Curiosa intransigencia
El p¨²blico bilba¨ªno, que goza fama de intransigente, tiene una curiosa manera de manifestar su intransigencia y consiste en pasarse la tarde aplaudiendo.Tambi¨¦n goza fama de torista el p¨²blico bilba¨ªno y lo demuestra dando por buenos todos los toros que ve salir por los chiqueros.
Esta original forma de no transigir, este exclusivo talante torista sin precedentes conocidos, parecer¨¢ surrealismo, pero no hay tal cosa, si se estudia detenidamente la cuesti¨®n.
El talante torista del p¨²blico bilba¨ªno es como el del mujeriego. Al mujeriego le valen todas las mujeres; a los toristas bilba¨ªnos todos los toros.
Y, una vez aparece el toro, se pone a aplaudir. Podr¨ªa ponerse a gritar; a denunciar invalideces del ganado, o picos, ventajismos, ratoner¨ªas y fingimientos tremendistas de los toreros, pero eso ser¨ªa ofender el car¨¢cter exclusivo de la fiesta de toros en Bilbao.La intransigencia del p¨²blico bilba¨ªno no se limita a aplaudir sino que, adem¨¢s, pide m¨²sica. Apenas el torero ensaya los primeros pases de muleta, ya est¨¢ armando gran alboroto para que suene. Y entonces va la banda e interpreta las m¨¢s escogidas piezas de su variado repertorio.
Torrealta / Joselito, Ponce, Puerto
Toros de Torrealta (uno rechazado en el reconocimiento) y 1? deLaurentino Carrascosa, bien presentados en general, flojos, varios inv¨¢lidos, aborregados y plomizos. Joselito: estocada trasera a toro arrancado (aplausos y saludos); media ladeada y rueda de peones (palmas y saluda). Enrique Ponce: estocada (oreja); aviso con retraso antes de matar, pinchazo, estocada trasera ca¨ªda y rueda de peones (ovaci¨®n y salida al tercio). V¨ªctor Puerto: estocada corta ca¨ªda y rueda de peones (oreja); pinchazo hondo bajo, dos descabellos y se echa el toro (aplausos y saludos). El pe¨®n Venancio Venero sufri¨® una cornada grave en el brazo derecho -que no afecta a arterias- al intentar apuntillar al 6?. Plaza. de Vista Alegre, 19 de agosto. 4? corrida de feria. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
La banda toca con gusto. Y ataca los pasodobles con inusitado br¨ªo. Los contundentes pasodobles de la banda y los estruendosos aplausos del p¨²blico componen una sinfon¨ªa triunfal de alcance c¨®smico, que llega a Archanda.
Hay quienes sostienen que con los pasodobles las faenas de los toreros mejoran. Seg¨²n otra versi¨®n, las faenas de los toreros, sin la plenitud arm¨®nica de los vibrantes pasodobles y sus gloriosos ecos, se quedar¨ªan en nada y no tendr¨ªan aprecio.Seguramente es una exageraci¨®n. Las faenas de muleta gustan en s¨ª mismas, si valen, y si dejan de valer no hay fuerza de la naturaleza que las haga digeribles. De esa segunda condici¨®n se produjeron muchas en la tarde de autos y de pasodobles. Pases pegaron los toreros a manta, pero de calidad, apenas media docena, y eso si se califican con inmoderado optimismo.
V¨ªctor Puerto realiz¨® un buen quite a la ver¨®nica en el segundo toro y en el tercero cuaj¨® dos tandas de redondos con estricto cumplimiento de las reglas del arte, que resultaron muy sabrosas. Luego la faena se le vino un poco abajo porque el toro perdi¨® la embestida.
La embestida del sexto toro era de burro, y V¨ªctor Puerto, que lo hab¨ªa recibido por largas cambiadas, se empe?¨® en torearlo, a costa de numerosos desarmes y achuchones. Al pe¨®n Venancio Venero a¨²n le fue peor: cuando iba a apuntillarlo, el toro -imprevisible y traicionero- se levant¨® de s¨²bito y le corne¨® un brazo.
Los restantes toros se cayeron mucho, se comportaron como borregos. Seguramente lo eran y de toros ¨²nicamente tra¨ªan la fachada. Enrique Ponce dio infinidad de pases a los de su lote. Con acad¨¦mica apostura en su primero, lo que le vali¨® una oreja; a destajo al quinto, que no se ten¨ªa en pie.
La invalidez de los toros no es ¨®bice para que Enrique Ponce satisfaga su incontenible vocaci¨®n pegapasista. Cuanto m¨¢s inv¨¢lido est¨¢ un toro m¨¢s pases le da. Y a ese quinto, tullido y alma en pena, a¨²n le estar¨ªa pegando derechazos si no es por el presidente, que le envi¨® un aviso.
Tambi¨¦n estaba pegapasista Joselito aunque en versi¨®n estrafalaria. Encorsetado, ajeno al sentido del temple, precavido y pl¨²mbeo, vaciaba lejos el mortecino caminar de sus aborregados inv¨¢lidos, desacompasaba los muletazos, se suced¨ªan los enganchones. Y el p¨²blico de Bilbao le dio su merecido. El p¨²blico de Bilbao hizo as¨ª, se puso a aplaudir y hasta pidi¨® m¨²sica, para que supiera lo que vale un peine. Es terrible este torista e intransigente p¨²blico de Bilbao.
Babelia
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