Cinefilia

En uno de sus temas m¨¢s hilarantes, Les Luthiers pasaban revista a un supuesto Gobierno militar suramericano en el que todas las carteras ministeriales estaban en manos de generales. Todas menos una: la de Cultura. Al llegar a este asunto, las voces campanudas de estos humoristas musicales argentinos nos informaban de que el elegido para el cargo era un suboficial chusquero.Esta sarc¨¢stica composici¨®n de Les Luthiers me vino la otra tarde a la cabeza mientras ve¨ªa por televisi¨®n a la responsable de Cultura, Esperanza Aguirre, hablando de cine. A preguntas de los periodistas, la ministra contestaba que le hab¨ªa gustado mucho la ¨²ltima pel¨ªcula del director de Boca a boca, pero que no recordaba ni el t¨ªtulo del filme ni el nombre del cineasta; o que ten¨ªa muchas ganas de ver una pe l¨ªcula en cartel, dirigida por vaya usted a saber qui¨¦n, que ten¨ªa un t¨ªtulo muy po¨¦tico que, lamentable mente, no le sal¨ªa en ese momento; o que no sab¨ªa que el melenudo delirante de El d¨ªa de la bestia se llamaba Santiago Segura... "Soy muy mala para los nombres", se disculpaba la ministra.

Si Mayor Oreja describiera a Arzalluz como "ese calvo col¨¦rico que pas¨® por el seminario y cuyo nombre se me escapa", se armar¨ªa un buen cirio. Pero como esto de la cultura nos importa un r¨¢bano, ponemos al frente del asunto a alguien que va al cine a pasar el rato.

Espero con ansia las opiniones de la ministra sobre el arte contempor¨¢neo y le propongo la siguiente descripci¨®n de Miquel Barcel¨®: "Pintor canario que vive en Londres, pasa largas temporadas en un pa¨ªs asi¨¢tico cuyo, nombre no recuerdo y a veces se pone camisetas a rayas como las que llevaba aquel otro tan famoso, Pablo Nosequ¨¦, el que pint¨® el Portugalete, aquel cuadro que los vascos quieren colgar en el museo Rockefeller".