Disneylandia
Parec¨ªa Disneylandia. A los toros s¨®lo les faltaba hablar.Se dice toro con la debida precauci¨®n, pidiendo excusas y mejorando lo presente. Durante la corrida alguien grit¨®: "?Vaya birria de toro!" y se revolvi¨® indignado otro espectador, que voce¨® a su vez: "?Qui¨¦n es el insensato que ha llamado toro a esa birria?"
Algunos juraban que jam¨¢s los hab¨ªan visto tan peque?os. Siempre se exagera, claro. De todos modos deber¨ªan irse acostumbrando pues tal como va la fiesta a¨²n los habr¨¢n de ver m¨¢s chicos.
Peque?ines y mochitos, resultaban enternecedores. Los ve Walt Disney y los pinta y los pone a conversar con acento argentino.
Curro se hizo presente con el capote y apenas nada sucedi¨®. El torito chiquit¨ªn le miraba perplejo. Tom¨® luego Curro la muleta y no brind¨® a la Condesa de Barcelona, madre del Rey, que hab¨ªa acudido al festejo. Cuando hay confianza ya se sabe. En cambio David Luguillano y Jos¨¦ Tom¨¢s cumplieron el protocolo y s¨ª la brindaron. Aseguran los expertos en realeza y tauromaquia que la madre del Rey es currista y por eso suele acudir a los toros cuando torea Curro Romero.
Algarra / Romero, Luguillano, Tom¨¢s
Toros de Luis Algarra, diminutosimpresentables, mochos sospechosos de afeitado, flojos, d¨®ciles. Curro Romero: pinchazo delantero ca¨ªdo, media delantera y descabello (silencio); estocada corta baja y dos descabellos (silendio). David Luguillano: pinchazo y bajonazo descarado (aplausos y tambi¨¦n algunos pitos cuando saluda); estocada corta perpendicular y rueda de peones (aplausos y saludos). Jos¨¦ Tom¨¢s: estocada y rueda de peones (escasa petici¨®n, ovaci¨®n y salida a los medios); estocada muy trasera; se le perdon¨® un aviso (dos orejas). Asisti¨® al festejo la Condesa de Barcelona, madre del Rey. Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 29 de agosto. 6 a corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Metido ya en faena, Curro Romero se colocaba fuera de cacho -que llaman- y as¨ª no pod¨ªa ser: daba un pase con el pico y el animalito, se quedaba a medio camino o, perdida la gu¨ªa, se le ven¨ªa encima. No mucho: un poquito nada m¨¢s. El cuarto, harto " de esta perra vida y del veterano coletudo que ten¨ªa delante y la representaba, hac¨ªa caso omiso de la muleta para acudir al refugio de las tablas. El veterano coletudo lo mat¨® malamente y dio la impresi¨®n de que comet¨ªa un infanticidio.
Hay s¨®rdidos lances -entre ellos el mencionado- que repugnan al sentido com¨²n, a la caballerosidad y a la decencia.
Salt¨® a la arena bullicioso y juguet¨®n el segundo, y un espectador de sol hizo una llamada al orden: "M¨¢s seriedad, que ha venido la madre!"
Era tarde ya para la seriedad. Lo previsto habr¨ªa de suceder. Y sucedi¨® fatalmente.
Los toritos diminutos daban ganas de cogerlos en brazos y achucharlos en el regazo. Los picadores, en cambio, que son muy suyos, iban y les pegaban un puyazo. Qu¨¦ barbaridad. Ser¨ªan testimoniales los puyazos mas no cabe duda de que no merec¨ªan seme ante castigo los peque?ines. Uno le protest¨® vehementemente al malencarado individuo del castore?o:
-Vos sos boludo.
Nada pod¨ªa tener inter¨¦s salvo que se produjeran destellos de arte y eso s¨®lo habr¨ªa de ser por milagro divino. Evidentemente no lo hubo. David Luguillano se esforzaba en invocar efluvios m¨¢gicos, se aflamencaba para ello, peg¨® algunos redondos de larga y templada factura, fingi¨® arrojo, agarr¨® costillares. Y ni por esas.
Resolvi¨® Jos¨¦ Tom¨¢s ejercitar el toreo puro sin trampa ni cart¨®n y tampoco lograba el efecto: el toreo puro sin trampa ni cart¨®n, sin toro, es inimaginable.
Varios apuros pas¨®, algunos acosones sufri¨®, un pitonazo incruento recibi¨® Jos¨¦ Tom¨¢s en su primera faena, que le sal¨ªa confusa y atropellada. En la segunda, en cambio, tore¨® como quien lava por redondos, por naturales, por arriba y por abajo, de frente y de espaldas, en la giraldilla y en la manoletina. Y le premiaron con dos orejas.
Ese sexto toro (con perd¨®n) aseguraban los aficionados que nunca lo hab¨ªan visto tan diminuto. Desde luego era el m¨¢s chiquit¨ªn del canasto y apetec¨ªa llev¨¢rselo a casa. Llega a verlo Walt Disney, y le da un papel en Blancanieves y los siete enanitos.
Babelia
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