Adolfo Aristar¨¢in explora en 'Mart¨ªn (hache)' algunas cuestiones mayores de la vida actual
La poderosa pel¨ªcula del argentino pone en evidencia la endeblez de la alemana 'Obsesi¨®n'
La proyecci¨®n ayer de Obsesi¨®n, del alem¨¢n Peter Sehr, seguida de Martin (hache), dirigida por el argentino Adolfo Aristar¨¢in, sirvi¨® para desvelar que los juegos de im¨¢genes y fabulaciones del primero se vienen abajo cotejadas con la capacidad del segundo para ir al grano, es decir: a los hombres de ahora, a lo que les ocurre y, m¨¢s complejo a¨²n, a lo que deja de ocurrirles; o, de otra manera, a lo que nace o renace en ellos y a lo que declina o muere con ellos. A un esteta de cinemateca europea se le atraves¨® el pu?o, cargado de tragos y de sombras, de un fajador de cine porte?o, que le tumb¨® con un par de gestos. La conmovedora met¨¢fora del bonaerense va a irritar en algunas sacrist¨ªas de cin¨¦filos, pero ¨¦sa es una parte de su esplendor.
El muniqu¨¦s Peter Sehr ha trabajado con el parisiense Claude Lelouch, y se nota que lo ha hecho. Y es evidente que le gustar¨ªa haber trabajado con Fran?ois Truffaut y se nota que no lo ha hecho. Su Obsesi¨®n es, aunque intenta disimularlo, una derivaci¨®n del c¨¦lebre gol que Lelouch meti¨® al universo entero con aquel monumento de la pasteler¨ªa francesa titulado Un hombre y una mujer. Pero en tres d¨¦cadas largas han ca¨ªdo sobre el cine europeo muchos ¨¢cidos de punta y Sehr no ignora que aquel globo ya est¨¢ irremediablemente pinchado, por lo que intenta revestir la oquedad de su Obsesi¨®n con un esquema o un cauce argumental m¨¢s ladino y s¨®lido, emparentado con el que Truffaut emple¨® en aquel monumento de la inteligencia francesa titulado Jules et Jim. El resultado de este intento alem¨¢n de acoplar una miseria con una grandeza francesa es f¨¢cilmente deducible.Mentir
Pero Sehr es de los que saben mentir con regla de c¨¢lculo y se las apa?a bastante bien para hacer parecer a su Obsesi¨®n lo que no es, una pel¨ªcula, por lo que este bodrio puede hacerse con un hueco en la afici¨®n, muy extendida en los festivales de cine, a levantar muertos. A la salida de su proyecci¨®n, un corrillo de cuatro o cinco resucitadores debat¨ªa sutilezas acerca de la pureza de este cad¨¢ver cinematogr¨¢fico y preguntaron su parecer a este cronista, que hu¨ªa a toda prisa del cine: "Prefiero Martin, (hache) ", fue la respuesta, "porque es cine impuro".
Cine impuro, contaminado por la vida. De ah¨ª proviene la pegada inmediata, la fort¨ªsima capacidad de convicci¨®n que Martin (hache) introduce en la pantalla. Adolfo Aristar¨¢in ha puesto su capacidad fabuladora en un delicado equilibrio con su memoria y, sin salirse ni un mil¨ªmetro, de s¨ª mismo, cuenta lo que conoce, habla de lo que sabe, construye o reconstruye lo que recuerda. Es Martin (hache) un trabajo de cineasta esponja, de un imaginador libre, que se alimenta no de las cinematecas, sino de las calles y que agolpa, sin caer en la discontinuidad y la arritmia, experiencias con carencias; que literaturiza, noveliza o teatraliza cuando la persecuci¨®n de un acorde o de una emoci¨®n le llama o le conduce instintivamente a ello; que entra a saco en todas las convenciones gen¨¦ricas que convoca y hace unas veces comedia, otras drama, otras melodrama y finalmente otras se adentra en los territorios de la tragedia, sin que se perciban desajustes o saltos en tortuoso y apasionante itinerario de esta fragmentaci¨®n.
Remueve Aristar¨¢in dentro de unos cuantos despojos de la tragedia de su pa¨ªs y encuentra en ellos hilos que conducen a la representaci¨®n de cuestiones mayores de la vida de la gente en todas partes. Se desentiende de fabricar sensaci¨®n de belleza con el encuadre -la peste del pictorismo- para permitir que lo que ese encuadre captura -siempre rostros, s¨®lo rostros- provoque una fort¨ªsima sensaci¨®n de verdad. Es Martin (hache) un relato n¨ªtido, poderoso, con gran empuje metaf¨®rico en el contrapunto de cua tro personajes -cuatro formidables composiciones de Federico Luppi, Eusebio Poncela, Cecilia Roth y Juan Diego Botto, que no es posible rebobinar m¨¢s que interrelacionados, nunca por separado- que hablan y hablan incesantemente, sin que ninguno deje caer en el o¨ªdo del espectador la matraca de un parloteo, pues hay algo por debajo de los largu¨ªsimos di¨¢logos que los incorpora a los sucesos e incluso en ocasiones que los convierte en sucesos en s¨ª mismos.
La inteligencia
No hay m¨¢s que un protagonista en Martin (hache), la inteligencia, la llamada a entender qu¨¦ les ocurre a cuatro personas que proyectan la elocuencia de sus sombras y de sus palabras sobre otras cuatrocientas o cuatro mil que se sienten concernidas por lo que les pasa, porque eso que les pasa est¨¢ escondido debajo de sus propias alfombras. Si la fusi¨®n entre dolor y humor, y la capacidad para situar la mirada de una persona ante una pantalla en un lugar equidistante entre la risa y el llanto es lo que distingue a los grandes cineastas manejadores de emociones, Adolfo Aristar¨¢in es uno de ellos, y Martin (hache), la pel¨ªcula suya que mejor canaliza esta nada com¨²n -por no decir descomunal- cualidad de su talento. Y si hace unos a?os, en su anterior gran pel¨ªcula, los personajes de Aristar¨¢in buscaban un lugar en el Mundo, ahora, en Martin (hache), ya lo han encontrado.
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