Nosotros, las Victimas
De la larga agon¨ªa en que para las v¨ªctimas del terrorismo se ha convertido la vida desde el momento en que un familiar fue asesinado por los terroristas s¨®lo saben las propias v¨ªctimas.A este continuo sufrimiento, y a la falta de escucha por parte de pol¨ªticos e instituciones, a?adimos ahora lo que Primo Levi cuenta en sus libros sobre lo que era y lo que es la victimaci¨®n de los verdugos. Cuenta Levi que los nazis, en su calculado horror, consegu¨ªan que muchas de las personas que estaban en los campos de concentraci¨®n llegaran a creerse que eran culpables por el simple hecho de ser jud¨ªos, gitanos, minusv¨¢lidos ... ; culpables y, por consiguiente, merecedoras del castigo que sufr¨ªan.
Ahora, despu¨¦s de a?os de presentar a las v¨ªctimas con sensibler¨ªa (y de preguntarnos siempre lo mismo: si odiamos, si perdonamos; o, simplemente, sin escucharnos ni atendernos), los verdugos, apoyados por algunos pol¨ªticos y por algunos medios de comunicaci¨®n, nos presentan a las v¨ªctimas del terrorismo como seres odiantes y dispuestos a clamar venganza (en concreto, me refiero a la informaci¨®n que leo en El Mundo sobre el ex colaborador de ETA Sueskun, quien, adem¨¢s de decir que los miembros de la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo (AVT) practicamos el ojo por ojo cuando acudimos a los tribunales, a?ade, por incre¨ªble que parezca, que nadie como ¨¦l ha luchado tanto por la paz).
El cinismo de este colaborador de terroristas y de otros asesinos que desde la c¨¢rcel, aprovechando el momento del asesinato de Miguel ?ngel Blanco, ped¨ªan que se respetase la vida humana, cuando ellos estaban acusados de matar a otras personas (¨¦stas no deb¨ªan parecerles humanas), apoyados por pol¨ªticos que est¨¢n dispuestos a reinsertar los y fotografiarse y hablar con ellos, cuando nunca lo han hecho con las v¨ªctimas (a ninguna de las v¨ªctimas se le reinserta y se le busca un trabajo), sume otra vez a las v¨ªctimas en el olvido y en la desesperaci¨®n a los que des graciadamente tenemos que acostumbrarnos. Estos asesinos y sus colaboradores juegan ahora a victimizarse apoyados por pol¨ªticos nacionalistas que los disculpan y por una Iglesia que, apoy¨¢ndose en la m¨¢xima del perdon judeocristiano, exige ¨¦ste a las v¨ªctimas sin exigir el arre pentimiento previo de los verdugos. Los asesinos y colaboradores nunca han hablado con sus v¨ªctimas, ni en sus conversaciones asoma el m¨ªnimo ¨¢pice de arrepentimiento. Todo lo contrario: juegan ahora a ser h¨¦roes, como antes lo hac¨ªan pistola en mano, en un momento en el que la barbarie terrorista parece que no encuentra m¨¢s apoyo social y pol¨ªtico que el de los propios terroristas. Algunos de los pol¨ªticos que les apoyan y se fotograf¨ªan abrazados a ellos demag¨®gicamente alaban sus esfuerzos y su supuesta valent¨ªa, pol¨ªticos que, por supuesto, tampoco se han preguntado nunca qu¨¦ ha pasado con las v¨ªctimas de los funerales a los que acud¨ªan con cara falsamente compungida y de circunstancias.
Las v¨ªctimas (aunque hablo a t¨ªtulo personal, creo que es el sentir de todas) no tenemos ninguna obligaci¨®n moral, ¨¦tica ni de ning¨²n tipo de perdonar, y quien as¨ª nos lo demanda no tiene derecho a hacerlo. El perd¨®n s¨®lo es posible cuando, como tambi¨¦n dice Levi, "se demuestre en los hechos y no de palabra, y no demasiado tarde, haber cobrado conciencia de la culpa y de los errores".
Las v¨ªctimas somos inc¨®modas porque no s¨®lo recordamos a los pol¨ªticos su falta de compromisos y cumplimientos, sino porque tambi¨¦n exigimos que se haga justicia. Confundir esto con que lo que buscamos es revancha y odio es oportunista y demag¨®gico y supone a?adir una ignominia m¨¢s. Intentar que los verdugos parezcan como v¨ªctimas es obviar que las v¨ªctimas somos, junto con nuestros familiares asesinados, las que verdaderamente luchamos por la paz. En este pa¨ªs, quienes m¨¢s han hecho por la paz son precisamente los muertos, no los etarras asesinos o sus colaboradores o aqu¨¦llos que ante los cr¨ªmenes volv¨ªan la cara para otro lado o se empe?aban en argumentar lo que no ten¨ªa l¨®gica alguna. A nosotros, que ya lo hemos dado casi todo por la paz, se nos exige el mayor esfuerzo, el de olvidar, y se nos niega lo que hemos pedido y venimos pidiendo desde el principio: justicia. Nos negamos a admitir las componendas pol¨ªticas y los falsos arrepentimientos porque eso supondr¨ªa disculpar a los asesinos y arrojar en nuestros familires muertos una culpa merecedora o justificadora en parte de su asesinato. S¨®lo somos culpables de querer justicia; es decir, que los asesinos est¨¦n en la c¨¢rcel y cumplan las penas.
Para todos nosotros, como tambi¨¦n dec¨ªa Primo Levi, ya es suficientemente horrible el intentar sobrevivir cada d¨ªa con el recuerdo angustioso de lo vivido y con la pena honda de que un familiar haya sido asesinado salvajemente en nombre de nada.
es hija de Carlos D¨ªaz Arcocha, teniente coronel de Infanteria y superintendente de la Ertzaintza, asesinado el 7 de marzo de 1985 por los terroristas de ETA.
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