La exigencia, por los suelos
La plaza de la Maestranza ha cambiado tanto que ya no la conoce ni el que la fund¨®. Han huido los aficionados, y su lugar lo ocupan turistas de distintas razas e idiomas. Junto a los extranjeros, toreros en paro sevillanos, j¨®venes y maduros, que en esta tierra forman una legi¨®n.Salen los toros, que no tienen de bravos m¨¢s que el t¨ªtulo que colocan en los carteles; y, seguidamente, los toreros, un tr¨ªo con poca ilusi¨®n que ni se acuerda ya de cuando se visti¨® de luces la ¨²ltima vez. Entre unos y otros, a la Maestranza se le cambia la cara, y la categor¨ªa queda por los suelos, al mismo nivel que la exigencia.
Es l¨®gico que los turistas lo hagan todo al rev¨¦s. Con su mejor intenci¨®n aplauden todo lo que es digno de bronca vociferante, como el novillo manso que huye despavorido, la inexplicable inhibici¨®n de un torero que dice buscar el triunfo o el sartenazo infame.
N¨²?ez / Mar¨ªn, Borrero, Chipiona
Novillos de Herederos de Carlos N¨²?ez, justos de presentaci¨®n, muy mansos y descastados.Agust¨ªn Mar¨ªn: silencio y ovaci¨®n. Jos¨¦ Borrero: ovaci¨®n y silencio. Jos¨¦ Antonio Chipiona: aviso y ovaci¨®n; ovaci¨®n. Plaza de la Maestranza, 14 de septiembre. Menos de media entrada.
Pero los novilleros se contagian del ambiente y pretenden sacar partido de las circunstancias. Jos¨¦ Antonio Chipiona, por ejemplo, dio un bajonazo de esc¨¢ndalo y se desplant¨® ante el novillo como si hubiera protagonizado un volapi¨¦ de ¨¦poca. Borrero pidi¨® el cambio al segundo par de banderillas, y el alguacilillo se destoc¨® y traslad¨® la petici¨®n al presidente como si estuviera en una plaza de pueblo. Y ninguno tore¨®, que es lo peor. Los novillos de los herederos de Carlos N¨²?ez eran novillos-basura: mansos, sosos y muy descastados, constituyeron un monumento a la decadencia brava.
A Agust¨ªn Mar¨ªn sus oponentes no le permitieron florituras, y ¨¦l se limit¨® a cumplir el compromiso con alfileres. El primero era muy deslucido y lanzaba tornillazos al aire; el segundo se colaba con descaro por ambos pitones, y hete aqu¨ª al torero, inseguro y sin ¨¢nimo, con prisas para que pasara un c¨¢liz tan amargo. No tore¨®, pero mat¨® bien de sendas estocadas.
Tampoco tuvo suerte Jos¨¦ Borrero. Ni decisi¨®n propia para superar el ambiente desangelado de sus dos oponentes, noblotes y sosos hasta la desesperaci¨®n. Su toreo interes¨® muy poco porque carece de profundidad y ¨¦l mismo no puso mucho de su parte.
El ¨²nico que intent¨® estar por encima del aburrimiento general fue Chipiona. Lance¨® con gusto a la ver¨®nica y destac¨® en un quite por chicuelinas en el ¨²ltimo. Por lo dem¨¢s, muchas ganas, aunque no consigui¨® dar ni una vuelta al ruedo. Pero la Voluntad es un m¨¦rito en una profesi¨®n plagada de comodones. La faena a su primero tuvo pasajes vistosos porque aprovech¨® la repetidora embestida del animal; en el ¨²ltimo, muy parado, aburri¨® como los dem¨¢s, a pesar de que cerr¨® la faena con manoletinas despu¨¦s de un trasteo para el olvido.
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