Un l¨ªmite del arte
Uno comprueba la insuficiencia expresiva del lenguaje cuando se aparta un instante del artificio humano y se pone frente a la infinita gama de rojos y azules de una puesta de sol. Las palabras parecen un instrumento vers¨¢til y potente cuando se emplean en relaci¨®n a las sencillas complicaciones que son inherentes a la sociedad, y a veces ni eso; pero todo su sistema se desdibuja, su eficacia se desvanece cuando intentamos describir momentos llenos de naturaleza.Una puesta de sol es ¨²nica. Nunca se repite. Nunca es igual, y tampoco puede ser recogida por otra cosa que no sea nuestra sensiblidad. De nada sirve empapar nuestra retina del espect¨¢culo que estamos viendo al final de la tarde; luego, aunque cerremos los ojos e intentemos con vehemencia repetirlo en nuestra imaginaci¨®n, no vemos nada m¨¢s que un leve recuerdo de sensaciones. Que me perdonen los pintores de puestas de sol, pero creo que pierden el tiempo. Una puesta de sol hay que ir a verla o no ir, pero con ella no se juega. Quiero decir que escapa a cualquier l¨ªmite, aunque sea art¨ªstico, que se le pueda poner.
Una puesta de sol representa el l¨ªmite del arte y de la est¨¦tica humana. El arte tiene mucho de juego, de asociaci¨®n psicol¨®gica, de anarqu¨ªa controlada y de libertad del hombre para concebir lo que ve. Casi todo en la naturaleza puede sujetarse a la subjetividad humana y quedar elevado al car¨¢cter de obra de arte al pasar por el tamiz de la sensibilidad -y aqu¨ª entra el talento del artista-, pero una puesta de sol... es demasiado libre para retenerla ni siquiera en la mente. S¨®lo existe mientras dura.-
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