Ahora es posible
Me permito llamar su atenci¨®n sobre el hecho de que, si hay una esperanza, es ahora, estos d¨ªas. Ahora que la noche comienza al fin a convalecer despu¨¦s de tres meses de fiebre, el aire vuelve a ser transparente, el calor se tambalea como un boxeador ya sonado y un comienzo de buen gusto regresa a los bosques. No hay garant¨ªas, y la experiencia no permite demasiado entusiasmo, pero es posible, si no probable, que esta luz al fin tangencial se logre colar tras los m¨¢s espesos muros y pase la voz: "Ahora, ahora es posible".Historias pasadas permiten sospechar incluso de la mism¨ªsima luz: en determinadas condiciones, este oto?o de oro transparente es el que se desliza por las grietas m¨¢s delgadas y, haciendo de cu?a, sin esperar a sus tradicionales aliados, termina por derribar los muros m¨¢s espesos. As¨ª ha sido, al menos, alguna vez. El oeste, por ejemplo. Durante el verano, el oeste de esta ciudad simplemente se muere. Una extensa poblaci¨®n que hasta la primavera se agitaba, si no por la alegr¨ªa deshuesada que el t¨®pico m¨¢s grosero atribuye a los j¨®venes, s¨ª por lo menos por la rutina de 140.000 estudiantes acudiendo a clase y examin¨¢ndose por lo menos dos veces al a?o, un ritual ¨¦ste extraordinariamente ruidoso.
Pues bien: un d¨ªa primerizo de julio toda esa actividad desaparece como si estuviera escrito en alguna parte, los j¨®venes emigran y los ¨¢rboles del campus se cubren del polvo gris que siempre presagia el mal de las civilizaciones. Si no se ha recibido adecuada preparaci¨®n, psicol¨®gica y de la otra, es mejor no acercarse.
?Y el centro? El centro es una zona particularmente agradecida, no s¨®lo porque esta luz de oto?o subraya su recalcitrante belleza hecha de cicatrices, sorpresas e historia -al alba, sobre todo, y tambi¨¦n al atardecer-, sino porque en oto?o el centro vuelve a ser nuestro. Una parte de la poblaci¨®n no lo sabe, pues no estaba, pero es que hay d¨ªas de verano en que ocupa el centro una divisi¨®n de peque?os blindados generadores de calor con apariencia de coche anunciado por la televisi¨®n. Al mismo tiempo barren las avenidas grandes corrientes de aire caliente expulsado con esfuerzo por los oficinistas atrincherados tras sus barricadas de aire de lata. En los callejones hay que ir cortando el aire inm¨®vil con gran esfuerzo, pues entre otras cosas los m¨²sculos se relajan por todo este sudoroso e insano ejercicio.
?Ha pensado alguien en qu¨¦ nos espera si un d¨ªa, por azar, nunca se sabe, estallase una huelga salvaje de heladeros? Pero m¨¢s all¨¢ de toda esta guerra meteorol¨®gica -siempre victoriosa- y siempre derrotada, al fin de cuentas-, lo m¨¢s esperanzador estriba en que esta luz dorada es, como indican sus brillos, mucho m¨¢s inteligente. Porque lo que m¨¢s deprime del verano no es tanto el calor y la transpiraci¨®n y los vahos que desprenden -¨¦sa ser¨ªa una parte previsible de la guerra psicol¨®gica que va unida-, sino el hecho de que en verano parece, no s¨¦ muy bien por qu¨¦, que esta vez s¨ª que no hay remedio y la inteligencia se ha ido. No es que en invierno reluzca cegadoramente, pero sin duda con el calor e cede la plaza a toda esa ruidosa mitolog¨ªa seg¨²n la cual no hay vida sin sudor, ni alegr¨ªa sin terraza, y una manifestaci¨®n irrefutable de la juventud es la camiseta. Inevitablemente se producen fen¨®menos en otro momento m¨¢s improbables (no digo imposibles; digo improbables) como ciertas galas, ciertos concursos, ciertos decretos, ciertas portadas, ciertas obras en la calle, ciertos personajes, ciertos estrenos, ciertas plazas de toros. Hasta el dolor, entonces, se puede inadvertidamente poner un traje de lunares y hacernos a todos hacer el rid¨ªculo, como sucedi¨® m¨¢s de una vez este verano. Es como si todos los centinelas se hubiesen ido y nosotros y la ciudad qued¨¢semos indefensos, a merced del capricho de un gigantesco reality show. Pero no importa: con los rojos y amarillos en los ¨¢rboles todos los a?os se escuchan a lo lejos los primeros compases de una ¨®pera -ponga usted aqu¨ª la que le guste- y, como sucede con los cuchicheos y afinamientos que preceden a los grandes teatros y los grandes conciertos, se dir¨ªa que esta vez s¨ª, esta vez s¨ª que va a ser memorable.
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