Conservadores "del status quo"
La respuesta, entre paternalista y aprior¨ªstica, de algunos economistas liberales -y de los responsables del Ministerio de Trabajo espa?ol- al plan de empleo juvenil franc¨¦s abunda, en el fondo, en la idea conservadora de que poco nuevo hay que experimentar en Europa contra la pandemia del desempleo: lo que hab¨ªa de hacerse -crecimiento econ¨®mico y flexibilizaci¨®n del mercado de trabajo- se ha hecho o, en todo caso, hay que aumentar sus dosis.Este tipo de manifestaciones son, por desgracia, muy frecuentes en el mundo de hoy. Cuando alguien propone medidas que se salen de la ortodoxia, lo m¨¢s probable es que el interlocutor, aliviado, conteste simplemente: eso ha fracasado. Y ya est¨¢: como si con la mera enunciaci¨®n del naufragio el problema desapareciese del mapa y su replanteamiento fuese irracional. El statu quo como ¨²nico paisaje natural.
En el otro extremo ideol¨®gico tambi¨¦n se da una parecida clase de respuesta: el escaso porcentaje de desempleo en Estados Unidos se deber¨ªa, en esencia, a una mezcla de inhumana movilidad y contratos basura que los sindicatos europeos, nunca, bajo ninguna circunstancia, deben aceptar. El catedr¨¢tico Luis de Sebasti¨¢n, buen conocedor de Norteam¨¦rica y nada sospechoso de complacencia sobre su modelo econ¨®mico, escribe una carta a este peri¨®dico en la que demanda un debate que aclare, sin coartadas, lo que all¨ª est¨¢ sucediendo: "Debemos reconocer que los Estados Unidos han conseguido el pleno empleo. Eso nos obliga a los que queremos comenzar a resolver el problema del desempleo en Espa?a a analizar honradamente lo que est¨¢ pasando all¨ª".
No basta decir, con raz¨®n pero tambi¨¦n con ligereza, que el pleno empleo americano se ha conseguido con unos niveles de salarios que en Europa ser¨ªan inaceptables. Hemos o¨ªdo hablar de los working poors (trabajadores pobres) y crecer el n¨²mero de gente sin vivienda (l¨¦ase El planeta americano, de Vicente Verd¨²), algunos de los cuales tienen trabajos tan poco remunerados que no les da para pagar un modesto alquiler. Tambi¨¦n conocemos las denuncias de muchos economistas progresistas sobre la creciente desigualdad que se est¨¢ gene-, rando en la distribuci¨®n de la renta del pa¨ªs. "Esto, sin embargo, aunque es verdad, no es toda la verdad", dice Sebasti¨¢n, " y creo que debemos hacer un gran esfuerzo intelectual y humano para comprender en qu¨¦ consiste realmente la f¨®rmula americana para el pleno empleo. Debemos hacerlo, por lo menos, porque no tenemos otra f¨®rmula que prometa mejores resultados... Por pura solidaridad con los desempleados no podemos rechazar por motivos ideol¨®gicos el examen serio de una f¨®rmula que por lo menos est¨¢ resolviendo el problema del desempleo, aunque no resuelva el problema de la distribuci¨®n de la renta. Pero ?es que nosotros con el desempleo masivo que tenemos estamos resolviendo mejor el problema de la redistribuci¨®n?".
Hay que estudiar la experiencia estadounidense, pero tambi¨¦n la holandesa o las m¨¢s recientes del laborista Blair en el Reino Unido, o el socialista Jospin en Francia. Tanto uno como otro han desarrollado planes sobre el empleo juvenil que no deben ser despreciados ol¨ªmpicamente ante el argumento de que crear¨¢n empleo en el sector p¨²blico y no en el sector privado. Tiene efectos macroecon¨®micos, pero ?qu¨¦ le importa eso a toda una generaci¨®n de j¨®venes desesperados por no poder emanciparse? Los dos l¨ªderes europeos, desde distintos puntos de vista, han declarado que la urgencia de las urgencias es el empleo y, en palabras del segundo, "queremos hoy y ma?ana decir lo que haremos y hacer lo que decimos".Buen principio pol¨ªtico, a veces tan desconocido en estos p¨¢ramos.
Todo lo que tenga racionalidad debe ser ensayado. La impotencia frente al desempleo es la peor de las soluciones. Cobran mucha significaci¨®n la cumbre de noviembre de los jefes de Estado y de Gobierno de la Uni¨®n Europea sobre el paro (sobre la que ya empieza a haber un espeso ambiente de resignaci¨®n) o la Conferencia sobre el empleo, los salarios y el tiempo de trabajo, que se celebrar¨¢ en Par¨ªs en las pr¨®ximas semanas, una especie de estados generales en los que participar¨¢n los interesados. Porque de ellas pueden emerger ideas que acompa?en a la mera necesidad de fundamentar la cohesi¨®n social exclusivamente sobre el crecimiento econ¨®mico, o seguir una senda -como el burro en la noria- que no conduce a muchos lugares. M¨¢xime cuando como resultado de la aplicaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica hegem¨®nica, compartida por todos, consistente en la suma de equilibrio presupuestario e inflaci¨®n reducida para luchar contra el desempleo -como recordaba el profesor Saura en estas p¨¢ginas la semana pasada-, "nos encontramos con el triple de parados que en los [a?os] sesenta" (m¨¢s de 17 millones en el ¨¢rea de la UE).
El plan de empleo franc¨¦s no es enteramente novedoso; se inspira en la experiencia sueca consistente en la obligaci¨®n de ofrecer un puesto de trabajo p¨²blico de car¨¢cter social y a nivel municipal para aquellos parados que ya han agotado todo el periodo de percepci¨®n de las prestaciones por desempleo. Estas normas reflejaron m¨¢s el inter¨¦s de combatir la marginalidad y la pobreza que el paro propiamente dicho. Pero tambi¨¦n se cimenta en los contenidos del Libro Blanco sobre el crecimiento, la competitividad y el empleo, aprobado por la Comisi¨®n Europea bajo el mandato de Jacques Delors, y que permanece en el sue?o de los justos (por la incompatibilidad con el mismo de los ministros de Econom¨ªa reunidos en el Ecofin: no hay financiaci¨®n).
En el Libro Blanco se populariza el concepto de nuevos yacimientos de empleo: el sector p¨²blico estimula la creaci¨®n de trabajos sociales para atender necesidades insuficientemente cubiertas por el mercado, como los servicios de proximidad (guarder¨ªas, ayudas a domicilio), los vinculados al medio ambiente (mantenimiento de zonas naturales) y los agrupados en el sector del ocio, la cultura y las mejoras en la calidad de vida. La doctrina de los yacimientos de empleo se apoya en la conversi¨®n de los subsidios del desempleo en salarios, creando empleos ¨²tiles para la sociedad y dando experiencia profesional a los j¨®venes; se trata de pasar de la pasividad de los subsidios a las pol¨ªticas activas de participaci¨®n. No es la ¨²nica iniciativa a experimentar. El reparto del tiempo de trabajo es otra, aunque parezca imposible aplicarla a escala estatal. Pero ?por qu¨¦ la l¨®gica del trabajo o la redistributiva permanecen nacionalizadas -es la ¨²nica nacionalizaci¨®n que gusta- y la l¨®gica de la asignaci¨®n de recursos est¨¢ globalizada? Jospin prometi¨® "traer progresivamente la duraci¨®n legal del trabajo de 39 a 35 horas, sin disminuci¨®n del salario", pero las dificultades son tangibles en la realidad diaria francesa. Otro proyecto que se maneja -y que ya se utiliza en algunos sitios, bajo diferentes modalidades- es el de la renta universal: puesto que la sociedad no es capaz de ofrecer trabajo para todos, habr¨ªa que inventar un impuesto negativo (hasta un determinado nivel de ingresos las familias reciben dinero del Estado; por encima de esa cantidad, pagan); consiste en el abono a cada miembro de la sociedad, por el hecho de serlo, de un subsidio base incondicional. Ello no aumentar¨ªa el empleo -en algunos casos, quiz¨¢ lo contrario- impulsar¨ªa la cultura de la pobreza-, pero reducir¨ªa la enorme marginalidad que conlleva el paro de larga duraci¨®n. Dos premios. Nobel de Econom¨ªa de tendencias contrapuestas -James Meade y Milton Friedman- ya analizaron en el pasado los efectos de la renta universal.
Es un t¨®pico afirmar que no hay f¨®rmulas m¨¢gicas para crear trabajo. Los complementos al crecimiento econ¨®mico est¨¢n cargados de riesgos y exigen intervenciones administrativas, pero evitan la resignaci¨®n, un valor que si cotizase en Bolsa se saldr¨ªa de la tabla; pero no deben ser devaluados por los acad¨¦micos. Se trata de encontrar una nueva alianza entre el mercado y el Estado que borre los dos d¨ªgitos de los porcentajes del desempleo y restituya el puente entre la realidad econ¨®mica y la realidad social. No hay nada tan an¨¢logo al pensamiento ¨²nico como el pensamiento antiguo: ambos pertenecen a los conservadores del statu quo.
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