Diez a?itos
Sus carteles incitan a pasar el r¨ªo: El Montacargas, al otro lado del Manzanares, cerca del paseo de Extremadura, en la calle de Antill¨®n -no era una isla de las Antillas grande, sino un ilustre espa?ol olvidado: Isidoro Antill¨®n y Marzo, que luch¨® contra la esclavitud de los negros al empezar el siglo pasado, y luego fue un ge¨®grafo muy ilustre-, ofrece teatro casi continuamente. En las carteleras anuncia tres o cuatro obras.Es un local estrecho y altoabajo hay un bar, vagamente bohemio; arriba, por una escalera empinada, una habitaci¨®n que debi¨® ser en tiempos lo que se llamaba alcoba a la italiana, o sea dos cuartos juntos, uno exterior como gabinete y uno interior para dormir; y ahora tiene a la italiana el breve escenario, negro y, desnudo. Llevan trabajando all¨ª diez a?os, y los celebran. Casi -ahora- sin p¨²blico: en las calles de all¨ª se aparca sin la menor dificultad, porque la poblaci¨®n est¨¢ de vacaciones.
He visto ahora dos obras: una, dedicada a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez; la otra, a Boris Vian. Est¨¢ bien, incluso muy bien, que se haga ese teatro en los barrios. Es un esfuerzo, es una inculturaci¨®n en los lugares en los que nadie se suele ocupar de eso -quiz¨¢ una parroquia, tal vez un municipal, pero con otros objetivos-, y este tipo de sala mantiene un teatro que por otras partes se desvanece.
Intimidad
Se podr¨¢ decir que no es verdadero teatro lo que yo he visto. Es igual: si pasa en un escenario, y hay palabras, y el p¨²blico atiende, eso es teatro. Si el escenario permite incluso hacer una dramaturgia, por peque?o que sea, es teatro. Se gana en intimidad.La realidad invisible se dedica a Juan Ram¨®n: se han elegido algunos de sus ¨²ltimos versos puertorrique?os con otros anteriores. Amparo Pl¨¢ los canta y los dice, y les da sentido, y se entienden y llegan. Joseje Cadabadas les pone la m¨²sica y toca con la guitarra el¨¦ctrica. Yo preferir¨ªa que ella no llevara micr¨®fono y ¨¦l estuviera desenchufado; que se hiciera a la manera de La Argentina, sin necesidad de ser ella. El espacio lo permitir¨ªa. Pero tambi¨¦n estos artistas van a otros. En todo caso, lo que yo preferir¨ªa es un asunto menor. Lo que veo y oigo me gusta.
Lo que he visto despu¨¦s tambi¨¦n me ha parecido muy interesante: Mater paranoia, sobre textos de Bor¨ªs Van, un mon¨®logo que dice Aurora Navarro, que tambi¨¦n ha hecho la dramaturgia: una madre asfixiante, una protectora de sus hijos, una especie de ara?a migale que va encerr¨¢ndolos en su tela, que quiere encerrarlos en jaulitas para que no crezcan y no se expongan a la vida. El texto sigue siendo importante. Y la direcci¨®n, de Manuel Fern¨¢ndez ?lvarez, da relieve a la interpretaci¨®n y al espect¨¢culo.
Los mismos diez a?os que el local los cumple su compa?¨ªa titular, La Torre Infiel. Abnegados, valientes defensores de una forma de cultura en un rinc¨®n madrile?o, entre viejo y nuevo, no deben conformarse s¨®lo con su poblaci¨®n y, en efecto, conviene pasar el r¨ªo para verles.
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