Redentores
En la antig¨¹edad, los profetas se refugiaban en el desierto para re cibir el mensaje de Dios bajo una luz aterradora que les fund¨ªa el cerebro y luego regresaban dispuestos a salvar el mundo. Aquella gente, desumbrada por la verdad, se alimentaba de saltamontes o de las tortas que alg¨²n cuervo amable les bajaba en el pico, y el demonio les tentaba con visiones de mujeres desnudas, las mismas que hoy se aparecen a los eremitas urbanos v¨ªa Internet. En aquel tiempo cundi¨® el rumor de que el hijo del carpintero de Nazaret se hab¨ªa ido a meditar a los yesares del mar Muerto. Despu¨¦s de 20 d¨ªas de concentraci¨®n, el hijo del carpintero se present¨® en p¨²blico hecho ya Dios y, en lugar de ense?arnos a fabricar utensilios necesarios absolutamente perfectos, se limit¨® a lo m¨¢s f¨¢cil: quiso redimir a la humanidad de sus pecados. En materia de espiritualidad, hoy el desierto es un concepto metaf¨ªsico, un espacio creativo interior. Los fulminados yesares del mar Muerto no existen ya y los redentores modernos viajan al desierto sin moverse de su sitio. Les basta con salir poco de casa, llevar una vida muy privada, alimentarse con austeridad y no aparecer nunca en televisi¨®n: en eso consiste hoy ser un asceta. Fuera no hay m¨¢s que ruido, basura, chapuzas, estupideces gal¨¢cticas y palabras gastadas. Huyendo de esta miseria diaria, los nuevos profetas se esconden tambi¨¦n en el desierto interior. Son fontaneros, escritores, ebanistas, jueces, artistas, agricultores, verduleros, profesores y otra gente que nadie conoce. De pronto emergen de su soledad y realizan la gran misi¨®n de redimir al mundo cada d¨ªa: el carpintero fabrica una silla perfecta; el escritor escribe un libro necesario; el fontanero repara el desag¨¹e a conciencia; el juez dicta una sentencia ponderada; el verdulero vende las legumbres a un precio razonable; el agricultor siembra el trigo con la pasi¨®n de una obra de arte. A cambio s¨®lo esperan un dinero que no sea superior al placer de la perfecci¨®n y la belleza. Estos redentores nos salvan del ruido, el fulgor y la basura.
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