En pelota picada
Cada a?o, p¨²blico y cr¨ªtica suelen coincidir en este festival de Donostia alrededor de una pel¨ªcula que a pesar de no contar con grandes antecedentes, se convierte de inmediato en un peque?o fen¨®meno de aceptaci¨®n masiva. Este a?o le toc¨® tal honor a The full monty, de Peter Cattaneo, una comedia deliciosa, construida con tiral¨ªneas a partir de un gui¨®n de esos que merecen estudiarse en las escuelas de cine. Un grupo de seis parados de Sheffield descubre con perplejidad que las mujeres de su barrio, incluidas sus propias esposas, pagan de vez en cuando 10 libras esterlinas para ver espect¨¢culos de strip tease masculino... Con lo cual no se les ocurre nada mejor que convertirse ellos mismos en practicantes de ese full monty, el desnudo integral que los har¨¢ ricos y sobre todo respetables ante sus propias c¨®nyuges.Hacer de un tema tan peliagudo y serio como el fin de la cultura proletaria basada en los valores del trabajo, con las hondas repercusiones psicol¨®gicas y sociales que tal final supone, y hacerlo, adem¨¢s, con las f¨®rmas gen¨¦ricas de la comedia m¨¢s cl¨¢sicamente inglesa -la pel¨ªcula parece casi una revisitaci¨®n de los filmes de Ealing con un aderezo del vitriolo de Stephen Frears y la indignaci¨®n ¨¦tica de Ken Loach- implica a priori un coraje casi desmedido. Cattaneo lo hace sin dejar de poner el dedo en la llaga de la situaci¨®n del (no) trabajo industrial en el Reino Unido, borda una comeia descarada y vitalista, llena de situaciones en el l¨ªmite pero siempre manejada con mano maestra por un cineasta bien dotado para el control del ritmo narrativo, y sabio a la hora de homogenizar los trabajos actorales de sus (excelentes) int¨¦rpretes.
De sus im¨¢genes brota un chorro de inteligencia y de vida, un ejercicio de funambulismo que jam¨¢s cae en el rid¨ªculo, sobre todo porque el director sabe acabar a tiempo el gag, por una parte, y es capaz de lograr que el p¨²blico se r¨ªa con sus personajes, no de ellos. El ¨¦xito de p¨²blico que el filme ha obtenido en sus tres primeros pases donostiarras, la comunidad de goce que establece el espectador con sus im¨¢genes, nos advierte que estamos ante uno de esos filmes que pueden marcar tendencia en tiempos venideros, un premio a la inteligencia de una propuesta por encima de la media de calidad de los filmes vistos aqu¨ª este a?o.
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