Jazz blanco y ciego
La vida cultural espa?ola despu¨¦s de la guerra se desarroll¨® como en una fotograf¨ªa, en una dimensi¨®n plana; imposible la profundidad, el fotograma aumentaba seg¨²n las aportaciones que se le sumaban por las periferias culturales. En el centro de la foto Franco, Franco, Franco, En Flandes se ha puesto el sol, De rodillas se?or ante el Sagrario que guarda cuanto queda de amor y de verdad.De pronto, a este n¨²cleo duro se le a?ad¨ªa alguna traducci¨®n literaria extranjera imprevista, alguna recuperaci¨®n de nuestro propio patrimonio heterodoxo, vanguardias entre l¨ªneas o palabras y sonidos, Brassens, que nada ten¨ªan que ver con la grandilocuente sordera de la cultura oficial. Y as¨ª el jazz qued¨® como una extranjer¨ªa sospechosa alimentada por grupos de adictos, como hermanos masones de un di¨¢logo entre instrumentos sobre el vac¨ªo de la oscuridad, los salones en penumbra, la noche, la noche complicando la soledad. Los renacentistas descubrieron la melancol¨ªa y le dieron el car¨¢cter de prueba del negativo del humanismo, la tristeza del hombre sabedor de la incerteza de su destino, la tristeza del hombre desprovidencializado.
El jazz era un concierto entre melancol¨ªas, voces instrumentales en las que el piano ten¨ªa voluntad de hegemon¨ªa a costa de la modestia ensimismada de los dem¨¢s instrumentos. Elegantes u oscuros, los pianistas de jazz ven¨ªan del ragtime y quer¨ªan olvidar su origen para ser el Chopin de la nueva est¨¦tica o raza musical y lo consiguieron gracias a Art Tatum o Thelonious Monk. Luego Tristano, Garner, Ellington, Count Basie, abrieron caminos para sucesivas melancol¨ªas que llegaban a las catacumbas espa?olas del jazz casi como propaganda clandestina de una utop¨ªa: un mundo futuro sin himnos y de m¨²sicas divagantes.
Tete Montoliu emergi¨® de aquellas catacumbas en el comienzo de la reconstrucci¨®n de la raz¨®n democr¨¢tica, en los a?os sesenta. Barcelona estaba creando un tejido social parademocr¨¢tico y aquel -pianista de Jazz, blanco y ciego, sin una declaraci¨®n expl¨ªcita de rebeli¨®n, significaba un elemento a?adido a la fotograf¨ªa de la poquedad cultural, y es que en cierto sentido hay que colocar a Tete Montoliu como s¨ªntoma al la do de la recuperaci¨®n de todas las conciencias cr¨ªticas y sus vanguardias. Ecl¨¦ctico, t¨¦cnicamente pragm¨¢tico, doblemente ensimismado por ciego y por jazzman, Tete estaba fatalmente llamado a ser algo m¨¢s que un m¨²sico, y as¨ª fue un s¨ªmbolo del mejor cosmopolitismo cultural de una Barcelona que a trav¨¦s de Jamboree convirti¨® el jazz en la m¨²sica de fondo de los desconciertos et¨ªlicos de todas las gauches que se han hecho y se han deshecho.
Tete Montoliu al piano, jazz blanco pero ciego; Jaime Gil de Biedma hablando de Jorge Guill¨¦n o del - Harper's Bazar, Pijoaparte meti¨¦ndole mano a una especialista en Pijos Aparte y el piano jugueteando con la evidencia de que tampoco hoy, ni siquiera. esta noche, ser¨¢ el octavo d¨ªa de la semana. Las muecas, en el rostro de Tete estaban dirigidas a s¨ª mismo. Los ciegos se hablan a si mismos mediante muecas, como si, fueran mudos.
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