Somos un pensamiento ajeno
Las personas de m¨¦rito y edad avanzada corren el pr¨®ximo a?o el serio peligro de ser objeto de brutales homenajes. Tampoco los muertos est¨¢n a salvo. Hay varias causas de esta fiebre repentina por los d¨¦bitos generacionales. Por una parte, el descubrimiento de las virtudes de la alternancia generacional, in¨¦ditas en la Espa?a de tradici¨®n cainita. No faltan los maliciosos que ven tambi¨¦n en ello el interesado. restablecimiento del escalaf¨®n generacional de las pleites¨ªas. Por otra parte, los hijos del 68 han descubierto a los abuelos del 98. Durante m¨¢s de una d¨¦cada los representantes y corifeos de la senilidad posmoderna dieron por muertos a los que ahora homenajean. De ah¨ª que estos homenajes sean una resurrecci¨®n por v¨ªa de reconocimiento.Pero si somos capaces de soslayar el riesgo de lo que Ortega llamaba el "hacernos centenarios en el centenario", la efem¨¦rides puede servirnos para reflexionar sobre el presente. Quiz¨¢ uno de los resultados positivos de la fiebre del 98 sea un di¨¢logo con nuestro comienzo de siglo en la prospectiva del venidero. Ahora bien, para entender lo que fue ese comienzo necesitamos acudir a aquellos autores, textos, testimonios que de una manera u otra lo pensaron, que asumieron esa tarea y la llevaron a cabo con una-metodolog¨ªa propia. La sorpresa es que, a menos que vayamos eruditamente y por obligaciones profesionales, no es necesario acudir a la filosof¨ªa acad¨¦mica del 98 para entender ese comienzo. S¨ª para entender un pasado, en una labor arqueol¨®gica, pero no para entender lo que nos pas¨®
?Ocurrir¨¢ lo mismo en este final de siglo? Es posible, pero esta vez no por falta de medios. Como en otros casos, como ha sucedido y sucede en este siglo, nos hemos pensado a trav¨¦s de los otros, somos un pensamiento ajeno. En un primer momento, las razones hay que buscarlas en una carencia traum¨¢tica, y se refieren al p¨¢ramo cultural resultante de la guerra civil. Se puso, en parte, remedio traduciendo casi todo, lo que no garantiza que se haya digerido o, como se dice hoy, recibido. Otro motivo m¨¢s profundo es un complejo de inferioridad hist¨®rico, que nos ha llevado a con fundir la emancipaci¨®n a trav¨¦s del saber con una cuesti¨®n de cantidad de contenidos, m¨¢s que de calidad y de estilo. Se da as¨ª la paradoja de una aparente ilustraci¨®n a trav¨¦s de un pensamiento importado, ya sea franc¨¦s, alem¨¢n, italiano o anglosaj¨®n, resultando unos h¨ªbridos escol¨¢sticos que dejan muy atr¨¢s a los t¨®picos en argucias hermen¨¦uticas. Me atrever¨ªa a parafrasear a Marx diciendo que los espa?oles hemos pensado las innovaciones filos¨®ficas que otros han realizado. Pero, ?es que aqu¨ª no ha habido ninguna? Y, sin embargo, no hace mucho que llevan advirti¨¦ndonos que hablamos en prosa, que hemos tenido, qu¨¦ tenemos una espl¨¦ndida narrativa y tambi¨¦n poes¨ªa.
A este complejo de inferioridad hist¨®rico, a que somos un pensamiento ajeno se a?ade el que desprecia el propio porque lo ignora. Ignora su tradici¨®n y desprecia su presente. La ignorancia viene de atr¨¢s: no nos han educado en los cl¨¢sicos de nuestro pensamiento, no hemos tenido maestros en ellos y no somos tradici¨®n de nosotros mismos. La lectura ha venido despu¨¦s, pero la informaci¨®n no sustituye ni remedia la falta de educaci¨®n, lo que explica el trato grosero que se les dispensa especialmente entre la clase acad¨¦mica. Que en Espa?a mirando al futuro tengamos que construir tradiciones es una parad¨®jica necesidad.
Esa carencia educacional del pasado se sigue produciendo en el presente. Y tambi¨¦n no por falta de medios. En vez de estimular el placer de la lectura, absurdos planos de estudios y m¨¦todos pedag¨®gicos forzados. en la educaci¨®n secundaria le vacunan al alumno para siempre de los cl¨¢sicos. La desesperaci¨®n del docente se transmite al alumno, que en vez de leer disecciona, preocupado por rellenar los prolijos apartados del cuestionario llamado "trabajo". La historia de la filosof¨ªa sigue llegando dif¨ªcilmente a lo contempor¨¢neo, y en el cas¨® del pensamiento en Espa?a no pasa del 14. Con ello, la filosof¨ªa que se ense?a no es contempor¨¢nea de s¨ª misma. Incumple su misi¨®n de pensar el presente. La reflexi¨®n de aquellos autores del presente sobre nuestros problemas le es ahorrada al alumno. Y no por falta de magn¨ªficos profesionales como ya expuse en otra ocasi¨®n (v¨¦ase EL PMS, 28 de marzo de 1997), sino por el efecto acumulativo de la ignorancia y la desidia. Ello trae como consecuencia el mismo vac¨ªo que se?alaba antes, s¨®lo que ahora la disculpa de- aquel trauma civil es realmente incivil porque se tienen los medios y no se pone remedio. El hecho es que, salvo por relaciones de amistad u obligaciones profesionales, no se suele leer mucho a los fil¨®sofos que publican en Espa?a, o se acude primero a los for¨¢neos, precisamente por el hecho de serlo.
En Espa?a escribir bien y no ser aburrido es una maldici¨®n que descalifica como pensador profundo, Profundidades misteriosas de las que no sale agua de pensamiento creador que riegue y ayude a germinar a otros, y que s¨®lo invitan a tirarse al pozo para as¨ª cobrar su tributo cl¨®nico. Hemos perdido y estamos perdiendo mucha y buena filosof¨ªa por el hecho de estar literariamente bien escrita. Hay una verdadera incapacidad de la filosof¨ªa acad¨¦mica para aceptar contenidos que no vengan etiquetados bajo sus propias denominaciones. O para ser m¨¢s precisos: que no vengan en otra lengua que no sea o bien el spandeutsch o el spanglish, por no hablar de otros galimat¨ªas que hacen las delicias de nuestro esteticismo hermen¨¦utico de importaci¨®n. Pero, junto a ello, hay excelentes pensadores en Espa?a con una extensa obra como aval, cuyo aprovechamiento para el presente y el futuro s¨®lo depende de que sea conocida incorpor¨¢ndola a la educaci¨®n y reconocida con el apoyo de una adecuada pol¨ªtica cultural de difusi¨®n. No habr¨ªa que hacerles esperar otro 98.
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