"Estas matando a un inocente"
Las ¨²Itimas palabras de Joseph O'Dell, ejecutado en Virginia, fueron para el gobernador que desoy¨® las peticiones de clemencia
No hubo piedad y, seg¨²n el ejecutado, tampoco justicia. En la noche del mi¨¦rcoles 23 al jueves 24, Joseph Roger O'Dell recibi¨® una inyecci¨®n que termin¨® con.su vida. La macabra ceremonia se celebr¨®, tal como estaba previsto, en la prisi¨®n de Greensville (Estado de Virginia, EE UU). De nada sirvieron las peticiones de clemencia del papa Juan Pablo II. y el primer ministro de Italia, Romano Prodi. "Gobernador Allen, est¨¢ matando a un inocente", fueron las ¨²ltimas palabras de O'Dell, condenado a muerte hace una d¨¦cada por la violaci¨®n y posterior asesinato de una mujer.Parad¨®jicamente, el ¨²ltimo d¨ªa fue, seg¨²n O'Dell, el m¨¢s feliz de sus 55 a?os de existencia. Ocho horas antes de que le ataran a una especie de tumbona y le aplicaran la inyecci¨®n letal, el condenado a muerte se cas¨® en la prisi¨®n con Tori Urs, una vieja amiga que trabajaba como voluntaria con su abogado de oficio. El recluso no, pudo salir de su celda y la pareja no fue autorizada a tocarse.
O'Dell tambi¨¦n estuvo acopa?ado en ese ¨²ltimo d¨ªa por la hermana Helen Prejean, la monja de Nueva Orleans autora del libro Dead man walking (Pena de muerte en Espa?a), sobre el que el actor y director Tim Robbins realiz¨® la pel¨ªcula del mismo t¨ªtulo. La hermana Prejean, una firme, opositora a la pena de muerte como tantos cat¨®licos norteamericanos, hab¨ªa sido la consejera espiritual de O'Dell en los ¨²ltimos tiempos.
El reo tuvo un invencible momento de terror cuando fue atado a la tumbona. La hermana Prejean le coloc¨® las manos en el pecho, en un gesto de consuelo y bendici¨®n. La inyecci¨®n tard¨® seis minutos en surtir efecto. El gobernador de Virginia, George Allen, hab¨ªa rechazado cualquier petici¨®n de clemencia y, por nueve votos contra ninguno, el Tribunal Supremo de Estados Unidos hab¨ªa dado luz verde a la ejecuci¨®n.
Joseph O'Dell pag¨® as¨ª el asesinato de Helen Schartner en Virginia Beach, en febrero de 1985. El cad¨¢ver de la mujer, de 44 a?os, divorciada y madre de un hijo, apareci¨® en un campo cercano al local donde hab¨ªa ido a bailar la noche anterior. Hab¨ªa sido secuestrada, violada y estrangulada. O'Dell, un delincuente habitual, se encontraba entones en situaci¨®n de libertad provisional.
Las principales pruebas en su contra fueron el hecho de que era cliente habitual del local donde se vio por ¨²ltima vez a la v¨ªctima y unas ropas ensangrentadas que dej¨® en casa de una amiga. Pero, en su ¨²ltima apelaci¨®n, sus abogados insistieron sin ¨¦xito en que los an¨¢lisis del DNA de esa sangre y los del esperma encontrado en la v¨ªctima pod¨ªan probar la inocencia de O'Dell. "Quiero decir esto a Eddie Schartner [el hijo de Helen]: 'Eddie, yo no mat¨¦ a tu, madre", dijo O'Dell.
Aunque O'Dell no tuviera ninguna relaci¨®n con ese pa¨ªs su caso ha despertado un gran inter¨¦s en Italia. O'Dell hab¨ªa sido declarado ciudadano honorario de Palermo y el Papa y el jefe del Gobierno italiano hab¨ªan pedido oficialmente clemencia al gobernador de Virginia.
Cientos de italianos se reunieron en la noche del mi¨¦rcoles al jueves en una plaza de Roma, despu¨¦s de expresar su protesta ante la Embajada de EE UU. Muchos rompieron a llorar cuando, a trav¨¦s de una pantalla de televisi¨®n, supieron que el reo hab¨ªa muerto. Escucharon al portavoz del gobernador Allen decir: "La ejecuci¨®n ha sido completada a las 9.16 [seis horas m¨¢s en Europal de esta noche". El n¨²mero de ejecuciones se est¨¢ disparando en Estados Unidos, un pa¨ªs que, convencido de su pedigr¨ª democr¨¢tico, da lecciones de derechos humanos al resto del mundo. Pero la mayor¨ªa de su opini¨®n p¨²blica no se conmueve ni por una informaci¨®n como la aparecida el pasado 18 de julio en el diario El Nuevo Herald, de Miami, seg¨²n la cual 69 reos -uno de cada seis- han sido ejecutados injustamente desde 1970.El dato escalofriante procede de las revisiones oficiales de las condenas a muerte.
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