Una plaza
"Estamos, se?oras y se?ores, en una de las m¨¢s hermosas y logradas plazas de esta ciudad. -El cicerone permiti¨® que el tropel de turistas recrearan las pupilas- Pues, s¨ª, mesda mes et messieurs, ¨¦sta es la plaza de la Villa de Par¨ªs. Se encuentra a espaldas del paseo de Recoletos y re¨²ne los requisitos para merecer la elogiosa declaraci¨®n. Una plaza, y muchos de ustedes lo saben, es cierto amplio espacio urbano encajado entre nobles edificios, al menos uno. Observen la armoniosa y severa construcci¨®n que cubre aquel flanco. Luego admiraremos la adosada y bella iglesia de las monjas salesas, que completa la manzana. Los ¨¢rboles, como ven, crecen con escasa convicci¨®n, quiz¨¢ porque las ra¨ªces est¨¦n atufadas por los humos de tanto autom¨®vil como contienen los espaciosos aparcamientos subterr¨¢neos que la minan. Espero que me entiendan -dijo, con cierta precipitaci¨®n, antes de que le preguntaran qu¨¦ que r¨ªa decir atufar- En otros tiempos se ve¨ªan ni?os, acompa?ados de sus mam¨¢s o amas gallegas, con amplios delantales blancos, cofia y collares de plata. No, no, aquello termin¨® hace a?os. Tambi¨¦n la frecuentaban viejecitos, de los que tra¨ªan migas de pan para los gorriones"."Contestando a su pregunta, caballero, creo que la causa est¨¢ en que la mayor parte de las casas colindantes son ahora oficinas y los oficinistas apenas tienen tiempo para tomar el aperitivo en los bares cercanos y adquirir los impresos de las quinielas, que luego rellenan en el lugar de trabajo. En otro momento le explicar¨¦ lo de las quinielas, se?ora".
La voz del gu¨ªa se hizo confidencial. "Ese inmueble del fondo es el lugar de tr¨¢nsito para pillos, delincuentes, criminales, paparazzi, abogados y gente de magistratura, entre la que, supongo, haya personas honorables. Por ah¨ª anda la aorta de la Administraci¨®n de Justicia, congelada en la estatua aqu¨¦lla que tiene los ojos tapados, como el caballo de los picadores que vieron ustedes ayer domingo. Lo de la balanza equilibrada debe ser porque as¨ª le sali¨® al escultor". Uno de los japoneses, que chapurreaba el castellano, deletre¨®: "Tribunal Supremo". "?Qu¨¦ significa?", dijo en ingl¨¦s. "Pues, la verdad, no lo s¨¦", dijo el gu¨ªa.
Abandon¨¦ el grupo con el que hab¨ªa coincidido momentos antes, consider¨¢ndome bastante identificado con el curioso explicador. Pens¨¦ que tras aquellos espesos muros se desgrana un lenguaje cabal¨ªstico inventado para no ser comprendido por los extra?os, que somos todos los dem¨¢s. Una afinidad con las ciencias herm¨¦ticas y el idioma de los m¨¦dicos, m¨¢s antiguo que el leguleyo. Dijo Oscar Wilde -si no fue ¨¦l, nada impide atribu¨ªrselo- que la palabra es el medio m¨¢s acreditado para esconder el pensamiento. Nunca, a lo largo de mi larga vida, he le¨ªdo una sentencia judicial sin la duda de que fuera favorable o condenatoria, hasta que alguien versado la traduc¨ªa. Hubo una ¨¦poca, de la que los m¨¢s ancianos del lugar habr¨¢n o¨ªdo hablar, en que se guardaban las formas en aquel recinto de la plaza de la Villa de Par¨ªs y otros semejantes. Incluso se celebraron juicios a puerta cerrada y se cre¨ªa -o fing¨ªa creerse- en el secreto de, los sumarios y la discreci¨®n de los magistrados.
Se me ocurre una sugerencia para clarificar y modernizar los actos forenses: codificados o abiertos. Un open de longevidad procesal ha sido el de la colza. Asuntos como Arny o Filesa caer¨ªan entre los necesitados del descodificador que, por una m¨®dica cantidad y peque?o esfuerzo, est¨¢n al alcance de cualquiera. El sistema ya est¨¢ inventado y en rodaje, aunque no perfeccionado, y s¨®lo una minor¨ªa muy tecnificada descifra, de corrido, el c¨®digo, en el literal sentido de entender algo deliberadamente enrevesado. En aquellas edades era dif¨ªcil descubrir al juez venal porque la mayor¨ªa no lo eran. Severas siluetas de negro vestidas, blanca la camisa, negra la corbata, c¨¢ndida la conciencia; hombres exiliados en el espantable territorio de la ley, que juraban guardar, administrar e impartir. Como los preceptos de la tauromaquia: parar, templar y mandar.
Confiemos en un nuevo Mes¨ªas, que quiz¨¢ proceda de un tipo flaco, desali?ado y corto de vista. llamado Bill Gates. En medio de esa plaza hay sitio para otra estatua.
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