La forja de un gigante
Este verano ha nacido Aceralia, palabra que tiene que ver con el acero, pero tambi¨¦n con "hacer alias", esto es, con asociarse, con juntarse con otros, en este caso con la industria sider¨²rgica de matriz luxemburguesa Arbed para crear el gran grupo europeo del acero: la vieja industria espa?ola ya no se llama Ensidesa, ni AHV, ni AHM, ni CSI, ni ninguna otra sigla impronunciable, ha tomado un nombre imaginario para empezar su nueva etapa.La venida de la multinacional luxemburguesa Arbed supone la integraci¨®n de la antigua Corporaci¨®n Sider¨²rgica Integral (CSI) en el mercado mundial -operan en m¨¢s de sesenta pa¨ªses-, su relanzamiento industrial -contempla la creaci¨®n de nuevas l¨ªneas de fabricaci¨®n-, su aumento de capacidad y de empleo, y la potenciaci¨®n de todas sus instalaciones, sobre todo en Asturias, convirtiendo a la nueva Arbed Aceralia en la primera siderurgia europea y la, tercera del mundo: ha nacido un gigante.
Detr¨¢s queda una historia de siglo y medio de industria sider¨²rgica espa?ola, la madre de todas las industrias, que fue determinante en la marcha de la econom¨ªa del pa¨ªs, que instalada entre el Pa¨ªs Vasco y Asturias convirti¨® a esas regiones en protagonistas destacadas de la industrializaci¨®n, hasta que en los a?os sesenta la apertura al exterior y la competencia tecnol¨®gica forzaron cambios empresariales que colocaron finalmente este sector estrat¨¦gico en manos del Estado.
A comienzos de los a?os ochenta, cuando el PSOE lleg¨® al poder, la siderurgia espa?ola era un gigante con pies de barro, un mamotreto industrial heredero de la autarqu¨ªa, el desarrollismo y la transici¨®n, al que ning¨²n Gobierno hab¨ªa metido mano en muchos a?os. Con las viejas f¨¢bricas en plena crisis por la competencia de las siderurgias europeas que ya se hab¨ªan reconvertido, por la competencia de nuevos productos que desplazaban al acero y por la competencia de nuevos pa¨ªses productores, a la industria sider¨²rgica espa?ola no le quedaba otra alternativa que ajustar su estructura empresarial, su tecnolog¨ªa y sus plantillas para poder coger el paso, tarea que se inici¨® por fin en 1984 con el famoso Plan de Reestructuraci¨®n de la siderurgia integral, plan que cost¨® miles de millones, miles de puestos de trabajo y miles de conflictos laborales a lo largo de los a?os posteriores, y que acabar¨ªa con el cierre de la cabecera de Sagunto, la adaptaci¨®n de las instalaciones de AHV y la construcci¨®n de una nueva acer¨ªa LD III en Avil¨¦s. No obstante, el desmantelamiento no fue suficiente, porque cuando aquella reconversi¨®n acab¨®, hubo de iniciarse otro gran ajuste en 1992, el llamado Plan de Competitividad, que terminar¨ªa con la integraci¨®n definitiva de Ensidesa, AHV y los restos de AHM en CSI.
El balance de la gesti¨®n por el viejo INI de la transformaci¨®n sider¨²rgica no fue muy favorable ni para Asturias ni para el pa¨ªs en su conjunto, aunque salv¨® al Pa¨ªs Vasco de la quema. En efecto, gracias a su influencia pol¨ªtica y empresarial, los vascos consiguieron en el plan de 1984 unas inversiones de m¨¢s de 100.000 millones de pesetas para tratar de dar continuidad a las viejas instalaciones de AHV, que menos de una d¨¦cada despu¨¦s tuvieron que desmantelarse completamente, y luego forzaron la construcci¨®n de una modern¨ªsima acer¨ªa compacta -ACB- en Sestao, con participaci¨®n privada, pero ambas, operaciones frenaron el desarrollo de Ensidesa y la potenciaci¨®n de la acer¨ªa de Avil¨¦s.
Adem¨¢s, Espa?a no negoci¨® bien en Bruselas sus sucesivas reconversiones y recibi¨® ayudas comunitarias muy inferiores a otros pa¨ªses europeos. Por ¨²ltimo, despu¨¦s de integrar el sector, troce¨® CSI en tres partes -Largos, Planos y Transformados- para venderla con m¨¢s facilidad al mejor postor, lo que en 1995 estuvo a punto de hacer enajenando CSI Largos al grupo privado catal¨¢n Celsa.
Y, sin embargo, esa gesti¨®n sider¨²rgica tan pol¨¦mica fue capaz de dotar a CSI de cierta especializaci¨®n, de sanearla, financieramente y de colocarla en beneficios durante los ¨²ltimos ejercicios, lo que unido al hecho de ser la ¨²ltima industria estatal del acero en privatizarse, hizo que las grandes siderurgias europeas entraran a fondo en la puja por su control, sobre todo la francesa Usinor-Sacilor y la luxemburguesa Arbed.
La privatizaci¨®n de la CSI levant¨® ampollas entre el Ministerio de Industria y las comunidades afectadas, especialmente Asturias, pues mientras el Pa¨ªs Vasco ya hab¨ªa conseguido la autonom¨ªa sider¨²rgica con la construcci¨®n de la acer¨ªa de Sestao para proveer a su propio tejido empresarial, Asturias se jugaba su futuro industrial en este envite, por eso en el Principado las fuerzas pol¨ªticas y sociales se movilizaron activamente: el presidente Marqu¨¦s defendi¨® desde el principio que el Estado no pod¨ªa enajenar totalmente el primer activo industrial de la regi¨®n y propuso la teor¨ªa de los tres tercios -participaci¨®n a partes iguales entre un socio tecnol¨®gico, privados y Estado-, las fuerzas sindicales y pol¨ªticas de la oposici¨®n denunciaron la venta de la CSI como una operaci¨®n para "hacer caja" contraria a los intereses nacionales, e incluso las camaras de comercio sacaron un comunicado oficial poniendo como condici¨®n que el nuevo accionista tuviera un "plan de negocio" que deb¨ªa contribuir "al desarrollo regional".
Sin embargo, la CSI finalmente no se vendi¨®, integr¨® el 35% en una gran siderurgia, la multinacional europea Arbed, que prev¨¦ grandes inversiones en la modernizaci¨®n de la nueva empresa, aumento de plantilla, de capacidad y de I + D. Por una vez y sin que sirva de precedente, todos los afectados han reaccionado positivamente, los sindicatos, los partidos pol¨ªticos de la oposici¨®n e incluso las comunidades afectadas, de tal manera que esta alianza estrat¨¦gica ha venido a quitar hierro -nunca mejor dicho- a la secular confrontaci¨®n sider¨²rgica espa?ola y ha hecho el milagro de convertir los panes de la privatizaci¨®n en los peces de la integraci¨®n en una gran multinacional para crear la primera gran siderurgia europea, para forjar un gigante, Arbed con Aceralia.
Hay que reconocer, por tanto, el ¨¦xito del Ministerio de Industria en esta primera apuesta estrat¨¦gica para el porvenir sider¨²rgico del pa¨ªs, aunque quedan pendientes algunas cuestiones decisivas para despejar el futuro de Aceralia, a saber: la concreci¨®n del citado plan industrial de Arbed, el tratamiento territorial espec¨ªfico para las deterioradas comarcas sider¨²rgicas asturianas prometido por. el ministro Piqu¨¦ y sobre todo el modelo accionarial definitivo de Aceralia.
El plan industrial puede resucitar el enfrentamiento entre las comunidades sider¨²rgicas, pues Arbed se propone ejecutar sus principales inversiones en Asturias potenciando sus l¨ªneas de galvanizados, que tambi¨¦n reclama Valencia para Sag¨²nto, mientras en el Pa¨ªs Vasco tiene prevista la instalaci¨®n de una planta de acero inoxidable que piden en Avil¨¦s. Para el Principado las inversiones previstas, e incluso la potenciaci¨®n de la hist¨®rica empresa de bienes de equipo Duro-Felguera con su posible entrada en la privatizaci¨®n de Babcock Wilcox, ser¨ªan operaciones estrat¨¦gicas que podr¨ªan empezar a frenar el incontinente declive industrial que viene sufriendo la regi¨®n en los ¨²ltimos 20 a?os, mientras que la marcha econ¨®mica de las otras comunidades donde est¨¢ establecida la CSI depende mucho menos de estas decisiones de la pol¨ªtica industrial espa?ola.
Sin embargo, la cuesti¨®n m¨¢s pol¨¦mica va a ser la composici¨®n del modelo accionarial definitivo, con o sin participaci¨®n p¨²blica. La Sociedad Espa?ola de Participaciones Industriales (SEPI), que ha vuelto a asumir a las empresas p¨²blicas en p¨¦rdidas que estaban en la recientemente desaparecida Agencia Industrial del estado (AIE), tiene previsto ofrecer otro 30% a empresas privadas del sector del acero como socios de acompa?amiento y sacar a Bolsa el resto de Aceralia, esto es, se producir¨ªa una desvinculaci¨®n completa del Estado en el sider¨²rgico, que enfrentar¨ªa a la SEPI con la opini¨®n del Gobierno de Asturias que defiende la teor¨ªa de los tres tercios, con la opini¨®n de las fuerzas sindicales y pol¨ªticas de la oposici¨®n, y adem¨¢s con la estrategia industrial de los principales pa¨ªses europeos, que conservan una participaci¨®n p¨²blica en sus grandes siderurgias, lo que tambi¨¦n ocurre con la propia Arbed, donde el Estado de Luxemburgo controla cerca de la cuarta parte de la empresa.
De ser as¨ª, el enfrentamiento est¨¢ servido, porque como ya se ha dicho el Estado espa?ol entregar¨ªa el control de una industria estrat¨¦gica al Estado de Luxemburgo, mientras que por otra parte la experiencia reciente de la OPA de Krupp contra Thyssen en Alemania fue posible porque un accionariado m¨¢s diseminado y menos estable hac¨ªa a Thyssen vulnerable, facilitando la operaci¨®n hostil que acabar¨ªa con su independencia.
En Aceralia esas incertidumbres pesan sobre su futuro, porque una participaci¨®n accionarial siguiendo el modelo del capitalismo popular puede lastrar el porvenir de la siderurgia espa?ola, una industria madre que nuestro pa¨ªs no deber¨ªa dejar al albur de la Bolsa por prejuicios ideol¨®gicos: ¨¦se es el reto definitivo de la nueva siderurgia espa?ola para que verdaderamente Aceralia sea -como dice su propaganda- fuerte como el acero.
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