El hueco dorsal
Ten¨ªamos en casa, como muchas familias ilicitanas, una Dama, y yo me empinaba por detr¨¢s para verle el agujero de la espalda. La Dama de mi casa era igual de solemne que la original, pero m¨¢s s¨®lida: en bronce, y sobre pedestal de m¨¢rmol trabado. Como soy el ¨²nico ilicitano nato de mi familia, desde ni?o se me inculcaba que yo deb¨ªa tener un cari?o especial a la Dama, pero a mi esa mujer con ruedas de marciana en la cabeza y ojos tristes me daba entonces miedo. Cuando no hab¨ªa adultos en la sala, yo esquivaba el frontal adornado y le miraba el agujero posterior que a?os despu¨¦s, leyendo un manual de arte, supe que se llamaba la oquedad dorsal y pudo haber contenido cenizas.La an¨¦cdota general ya se sabe: celebra Elche ahora los 100 a?os del descubrimiento de un hermos¨ªsimo busto ib¨¦rico de m¨¢s de 2.000 a?os de edad o -seg¨²n la teor¨ªa del profesor americano Moffitt- de una primorosa falsificaci¨®n neoprimitiva, y la celebraci¨®n se hace en ausencia de la celebrada, denegado su pr¨¦stamo por el ministerio -en lo que parece grotesco juicio salom¨®nico- a pesar de lo maciza y sana que est¨¢ la estatua de piedra frente a la fr¨¢gil y muy da?ada tela del Guernica. La Dama de Elche ha sido una efigie que m¨¢s que cenizas ha acarreado s¨ªmbolos. Sirvi¨® en el momento de su aparici¨®n, cuando se fraguaba el desastre psicosocial del 98, como paliativo m¨ªtico de una conciencia nacional malherida y recortada; volvi¨® desde el Louvre hasta el Prado, en un h¨¢bil cambalache con el Gobierno de P¨¦tain, para dar un b¨¢lsamo de orgullo a la Espa?a de la primera posguerra, y yo la recuerdo como car¨¢tula muchos a?os de los billetes del Banco de Espa?a y l¨¢mina en los libros del bachillerato.
?Qu¨¦ pasar¨ªa si haciendo caso a Moffitt -cuyo libro no merece el desd¨¦n macabeo- se estudia a fondo la estatua y resulta ser s¨®lo del siglo XIX? El iberismo, esa cultura tan nebulosa, perder¨ªa una de sus grandes bazas, pero nuestra escu¨¢lida historia del arte moderno ganar¨ªa una obra maestra, un gran artista desconocido y un singular precedente de las vanguardias. La Dama viajar¨ªa desde el Arqueol¨®gico al Reina Sof¨ªa, como ha propuesto Juan Antonio Ram¨ªrez, o tal vez al propio Museo de Arte Contempor¨¢neo de Elche, y los ilicitanos me parece que no se ver¨ªan muy perjudicados. Elche cuenta con dos incomparables y muy potentes esencias, el misterio y los bosques de palmeras, que ya colman con creces los anhelos de identidad formal de un pueblo, y respecto a la Dama... Bueno, por eso de su hueco dorsal y la costumbre de postular para los negritos en el d¨ªa del Domund, yo de ni?o llegu¨¦ a creer que era una hucha gigante. Y tal vez no me equivocaba, ya que de ella desde el se?or franc¨¦s que la compr¨® hasta Franco y los especialistas en Bellas Artes han sacado bastante m¨¢s provecho que sus sufridos conciudadanos, que s¨®lo disfrutaron de tan bella compa?¨ªa 15 d¨ªas de oto?o de 1965.
Babelia
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