Chiappucci y Cipollini, el viejo y el bello
Hab¨ªa un corredor en la salida luciendo, como un ni?o con zapatos nuevos, una flamante maglia ciclamino [maillot fucsia en espa?ol], el tradicional atributo de los hombres m¨¢s r¨¢pidos del pelot¨®n. "Hacedme fotos", ped¨ªa a cualquiera que se acercara con una c¨¢mara. Seg¨²n denotaba su idioma era italiano, como no pod¨ªa ser de otra manara. Pero no era alto y espigado, tampoco al viento ondeaban rizos rubios a su alrededor; m¨¢s bien era bajito y renegrido, una gorra encasquetada hasta las cejas, estilo boina calada. No no era Mario Cipollini, el hombre m¨¢s r¨¢pido que su sombra, era Claudio Chiapucci, el escalador destroza pelotones. Pero c¨®mo, Claudio.-Ah, soy Chiappucci y siempre ser¨¦ Chiappucci hasta el final. En sprint y en monta?a.
Y una sonrisa de oreja a orea, de hombre que se ha encontrado a s¨ª mismo.
S¨ª, es Chiappucci, el hombre sorpresa, el Diablo; el ¨²nico capaz de ser generoso en cualquier situaci¨®n, hasta en un sprint en un circuito automovil¨ªstico. "Iba como Schumacher en la Ferrari. Y no gan¨¦ porque me encerraron por la izquierda". Chiappucci, el viejo de otra ¨¦poca -34 a?os cumplidos- super¨® sorprendentemente hasta al r¨¢pido Jalabert y termin¨® segundo. Como el l¨ªder de la regularidad, Michaelsen, tiene que llevar el maillot amarillo, al segundo le toca el fucsia, el de la clasificaci¨®n por puntos. "Es la primera vez que lo visto en Espa?a", dice orgulloso.
Evidentemente no pod¨ªa ser Cipollini, porque, entre otras razones, lleg¨® a 12 minutos del primero en la etapa de Estoril y, argumento m¨¢s convincente a¨²n, porque no apareci¨® por la salida. A esa hora deb¨ªa de estar ya aterrizando en Mil¨¢n. A las nueve de la ma?ana hab¨ªa cogido un vuelo sin vuelta en Lisboa. No para la resaca de Miss Italia, sino para meterse en la cama y cuidarse. Lo m¨¢s que se le vio en la Vuelta fue solo y descolgado, empujado a veces por su compa?ero Di Basco. En un comunicado hol¨®grafo de Claudio Corti, m¨¢nager de su equipo, el Saeco, se explica que estaba con fiebre, v¨®mitos y n¨¢useas. Que no pod¨ªa seguir. Un parte m¨¦dico que no es m¨¢s que un mero formulismo justificatorio para que se le permita correr despu¨¦s en las carreras coincidentes con la Vuelta. Lleg¨® a la Vuelta gordo y mal de forma. Pero con su punta de velocidad de siempre. Su previsi¨®n era sencilla. "Esperaba", dijo el s¨¢bado tras la etapa, "que el primer d¨ªa fuera tranquilo. Pero se corri¨® mucho en un terreno duro y no aguant¨¦". Y la soluci¨®n fue bien sencilla.
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