el matem¨¢tico Poincar¨¦ a principios de siglo, y luego insistieron en ello fil¨®sofos como Merleau Ponty y Zubiri.
?Lo aprenderemos de una vez, para vencer el enga?o en que vivimos?
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