La riqueza de su legado discogr¨¢fico
Cuando Solti grab¨® sus primeros discos en 1947 no lo hizo como director sino como pianista. A lo largo de medio siglo el m¨²sico h¨²ngaro construy¨® su enorme discograf¨ªa, s¨®lo aventajada en n¨²mero de registros por la de Herbert von Karajan, de forma exclusiva para la compa?¨ªa Decca.El gran momento discogr¨¢fico le lleg¨® a Solti cuando dirigi¨®, entre 1958 y 1965, la primera grabaci¨®n completa en estudio de El anillo del nibelungo. La versi¨®n sorprendi¨® y dividi¨® a los cr¨ªticos. Los fuertes contrastes r¨ªtmicos y din¨¢micos de la batuta romp¨ªan con los moldes interpretativos al uso. Pero Solti no se equivoc¨® y sus posteriores grabaciones de ¨®peras wagnerianas confirmaron la validez de sus criterios. S¨®lo en El holand¨¦s errante los resultados quedaron por debajo de lo esperado. Cuando en 1995 grab¨® Los maestros cantores, Solti demostr¨® la incre¨ªble vitalidad de su direcci¨®n y la lucidez de sus concepciones musicales.
Las ¨®peras de Strauss y Mozart fueron otro de los puntos fuertes de su discograf¨ªa. Del primero, en especial Die Frau ohne Schatten, Salome y Elektra caracterizan el gusto de Solti por la sensualidad en el sonido orquestal y tambi¨¦n su fina percepci¨®n de las voces. En todos los casos se rode¨® de elencos suntuosos y cuid¨® hasta el m¨ªnimo detalle la elecci¨®n de las cantantes. Su Mozart, con especial relieve en Le Nozze di Figaro y Die Zauberfl?te, tiene una jugosidad r¨ªtmica y un calor l¨ªrico mucho m¨¢s atrayentes que el disciplinado y a veces fr¨ªo discurso de Karajan.
En los ¨²ltimos a?os Solti volvi¨® a la ¨®pera italiana. Si sus Rigoletto, Aida, Falstaff y Ballo de los 60 hab¨ªan mostrado la faceta m¨¢s nerviosa, teatral y latina de su batuta, el ¨²ltimo Otello, con Pl¨¢cido Domingo y Kiri Te Kanawa, y La traviata con la Gheorghiu revelan la completa madurez oper¨ªstica del maestro.
Vigor
Como director sinf¨®nico, Solti deja un legado impresionante con sus ciclos al frente de la Sinf¨®nica de Chicago, la orquesta que ¨¦l llev¨® a su m¨¢xima altura art¨ªstica. A diferencia de otros directores que con los a?os tienden a ralentizar la velocidad del tempo o a imprimir un cierto sosiego intelectual a sus versiones, el maestro h¨²ngaro jam¨¢s perdi¨® la espontaneidad, el brillo y el vigor de la juventud.
En el marco de sus registros, en Chicago hay que recordar su impetuoso ciclo de las sinfon¨ªas de Beethoven, el tenso y dram¨¢tico Brahms, el espectacular e incandescente Mahler o el ¨²ltimo Bruckner, que muchos consideran su m¨¢s profundo testamento discogr¨¢fico. Sin olvidar su contribuci¨®n a la m¨²sica del siglo XX, a trav¨¦s de un Bart¨®k con penetrante aroma popular y explosiva carga r¨ªtmica.
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