Derrotas argentinas
No s¨®lo fue ayer un d¨ªa argentino por la poderosa pel¨ªcula de Adolfo Aristar¨¢in. Por una de esas aparentes casualidades buscadas por los programadores de todo festival que se precie, la oferta de ayer incluy¨® por lo menos otros dos filmes argentinos, diametralmente opuestos en cuanto a adscripci¨®n gen¨¦rica e intenciones, pero ambos presididos, de una u otra forma, por la sombra de una derrota.La vida seg¨²n Muriel, de Eduardo Milewicz, primera pel¨ªcula a competici¨®n dentro de la secci¨®n Zona abierta-Zabaltegi, es una discreta, casi humilde peripecia entre mujeres. Parte de un comienzo esplendoroso: Laura, bella madre en la treintena, abandona a su amante y emprende viaje con su hija, la Muriel del t¨ªtulo, cuya mirada se confundir¨¢ con frecuencia con la del propio narrador, y cuya voz en off pautar¨¢ el entero decurso del filme. Pero el tal viaje pronto se revelar¨¢ una cat¨¢strofe, una met¨¢fora del propio desastre que es la vida sentimental de la impulsiva Laura: mientras espera para sacar una foto de ella y su hija junto a un paradisiaco lago austral, el coche en que viajan emprende una lenta pero segura marcha hacia el fondo del estanque; y dentro de ¨¦l, la ropa y los ahorros de ambas.
Lo que ocurre a partir de entonces, con Laura y Muriel como forzadas inquilinas de una mujer a su vez abandonada por su marido, ser¨¢ una historia de peque?os triunfos cotidianos y de un delicado, dif¨ªcil equilibrio final. Milewicz mima a sus criaturas instal¨¢ndolas en el centro de una narraci¨®n convencional, pero contada con efectividad y humor. Le sobra alg¨²n detalle cursi, como una pegadiza canci¨®n que hizo las delicias del p¨²blico donostiarra, y no ciertamente por las intenciones por las que estaba metida en el filme. Pero tiene tambi¨¦n la envidiable virtud de conocer sus limitaciones: jam¨¢s pretende m¨¢s que contar esa historia peque?a, de gente corriente en un mundo en el que los hombres son mirados casi como criaturas incomprensibles... aunque necesarias.
Lo de Cazadores de utop¨ªas es otra cosa. Incluida en la selecci¨®n anual que la Federaci¨®n Internacional de Cr¨ªticos, la Fipresci, organiza en el marco del festival, el documental de David Blaustein es la cr¨®nica detallada y tremenda de una sangrienta y doble derrota colectiva, la que vivi¨® la sociedad argentina en su conjunto tras el golpe de Estado del general Videla, y la que padeci¨® en sus carnes la izquierda peronista en la cual el propio Blaustein militaba.
Tiene la pel¨ªcula una muy ortodoxa manera de situarse frente a la materia a abordar: entrevistas en presente, algunos fragmentos documentales pret¨¦ritos. Lo hace, adem¨¢s, con inteligencia a la hora de situar a cada uno de, los personajes en un contexto f¨ªsico que es, hasta cierto punto, su propio territorio; y m¨¢s inteligencia a¨²n demuestra Blaustein a la hora de elegir los testimonios, que de alguna forma involucran desde militantes de base del interior hasta asesores presidenciales, desde profesores universitarios hasta obreros en paro, una verdadera micromuestra del pa¨ªs en su conjunto.
De todos ellos brota a borbotones la historia no oficial, en ocasiones con desgarrados tonos autocr¨ªticos, casi siempre con la l¨²cida certidumbre de que una generaci¨®n entera de argentinos quem¨® su juventud en desigual lucha perdida de antemano, entre otras cosas, por los gruesos errores de unos dirigentes cuya irresponsabilidad hist¨®rica fue may¨²scula. El agradecimiento del respetable al director es doble: por la claridad con la que desde sus im¨¢genes emerge un diagn¨®stico hist¨®rico que nunca esconde la ideolog¨ªa que lo sustenta y por la casi p¨²dica forma en que aborda el horror, la tortura en primera persona: dos testimonios casi as¨¦pticos de puro precisos, y por ello mismo desgarradores en su rotundidad, nos recuerdan que los cazadores de utop¨ªas, no hicieron bien su trabajo. La memoria resistente sigue siendo el infranqueable muro contra el que siempre chocar¨¢ su bestialidad.
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