El boicoteo alem¨¢n al Fondo de Cohesi¨®n reduce a artificio contable el camino a la moneda ¨²nica
El boicoteo de Alemania al Fondo de Cohesi¨®n y su actitud en el Ecofin de este fin de semana confirman el giro nacionalista de la pol¨ªtica europea del canciller Helmut Kohl. Pero tiene tambi¨¦n consecuencias m¨¢s amplias porque viene a dar la raz¨®n a quienes han criticado por tecnocr¨¢tico el proceso de convergencia hacia el euro. Se da la paradoja de que el premio que puede lograr Espa?a por cumplir con los criterios de Maastricht es perder 200.000 millones de pesetas al a?o de ayudas europeas, sin que el ingreso en el euro suponga en s¨ª mismo que el pa¨ªs es m¨¢s rico que antes.
Espa?a se apoya en la raz¨®n jur¨ªdica y la raz¨®n pol¨ªtica para defender el Fondo de Cohesi¨®n, pero se enfrenta a otras que pueden acabar siendo m¨¢s poderosas: corren vientos de austeridad en Alemania, y cuando el Gobierno federal se fija un objetivo obsesivo, es muy dif¨ªcil que no lo alcance. Al menos en parte...El ministro alem¨¢n de Finanzas, Theo Waigel, ha aprovechado el Ecofin informal de este fin de semana en Mondorf les Bains, en Luxemburgo, para airear ese objetivo. Y ese no es otro que reducir la aportaci¨®n de Alemania a los presupuestos comunitarios. Waigel sabe que es muy dif¨ªcil una reducci¨®n pura y simple del cheque alem¨¢n. Por eso potencia la otra v¨ªa: reducir el gasto de todos es la mejor forma de que Alemania pague menos.
Y esa reducci¨®n del gasto comunitario se va a basar en dos pol¨ªticas: la agr¨ªcola y la estructural. La primera afecta tambi¨¦n a Alemania, pero sobre todo a su socio natural, Francia. El gran perjudicado por el recorte de las pol¨ªticas estructurales es un socio aparentemente m¨¢s manejable, Espa?a.
La actitud alemana es interpretada por algunos como una pose meramente preelectoral. Helmut Kohl, seg¨²n estos, "mantendr¨¢ la presi¨®n por reducir el gasto comunitario hasta que pasen las elecciones federales, previstas para el oto?o de 1998; ya habr¨¢ tiempo despu¨¦s para negociar la financiaci¨®n europea". Otros ven derivaciones m¨¢s profundas y que se plasmaron ya en la escasa ambici¨®n del Tratado de Amsterdam: ante la magnitud de la crisis del modelo alem¨¢n, "su europe¨ªsmo se ci?e cada vez m¨¢s a las intenciones y cada vez menos a las decisiones, al menos si ¨¦stas suponen aumentar o simplemente mantener el gasto comunitario".
La obsesi¨®n alemana por privar del Fondo de Cohesi¨®n a los pa¨ªses que se integren en el euro no es m¨¢s que un aperitivo de lo que vendr¨¢ en los pr¨®ximos meses. Holanda, un pa¨ªs de gran tradici¨®n europe¨ªsta, con fama de sensibilidad por lo social y hasta hace muy poquito beneficiario neto de los presupuestos comunitarios, parece haberse olvidado tambi¨¦n de todos estos valores en cuanto se ha convertido en pagano europeo. Su agresivo ministro de Finanzas, Gerrit Zalm, lleg¨® a exigir la supresi¨®n de iodos los fondos estructurales si estos no acreditan su eficacia.
Pol¨ªtica de austeridad
Pero la actitud de alemanes y holandeses es una p¨¦sima propaganda para la pol¨ªtica de austeridad impuesta en toda la Uni¨®n Europea para instaurar la moneda ¨²nica. Porque la primera conclusi¨®n que se deriva de suprimir ayudas europeas a los pa¨ªses pobres que han cumplido con los deberes de Maastricht es que el camino hacia el euro, basado en la econom¨ªa nominal (los ratios de d¨¦ficit p¨²blico, deuda p¨²blica, inflaci¨®n, tipos de inter¨¦s y estabilidad cambiaria), es un desprecio a la econom¨ªa real.
Cumplir con Maastricht significa cumplir los criterios de convergencia, pero ni Theo Waigel ni Gerrit Zalm tienen en cuenta si la convergencia nominal ha servido para reducir las diferencias sociales internas en la Uni¨®n Europea. Cumplir con los criterios fijados en Maastricht demuestra que se es disciplinado y riguroso con la macroeconom¨ªa, pero no convierte en rico a quien es pobre.
Rodrigo Rato ha recordado todo esto a sus colegas, aunque de momento sus argumentos no parecen haber hecho mella en ¨¦stos.. Pero s¨ª en la Comisi¨®n Europea y en pa¨ªses como Francia, B¨¦lgica o Luxemburgo, que se han opuesto, al igual que Espa?a, a medir las aportaciones de cada socio en t¨¦rminos de saldo neto.
La actitud alemana pone de relieve dos paradojas. Primera: el pedig¨¹e?o que en su d¨ªa se llamaba Felipe Gonz¨¢lez se llama ahora Helmut Kohl. Segunda: los pol¨ªticos del Partido Popular que se un¨ªan a ese coro antipedig¨¹e?os comprueban ahora que, al menos en finanzas europeas, la herencia recibida est¨¢ a un nivel tan alto que su ¨²nico objetivo es no perder ma?ana lo que los socialistas consiguieron ayer. Y pone en evidencia a quienes creen, no sin ingenuidad, que es m¨¢s europe¨ªsta el que antes cede, y desprecian por mercantilistas a los negociadores espa?oles en Bruselas.
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