La muchacha que pudo ser Emmanuelle (26)
El mito de la cavernaPor MANUEL V?ZQUEZ MONTALB?N
QUE ESTE CASO SE ME COMPLICA, puede ser. Pero voy a hacerle un resumen a Vd. Carvalho y a la abogada de oficio. Esa desgraciada, Helga, la muchacha que pudo ser Emmanuelle, se tropieza con su antiguo amor. Los mejores a?os de su vida. La juventud, ella es una v¨ªctima de la bebida y ¨¦l de la metaf¨ªsica. Angustias concretas, abstractas y la vagabunda vuelve al para¨ªso de la juventud, la pureza, la generosidad, ayuda a Rocco, tal vez piense en volver a empezar otra vida. Y luego aparece muerta, salvaje y calculadamente muerta. Bien. Ha podido ser cualquier vagabundo, Cayetano por ejemplo, despechado por la llegada del otro.Rodr¨ªguez cabecea dubitativo.
-Cayetano ayudaba a Rocco. Yo estuve con ¨¦l aquella tarde en que quer¨ªa localizarlo.
-?Qu¨¦ viste? ?Qu¨¦ o¨ªste? Lo que Cayetano quiso que vieras y oyeras. Pudo prepararlo todo para quedar a salvo de cualquier sospecha. Lo cierto es que ¨¦l es un candidato serio a la autor¨ªa de los dos cr¨ªmenes.
-?Y la due?a de La Dolce Vita?
Lifante dedica a Carvalho media mirada y contesta, sin afrontarle:
-?Qu¨¦ tiene que ver el culo con las t¨¦mporas? Sobredosis.
-La ¨²nica sobredosis que se le conoc¨ªa a Pepita de Calahorra era la de bocadillos de at¨²n con mayonesa, vino de M¨¢laga y copas en general para alternar.
Lifante pasa por encima del cad¨¢ver de Pepita de Calahorra y del de Carvalho.
-Pero ?qu¨¦ vagabundo est¨¢ en condiciones de matarla en un sitio, trasladarla a otro? ?Varios? ?Un ajuste de cuentas? Cayetano tuvo c¨®mplices para el traslado del cad¨¢ver. Hay que apretarle las clavijas. Eso es todo. No tiene salida.
Llaman a Lifante desde arriba, se?ala Celso Cifuentes las alturas, como si se?alara la segunda residencia de un Dios Padre. En cuanto se va el inspector, sobre Carvalho se concentran las miradas expulsadoras de los polic¨ªas, miradas que Carvalho no da por recibidas.
-Si espera algo, esp¨¦relo fuera.
Le se?alan el pasillo y a ¨¦l se va Carvalho, dejando a la rubita abandonada a su voluntad vigilante del interrogatorio. Se saca un puro del bolsillo derecho de la chaqueta y lo enciende con parsimonia, estudia el ascua, se deja hipnotizar por la brasa en la penumbra, casi oscuridad del pasillo a donde se abren los despachos. Lifante ya est¨¢ en presencia de los jefes, no es el jefe s¨®lo, son los jefes. Al parecer el caso de la vagabunda ha vuelto a necesitar un c¨®nclave.
-?A Vd. nunca se la han metido doblada?
-Si lo que Vd. quiere insinuar es si alguna vez me han dado por culo, no se?or. -Hay muchas maneras de dar por culo. Nos la han metido doblada, Lifante. Del caso de la vagabunda asesinada y de Rocco Cavalcanti s¨®lo conocemos las sombras que nos han dejado ver y hay que terminar cuanto antes con este embarazoso asunto. ?Qu¨¦ probabilidades hay de que el asesinato de la propietaria de La Dolce Vita tenga algo que ver?
-Todas.
-Corte por lo sano.
-Necesito que no aparezcan m¨¢s cad¨¢veres.
-Eso podemos garantizarlo, pero necesitamos un asesino obvio, de esos que no invitan a ir m¨¢s all¨¢. ?Comprende?
-Har¨¦ lo que pueda.
En la antesala del jefe otra vez un gordo que le parece familiar, como si fuera un gordo de la plantilla, de la plantilla por ser gordo. Vuelve Lifante a su despacho con la cabeza de huevo iluminada por las consignas. La cabeza de Lifante parece una l¨¢mpara globo de dise?o n¨®rdico. Le fastidia que Carvalho le espere, que le aborde.
-Vd. sabe que todo esto lo ha movido un cuerpo operativo especial.
-A m¨ª no me consta que exista ese cuerpo operativo especial. Los hechos son los hechos. Las personas y las situaciones emiten se?ales y yo deduzco.
-Vd. ve lo que quieren que vea. Vd. y yo estamos a dos pasos dentro de la misma situaci¨®n. Los dos estamos en la misma caverna, Lifante. ?Recuerda el mito de la caverna? Los due?os de la realidad nos dejan ver las sobras de la realidad, a Vd. le llegan mediante se?ales, se?ales que les sobran. A m¨ª me llegan sensaciones, gestos, basura l¨®gica, desechos l¨®gicos. En cuanto te acercas al poder, la cosa se complica y no s¨®lo para m¨ª. Veo que Vd. no s¨®lo no sabe nada de nada, sino que no sabe que no sabe nada de nada. Me lleva ventaja.
-?Cu¨¢l?
-Que Vd. puede comerse este marr¨®n sin ponerse enfermo porque obedece ¨®rdenes de arriba. Pero yo tengo que proteger a mi cliente. ?Va a ser ella la pr¨®xima v¨ªctima?
-?Qui¨¦n es ella?
-Dorotea Samuelson.
-No habr¨¢ m¨¢s v¨ªctimas.
-Dorotea Samuelson y Dieste, el actor.
-Que se est¨¦n calladitos y no habr¨¢ m¨¢s v¨ªctimas. Calladitos ellos y Vd. De acuerdo en que yo no s¨¦ todo lo que quiero saber, pero Vd. no vaya largando por ah¨ª lo que no sabe. ?Entendido?
Le da la espalda, pero antes de juntarse con su grupo, Lifante se vuelve hacia Carvalho, decidido a acabarse el puro sentado en el pasillo. El inspector le mira el puro. Le mira a ¨¦l.
-Es un Partag¨¢s "Gran Connaisseur" y un puro as¨ª no me lo voy a fumar por la calle. En la calle los puros no se huelen.
-Alg¨²n d¨ªa hablaremos sobre el mito de la caverna. No me ha impresionado. Yo elijo los casos en los que voy a cien. Este no se merece Ir a cien. S¨®lo necesito un culpable. Todo sobre todo no se puede saber nunca.
-Una vez se lo cont¨¦ creo, que a otro polic¨ªa. Te pasas la vida como un gusano recorriendo el haz de una hoja animado a descubrir qu¨¦ hay al otro lado. ?Qu¨¦ hay? El env¨¦s. Y como un gusano te arrastras para ver qu¨¦ hay m¨¢s all¨¢ del env¨¦s. ?Qu¨¦ hay?
-El haz. Bonita met¨¢fora. ?Es suya?
-No. De Kasantzakis o de Zorba el Griego. Es lo mismo.
Se encoge de hombros Lifante, penetra en el despacho, se acerca a la ventana y ve c¨®mo el Jefe Superior sale de la Central a paso r¨¢pido, con una agilidad que mal secunda el gordo que le sigue. El jefe rechaz¨® cualquier intervenci¨®n de los guardias de la puerta, le bastaba con un simple gesto de cabeza. Fue hacia su coche. El gordo se precipit¨® para abrirle la puerta y antes de que subiera a ¨¦l, el gordo trat¨® de darle la mano, mano que fue aceptada.
-Es la ¨²ltima vez que nos vemos y exijo de Vd. un acuerdo. No quiero enterarme qu¨¦ papel ha jugado Vd. en todo lo sucedido, pero no quiero que siga jugando ning¨²n otro. Todo va a quedar en un acto delictivo entre vagabundos, hay suficientes indicios. Pero ah¨ª est¨¢ todo. Ni uno m¨¢s. Basta. ?Entendido?
-Palabra de caballero cadete de la Marina argentina.
Se hab¨ªa llevado Aquiles la mano al coraz¨®n. Lifante regresa de la ventana y recupera el cuadro. Cayetano de pie con cara de borrego degollado, la abogada de oficio sentada con el culo en el canto de una silla, la falda estirada sobre las rodillas, el bolso protegido por las dos manos. Los polic¨ªas mirando algo, propio o ajeno, las u?as, un lejano calendario, el resol contra la fachada del callej¨®n trasero.
-Yo dicto una confesi¨®n, una hip¨®tesis de confesi¨®n, Cayetano, y si te gusta la suscribes, si no te gusta te acoges a tus derechos constitucionales y volvemos a empezar o dejamos la cosa en manos del juez. Todo te se?ala a t¨ª como el autor al menos de la muerte de Palita y la l¨®gica de la situaci¨®n conduce a que tambi¨¦n te cargaras a Rocco. Comprendo, todos comprendemos, que estabas cargado de pasi¨®n, de resentimiento, de indignaci¨®n justificable. No te hagas el entero, Cayetano, que de entero no tienes nada, que, despu¨¦s de lo que ha pasado, en la calle no duras ni dos d¨ªas.
Salt¨® la abogada.
-?Qu¨¦ insin¨²a, Sr. Lifante? ?A qu¨¦ peligros recurre para presionar a mi cliente? ?Qu¨¦ sabe Vd.?
-Cayetano sabe, mejor que yo y que Vd., que despu¨¦s de lo ocurrido, en la calle, lo va a pasar mal. Expl¨ªcaselo, Cayetano.
Hay p¨¢nico en los ojos del mendigo y estalla en sollozos, babas y gritos.
-?Es verdad! ?Fui yo! ?Fui yo!
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