El fiscal pide 84 a?os para la pareja que descuartiz¨® y secuestr¨® a un joyero
El 20 de abril de 1995, en la finca Los Pradillos, junto a la carretera de Guadarrama, en Cercedilla, dos agentes de la Polic¨ªa Cient¨ªfica, acompa?ados de la juez de Villalba, desenterraron el cad¨¢ver descuartizado de un hombre. Treinta trozos que correspond¨ªan a Andr¨¦s Crespo Arias, de 41 a?os, ex director comercial de la joyer¨ªa Vadacris y presidente honorario de la Asociaci¨®n de Representantes de Comercio de Madrid. Unas horas antes hab¨ªan sido detenidos por el crimen Alcira Susana Calvito de las B¨¢rcenas, de 43 a?os, y Jos¨¦ Roberto Morales G¨®mez, de 51, una extra?a y violenta pareja de argentinos que viv¨ªa en un chal¨¦ de lujo de El Soto de La Moraleja (Alcobendas). La resoluci¨®n del caso, con la detenci¨®n de los sospechosos y la recuperaci¨®n del cad¨¢ver, no acab¨® con las inc¨®gnitas que rodearon este suceso en el que se combinaron de forma abrupta el robo, el secuestro y el crimen.Ahora, dos a?os despu¨¦s de una, intensa investigaci¨®n, las pesquisas judiciales han entrado en su recta final y el fiscal ha presentado una acusaci¨®n que destapa c¨®mo los acusados actuaron siguiendo el hilo de un plan perfectamente urdido y que, escenificado como un secuestro, s¨®lo persegu¨ªa el enriquecimiento. Una trama que el ministerio p¨²blico revela punto por punto en un escrito al que ha tenido acceso EL PA?S y en el que solicita para cada acusado una pena de 27 a?os de prisi¨®n por asesinato, 12 a?os por detenci¨®n ilegal (secuestro), dos a?os por robo con violencia e intimidaci¨®n y un a?o por tenencia il¨ªcita de armas (en total, 84 a?os de c¨¢rcel). Pero pese al relato fiscal, la relaci¨®n entre la v¨ªctima y sus asesinos a¨²n no ha sido aclarada. En los d¨ªas posteriores a la resoluci¨®n del caso, la polic¨ªa aventur¨® que Morales, que se declar¨® ex polic¨ªa argentino, hab¨ªa podido trabajar como empleado de Crespo en una empresa de bater¨ªas de cocina.
PASA A LA P?GINA 3
La acusaci¨®n mantiene que el joyero empez¨® a ser degollado cuando a¨²n estaba con vida
VIENE DE LA P?GINA 1Otra conexi¨®n proced¨ªa de la cafeter¨ªa-charcuter¨ªa Chips, que los dos inculpados abrieron en la calle de Alenza, 30 (Chamber¨ª), en noviembre de 1994, y que result¨® un fiasco que les dej¨® con m¨¢s de 12 millones de pesetas en deudas. All¨ª cabe la posibilidad de que Crespo, un hombre jovial y abierto, trabase relaci¨®n con la pareja y que esta viese en ¨¦l un hombre rico (no lo era) cuyo dinero pod¨ªa servirles para saldar sus deudas. Es una hip¨®tesis, con todo, que el fiscal no contempla.
En su escrito, el ministerio p¨²blico da por hecho que la pareja, "con el ardid de hablar de negocios" y siguiendo un plan previamente trazado, se cit¨® con Crespo a las 22.45 del 12 de abril de 1995 en Madrid: "Una vez se person¨® Andr¨¦s Crespo en el lugar acordado, los procesados le obligaron a subir al veh¨ªculo en que aqu¨¦l se hab¨ªa desplazado y se trasladaron hasta el domicilio de los acusados, un chalet ubicado en la calle del Jazm¨ªn, n¨²mero 28, de La Moraleja. Llegaron a las 23.15".
Una vez en la vivienda, la pareja exigi¨® a Andr¨¦s que le entregara su tarjeta de cr¨¦dito de Caja Madrid y que le dijese cu¨¢l era su n¨²mero secreto. Logrado esto, Susana Calvito cogi¨® el coche de la v¨ªctima y, siempre seg¨²n el relato del fiscal, se traslad¨® hasta la calle de Claudio Coello, donde a las tres de la madrugada sac¨® con la tarjeta robada 35.000 pesetas de un cajero autom¨¢tico. Luego, abandon¨® el coche en la calle de Aguill¨®n (Arganzuela) y se desplaz¨® en taxi hasta La Moraleja.
Cuarenta minutos despu¨¦s, en casa de Eufemia Crespo Arias, hermana de Andr¨¦s, sonaba el tel¨¦fono. "?Femi, estoy secuestrado, estoy secuestrado!". Eufemia acababa de escuchar por el auricular de su tel¨¦fono el entrecortado mensaje de Andr¨¦s. La mujer, antes de que la comunicaci¨®n acabase, pudo preguntarle a su hermano d¨®nde estaba. Una voz impidi¨®, bajo amenaza de muerte, la respuesta.
Dos minutos despu¨¦s, la misma voz de hombre llamaba a Eufemia para dejar el siguiente mensaje: "Andr¨¦s, su hermano, est¨¢ secuestrado. Pedimos un mill¨®n de d¨®lares antes del martes. Siga las instrucciones, no avise a la polic¨ªa ni a amistades, porque si no le mataremos y extenderemos sus trozos por todo Madrid".
Asesinato en la ba?era
Ese mismo d¨ªa, los procesados dieron muerte a Andr¨¦s. De forma cruel y sangrienta. Le llevaron hasta la ba?era de su exquisito cuarto de ba?o, le golpearon la cabeza. y procedieron con un cuchillo a degollarle y luego le desmembraron.
La acusaci¨®n particular, representada por el abogado Luis Mar¨ªa Gerez, sostiene que Andr¨¦s fue degollado cuando a¨²n estaba con vida. Esta afirmaci¨®n se basa en la autopsia. El informe forense, que destaca la destreza del descuartizador -"ten¨ªa un conocimiento previo de las estructuras e incluso de las relaciones anat¨®micas"-, afirma que, pese al golpe en la cabeza que recibi¨® Andr¨¦s, la causa de su muerte fue un infarto agudo de miocardio debido a una "situaci¨®n de estr¨¦s mantenida". Este infarto, a tenor de la tesis de la acusaci¨®n, le pudo sobrevenir al empezar a ser degollado. Prueba de ello ser¨ªa un escalofriante dato de la autopsia: de todas las incisiones de arma blanca efectuadas en el cuerpo, las ¨²nicas que presentan signos de vitalidad (esto es, que muestran que el hombre estaba a¨²n vivo) son las de la cabeza y el cuello.
Tras el crimen, los acusados aprovecharon el d¨ªa para distribuir los restos de Andr¨¦s en tres bolsas. Por la noche llamaron un taxi. El transporte lleg¨® sobre las 23.00. Morales sali¨® y, desde la puerta, le pidi¨® al conductor que esperase un momento. Al cabo de unos 10 minutos, seg¨²n el relato del taxista, el hombre baj¨® con una bolsa pesada. El taxista se ofreci¨® a ayudarle. Pero Morales se neg¨® y, con ayuda de su mujer, meti¨® el bulto en el maletero. Acto seguido repitieron la operaci¨®n hasta introducir las dos bolsas restantes.
Una vecina contempl¨® con curiosidad la escena. Pero enseguida se extra?¨® de que, siendo v¨ªspera de Semana Santa y emprendiendo lo que parec¨ªa un viaje, la pareja argentina dejase la luz de su cuarto de ba?o encendida. Tambi¨¦n le asombr¨® que no cerrasen con candado la puerta y, sobre todo, que dejasen sueltos por el jard¨ªn a sus perros, tres huskies y un callejero. Susana, incluso, despu¨¦s de dejar en el taxi las bolsas con los restos de Andr¨¦s, se permiti¨® dar inmensos besos a sus canes.
El taxi les condujo hasta la finca Los Pradillos, en Cercedilla. Pag¨® la mujer (9.500 pesetas), mientras el marido descargaba las bolsas. El ¨²ltimo recuerdo que conserva el taxista de la pareja qued¨® reflejado en su retrovisor mientras se marchaba: ambos permanec¨ªan parados, de pie junto a las bolsas, en la oscuridad de una carretera comarcal.
El fiscal sostiene que a continuaci¨®n entraron en la finca Los Pradillos (a tan s¨®lo un kil¨®metro de la Unidad Especial de Intervenci¨®n de la Guardia Civil). All¨ª, detr¨¢s de una pared de canter¨ªa, cavaron una fosa donde enterraron los restos del cad¨¢ver.
Hecho el trabajo, se dirigieron andando hasta el hostal Piqu¨ªo, en Guadarrama. Eran las cuatro de la madrugada cuando entraron. Atend¨ªa la barra Luis Bartolom¨¦. Seg¨²n su testimonio, la pareja se mostr¨® simp¨¢tica y animada tras su paseo por el fr¨ªo. Dijeron que eran argentinos, pidieron un cortado y dieron charla al camarero. ?ste, animado, les habl¨® del cantautor argentino Alberto Silva. Aquello no le gust¨® a Morales: "Ese es uno de los argentinos que echan por tierra nuestro pa¨ªs", sentenci¨®. Acto seguido, pidieron un taxi. El conductor, Amalio Esteban, les llev¨® hasta Chamart¨ªn, adonde llegaron a las cinco de la madrugada.
Muerto Crespo, los acusados siguieron con la farsa del secuestro. Desde el 14 al 19 de abril llamaron 12 a la hermana de la v¨ªctima, y en una ocasi¨®n a su compa?era. Exig¨ªan un mill¨®n de d¨®lares en billetes sin marcar por la liberaci¨®n de Andr¨¦s, que se efectuar¨ªa pasados 20 d¨ªas del pago. Se trataba de una cantidad exagerada para la familia, que apenas consigui¨® recaudar 60 millones de pesetas.
La Brigada de Polic¨ªa Judicial, informada de los hechos, entr¨® en acci¨®n. De acuerdo con Telef¨®nica, estableci¨® un sistema para determinar la procedencia de las llamadas. Todas eran efectuadas desde cabinas telef¨®nicas. Los agentes, en un masivo despliegue, se repartieron por las cabinas de la ciudad. Vestidos de paisano, vigilaban la entrada de los ciudadanos y sus llamadas.
"Andr¨¦s est¨¢ muy bien"
El sistema para sorprender a los secuestradores era sencillo: cada agente estaba conectado a una central que les avisaba del momento exacto en que se recib¨ªa una llamada de los secuestradores en casa de los familiares de Andr¨¦s. La central tambi¨¦n les informaba al, segundo del instante en que la comunicaci¨®n acababa. Este m¨¦todo de discriminaci¨®n dio sus frutos a las 18.50 del 19 de abril. En una cabina del paseo de la Castellana, esquina a la calle de Almagro, entr¨® un hombre que marc¨®, habl¨® y colg¨®. La comunicaci¨®n coincidi¨® con una llamada a casa de la familia de Andr¨¦s. Salt¨® la alarma.
El hombre sali¨® y, acompa?ado de una mujer, se march¨® andando. Los agentes les siguieron discretamente, pero los perseguidos se percataron. Morales meti¨® su mano derecha en la americana, hacia su rev¨®lver Pucara, del calibre 32. Los agentes saltaron y, tras un dur¨ªsimo forcejeo, detuvieron a la pareja. En su poder hallaron un folio con los tel¨¦fonos de la familia de la v¨ªctima, y con un texto escrito en balanceantes may¨²sculas que, adem¨¢s de insistir en el pago del rescate, dec¨ªa: "Andr¨¦s est¨¢ muy bien, un poco preocupado; tiene una habitaci¨®n con aseo para ¨¦l solo, est¨¢ casi como en casa".
Cuarro horas despu¨¦s, Susana Calvito acompa?¨® a la polic¨ªa al lugar donde se encontraban enterrados los restos de Andr¨¦s Crespo. Desde entonces, ambos acusados permanecen encarcelados.
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