Salto al vac¨ªo
"(...) me parece fundamental el terrorismo como g¨¦nero cinematogr¨¢fico (sic) en nuestro pa¨ªs. Un g¨¦nero en el que podemos desarrollar situaciones l¨ªmites, pasiones incontroladas, confusiones demenciales y deseos ocultos", declar¨® Daniel Calparsoro. No prestemos mucha atenci¨®n a la consideraci¨®n de un tema como g¨¦nero. Prestemos atenci¨®n, en cambio, a la cuesti¨®n de "desarrollar situaciones, pasiones incontroladas", y tal vez entendamos, al menos sobre el papel, de qu¨¦ va este A ciegas, uno de esos t¨ªtulos que posibilitan juegos de palabras no por obvios, menos ciertos: a ciegas es como parece avanzar el director dentro del filme, ¨¦ste mismo en su desarrollo; estamos aut¨¦nticamente ante una pel¨ªcula ciega.Se supone que Calparsoro pretende hablar de la decepci¨®n de un terrorista que, a partir de una situaci¨®n de gran fuerza dram¨¢tica, pero irreversiblemente lastrada por completamente incre¨ªble, decide "desengancharse" de su militancia etarra. Pero por la trama campan tambi¨¦n ciertos sent¨ªmientos, y sobr¨¦ todo, ciertos comportamientos nunca suficientemente explicados.
A ciegas
Direcci¨®n y gui¨®n: Daniel Calparsoro. Fotografia: Gonzalo Fern¨¢ndez-Berridi. M¨²sica: Mario de Benito. Producci¨®n: Jos¨¦ M. Lara, Juan Alexander, Javier Orce y D. Calparsoro. Espa?a, 1997. Int¨¦rpretes: Najwa Nirnri, Alfredo Villa, Ram¨®n Barea, Javier Nogueiras, Elena Irureta, Marib¨ª Bilbao. Estreno en Madrid: Acte¨®n, Conde Duque, Renoir (Plaza de Espa?a), Vaguada y Proyecciones.
Uno de los problemas de un filme, aclar¨¦moslo de en trada, valiente hasta el suicidio -ah¨ª es nada meter mano all¨ª donde Calparsoro intenta hacerlo- es que el gui¨®n, d¨¦bil, casi inexistente, jam¨¢s logra comunicar el por qu¨¦ de las acciones de sus personajes. Culpa del gui¨®n, cierto, pero tambi¨¦n de otras cosas, por ejemplo, de la imperfecta dicci¨®n de la actriz principal, Najwa Nirnri.
Narrativamente desordenada, contextualmente confusa, que no abstracta , A ciegas termina malgastando su impresionante vitriolo potencial. Sigue permaneciendo, no obstante, esa fuerza en ocasiones impresionante que atesora Calparsoro para construir el encuadre, la arrolladora vitalidad de alguna secuencia aislada y la creaci¨®n de algunos personajes siniestros, como el que incorpora Ram¨®n Barea.
Algo de aquel Salto al vacio que tanto nos sorprendiera hace tres a?os permanece a¨²n por ah¨ª; pero necesita el director cambiar de rumbo.
Babelia
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