Huyendo del amor
Cristina e I?aki, como dos enamorados n¨¢uticos y cautos. Escenas de la lucha de clases en Cala Mitjana
El fin de semana result¨® pr¨®digo en emociones intensas. De orden prioritario, la instintiva y acuciante necesidad de huir ante el inminente desembarco de Enrique Iglesias y sus mariachis en la isla. Gracias a sus canciones, y sin ni siquiera llegar a ver al ¨ªdolo juvenil en cuerpo y su¨¦ter, hab¨ªa tanto amor en el ambiente que se pod¨ªa cortar con un cuchillo. Fue entonces cuando encamin¨¦ mis pasos hacia el N¨¢utico, y all¨ª estaba la pareja del a?o, o sea, la infanta Cristina y el apuesto deportista I?aki Urdangar¨ªn, embarc¨¢ndose y manteni¨¦ndose a prudente distancia entre ellos para evitar que los fot¨®grafos les pillaran haci¨¦ndose mimos. As¨ª y todo, circulaba tanto amor por el pantal¨¢n que, en un momento dado, tuve que agacharme para que no me rebanara la cabeza. Me doy cuenta de que, en mi condici¨®n de cronista babosa, todav¨ªa no me he pronunciado sobre el tema del l¨®gotipo nupcio / barcelon¨¦s que pudo haber sido y no fue, y es que he estado muy entretenida intentando descifrar, sin conseguirlo, la clase de estampado que luce el presidente Aznar en el airoso modelo del primer ba?o. Hasta que lo vea en color nada podr¨¦ asegurar, pero creo que est¨¢ entre Cacharel y Gaston & Daniela, secci¨®n tumbonas de verano.Pero a lo que iba: es normal que encuentren espantoso el logotipo en la Casa Real y que, sobre todo, lo detesten los novios, con ese bal¨®n central, qu¨¦ horror. Seg¨²n un amigo m¨ªo, m¨¦dico de deportistas, que quiere permanecer en el anonimato, a los jugadores que practican el balomnano, de tanto atrapar la pelota con la mano desnuda se les acaban poniendo insensibles las yemas de los dedos. Y eso no le gusta a nadie, y menos cuando tanto amor flota en el aire. Obsesionada por la urgencia de huir del romanticismo reinante, me embarqu¨¦ y surqu¨¦ valientemente los mares en busca de: a) un marido ad¨²ltero y famoso que se lo estuviera haciendo con la mejor amiga famosa de su famosa mujer, en alta mar y en cueros; b) una famosa top-model que se lo estuviera haciendo con un famoso cantante / bailar¨ªn / futbolista / torero, en alta mar y en cueros; c) un famoso pol¨ªtico que se lo estuviera haciendo con una famosa pol¨ªtica del partido contrario, en alta mar y en cueros; y d) Ana Obreg¨®n. Como ninguna de estas posibilidades -que me habr¨ªan hecho rica de haberles pillado in fraganti, culminando una carrera period¨ªstica m¨¢s bien cl¨¢sica con un blas¨®n acorde con los tiempos-, enfil¨¦ hacia el horizonte cuando, itach¨¢n!, dime de morros con el episodio titulado Escenas de la lucha de clases en Cala Mitjana.
Les cuento. ?sta es la historia de un sencillo Fierro, Ignacio, un hombre rico como cualquier otro hombre rico, que, hace unos 30 a?os, compr¨® una cala virgen y entera para ¨¦l y los suyos: la bell¨ªsima Cala Mitjana, que rebautiz¨® como Cala Fe, simples palabras que resumen su afici¨®n a la F del insigne apellido, y su adscripci¨®n a la fe verdadera (aqu¨ª ponga el lector o la lectora lo primero que se le ocurra). Pues bien, surcando los mares, vi de repente un m¨¢stil hendido en el acantilado, con cuatro banderas: la espa?ola, (hoy mon¨¢rquica, claro), la mallorquina, la del propietario (una fantas¨ªa de color con hierro de ganader¨ªa taurina) y, por ¨²ltimo, la de los invitados del d¨ªa, que, como todos son ricos, tienen divisas, ¨¢rboles geneal¨®gicos, etc¨¦tera. Ante mi pasmo, el se?or de Cala Fe permite que entren otros en su cala. No seas burra, aclar¨® mi capit¨¢n, un griego muy macizo llamado Zorba. "Antes de la democracia imped¨ªa el paso con cadenas, y plant¨® c¨¦sped hasta en la rocalla para extender propiedades hasta el borde del mar. Pero ahora no tiene m¨¢s remedio que compartir su para¨ªso con los menos afortunados". Lo tremendo es que el hombre, cuando cre¨ªa que iba a estar solo y que nada iba cambiar, se construy¨® el pabell¨®n de playa -el palacio est¨¢ m¨¢s adentro- en la mera orilla. Y ahora tiene que exhibir su vejez, y sus mayordomos con guantes blancos que le llevan y le traen, envuelto en toallas, y que le sirven el almuerzo cuando suena el gong, tiene que exhibir su final ante la gente a la que no pudo arrebatar el derecho a disfrutar de la cala.
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