La gran siesta
Castilleja / Cepeda, Camino, S¨¢nchez
Tres toros de La Castilleja (dos rechazados en el reconocimiento, uno devuelto por inv¨¢lido), 1? terciado inv¨¢lido, 5? chico sospechoso de pitones -se lidi¨® bajo responsabilidad del ganadero- e inv¨¢lido, 6? con trap¨ªo, manso; todos aborregados. 2? de Marcos N¨²?ez, discreto de presencia, inv¨¢lido total. 4? de S¨¢nchez Arjona, con trap¨ªo, manso, pastue?o. 3? sobrero de Gabriel Rojas, terciado, flojo, borrego.
Fernando Cepeda: estocada ladeada tirando la muleta y descabello (silencio); pinchazo, estocada ladeada a un tiempo, rueda de peones -aviso- y dobla el toro (vuelta por su cuenta). Rafael Camino: dos pinchazos, otro hondo ca¨ªdo, rueda de peones y cuatro descabellos (silencio); estocada baja (silencio).
Manolo S¨¢nchez: dos pinchazos bajos y rueda de peones (silencio); bajonazo (silencio).
Plaza de Valencia, 10 de octubre. 2? corrida de feria. Menos de media entrada.
No sucedi¨® absolutamente nada. ?Ser¨¢ posible?
Cuando, como hace al caso, la perplejidad adquiere caracteres catastr¨®ficos, los castizos quitan la e: ?Ser¨¢ posibl?
Nada sucedi¨® en dos horas y media de funci¨®n, se dice pronto. Y no es lo malo que los lances de la lidia carecieran del menor inter¨¦s. Es que daban sue?o. Y un nutrido grupo de aficionados se peg¨® la gran siesta.
Curioso espect¨¢culo que, en vez de emocionar, mece.
Han inventado la tauromaquia de cuna.
La modernizaci¨®n de la fiesta completa su ciclo evolutivo con la transformaci¨®n de las plazas de toros en plazas-dormitorio.
Fernando Cepeda, Rafael Camino y Manolo S¨¢nchez pegaron pases, no se pregunte c¨®mo. Fernando Cepeda, Rafael Camino y Manolo S¨¢nchez pegaban los pases que dicta la modernidad. ?Algo que objetar?
No falt¨® de nada a su concepci¨®n interpretativa del toreo moderno: pegaban los pases fuera cacho, de costadillo, con el pico de la muleta, aleatorio el temple, el viaje marcado hacia afuera, perd¨ªan pasos..,; y todo esto lo sustanciaban en colaboraci¨®n con un pedazo de borrego.
Se pon¨ªa fino y profesoral Fernando Cepeda para el derechazo y, salvo par de naturales y de redondos que acert¨® a ligar, produc¨ªa en la afici¨®n una ca¨ªda de p¨¢rpados. Adoptaba Rafael Camino ostentosos aires de jabato, y los p¨¢rpados parec¨ªan de plomo. Representaba papeles de pundonoroso gladiador Manolo S¨¢nchez y se o¨ªa un rumoroso coro de ronquidos.
Los toros se ca¨ªan. ?Es novedad acaso? Los toros, en cuanto saltaban a la arena, ya la med¨ªan con sus cuerpos serranos.
Varios toros protest¨® la afici¨®n, s¨®lo uno volvi¨® al corral y resulta que aparecieron de cuatro hierros distintos. No hay misterio: dos fueron rechazados en el reconocimiento y sustituidos por otros tantos de diferentes ganader¨ªas.
Rechazaron en realidad tres pero uno se lidi¨® por deseo del ganadero y bajo su responsabilidad. Esta f¨®rmula propiciatoria del fraude que implant¨® el nefasto Reglamento Corcuera estaba derogada, pero la huelga de principio de a?o convocada por esa confederaci¨®n de taurinos llamada CAPT consigui¨® que volviera a entrar en vigor.
La CAPT, de acuerdo con los pol¨ªticos de las comunidades de Valencia, Andaluc¨ªa y Madrid, logr¨® adem¨¢s que tampoco se analizaran los cuernos presuntamente afeitados hasta que una comisi¨®n cient¨ªfica dictaminara la fiabilidad de las t¨¦cnicas de detecci¨®n del fraude. Y de esta manera han podido desarrollar la temporada sin control ni sanci¨®n, aunque toda ella ha transcurrido bajo sospecha por la invalidez generalizada y la mutilaci¨®n evidente de gran parte de las reses.
Consumado el estropicio -un a?o entero convirtiendo en pantomima la autenticidad de la fiesta-, llega el dictamen de los cient¨ªficos y resulta que las t¨¦cnicas aquellas son fiables. Luego los huelguistas de la CAPT no ten¨ªan raz¨®n; los pol¨ªticos han hecho el m¨¢s espantoso de los rid¨ªculos. Y, entrambos, a los aficionados y a la fiesta se la han dado con queso.
Ahora bien, el informe de los cient¨ªficos carece a¨²n de validez porque no han hecho la entrega oficial. Ni la har¨¢n hasta que les paguen. Pues no les han pagado. Los pol¨ªticos no previeron en su d¨ªa que este trabajo hab¨ªa de pagarse y, al parecer, ahora no encaja en el presupuesto.
La chapuza y la trampa tienen en este pa¨ªs su para¨ªso.
Toros inv¨¢lidos con alma de borrego, adocenados pegapases, pl¨²mbeas faenas... Y para engendrar semejante esperpento se necesitaron dos horas y media, ?ser¨¢ posibl? Dos horas y media en actitud crepuscular. Dos horas y media perdidas en los brazos de Morfeo.
Babelia
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