Luzuriaga modernizaci¨®n
Cuando en Espa?a hablamos de reforma, renovaci¨®n o modernizaci¨®n -?y con qu¨¦ insistencia hablamos ¨²ltimamente!-, nos situamos en el horizonte de 1868, es decir, en aquellos a?os en que se pusieron a la tarea los hombres y mujeres -eran pocas, pero muy cualificadas- a quienes Mar¨ªa Dolores G¨®mez Molleda bautiz¨® como "los reformadores de la Espa?a contempor¨¢nea".Y si de educaci¨®n se trata, hemos de pensar, ante todo, en Francisco Giner de los R¨ªos y en Concepci¨®n Arenal, pioneros de la reforma pedag¨®gica, educacionista y filantr¨®pica del XIX. Ellos siguen siendo el referente hist¨®rico.
Vendr¨ªa despu¨¦s la atribulada generaci¨®n del 98, tantas veces interpretada y reinterpretada por Pedro La¨ªn. Y poco m¨¢s tarde, los nietos de Giner, la verdadera cosecha de la sementera del 68, la generaci¨®n del 14 -as¨ª bautizada por Lorenzo Luzuriaga, uno de ellos, en su Pedagog¨ªa social y pol¨ªtica- Es decir, los intelectuales-actores de los a?os treinta, como dir¨ªa Mar¨ªa Zambrano, y en particular, de? proceso republicano, de 1931 a 1936.
Y en lo m¨¢s alto del podio, Ortega y la filosof¨ªa pol¨ªtica espa?ola en su mayor¨ªa de edad. Junto a ¨¦l, Manuel Aza?a, expresi¨®n m¨¢xima del intelectual metido en pol¨ªtica. Y al fondo, "haciendo precisi¨®n" -como quer¨ªa Ortega- en sus respectivas profesiones y en el vertiginoso proceso pol¨ªtico de nuestro primer tercio de siglo: Castillejo, el europe¨ªsta; Am¨¦rico Castro, el historiador; Blas Cabrera, el cient¨ªfico; Jim¨¦nez de As¨²a, el jurista; Manuel de Falla, el m¨²sico, o Luzuriaga, el pedagogo.Lorenzo Luzuriaga (1889-1959) est¨¢ en el origen de la reforma pedag¨®gica m¨¢s extensa y profunda que Manuel Bartolom¨¦ Coss¨ªo y Castillejo impulsan en Espa?a tras la muerte de Giner, en 1915.
Y Luzuriaga es el pr¨¢ctico de esa reforma, el divulgador, el hombre-s¨ªntesis de la modernizaci¨®n de los treinta. Hab¨ªa sido disc¨ªpulo de Giner y de Coss¨ªo en la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Y las huellas de los dos grandes maestros institucionistas siempre seguir¨¢n vivas en ¨¦l. Poco despu¨¦s conocer¨ªa a Ortega, otra influencia perdurable y determinante en su vida.
Y junto al institucionismo y el orteguismo, la militancia socialista. He aqu¨ª las tres s¨®lidas columnas ideol¨®gicas de su pensamiento. Luzuriaga fue, hasta 1936, un socialista republicano y radical, partidario de la Educaci¨®n Nueva, en su cu¨¢druple dimensi¨®n de escuela ¨²nica, activa, p¨²blica y laica, redactor de importantes ponencias sobre educaci¨®n para los congresos del PSOE, miembro activo de la Liga de Educaci¨®n Pol¨ªtica, de Ortega y Aza?a, y de la Escuela Nueva, de N¨²?ez de Arenas; autor, en fin, de numerosos art¨ªculos de combate en el semanario Espa?a (1914-15), en el diario El Sol (1917-192 1) y en la Revista de Pedagog¨ªa (1922-1936), que ¨¦l funda y dirige -junto a su mujer, Mar¨ªa Luisa Navarro, y que tendr¨ªa un enorme peso en la vida cultural y pol¨ªtica de aquellos a?os.
La obra de Luzuriaga en Espa?a termina bruscamente en 1936. Tomar¨¢ entonces el camino del exilio (Glasgow, Tucum¨¢n, Buenos Aires), y s¨®lo volver¨ªa a Espa?a en una ocasi¨®n -mediados de los cincuenta-, discret¨ªsimamente, para recoger algunos "papeles" y quiz¨¢ para matar el gusanillo de la nostalgia. Retornar¨ªa a Buenos Aires desolado: lo que hab¨ªa visto ahora nada ten¨ªa que ver con lo que un d¨ªa hab¨ªa sido una gran ilusi¨®n...
Aunque en la capital argentina desplegar¨ªa una intensa actividad como profesor y publicista, su obra americana acusa las ausencias y la falta del calor de la tierra. Luzuriaga ser¨¢ all¨ª un trasterrado, un exiliado. Lejos quedaba aquel proyecto de vida truncado por el fascismo.
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