Fraga
Su obsesi¨®n era la puntualidad. Entraba a la clase a las nueve, en punto y sal¨ªa a las diez menos cuarto, luego supimos que no por deber administrativo alguno, sino porque iba a quemar prote¨ªnas a un gimnasio de la calle Casado del Alisal. Pero el momento dram¨¢tico era la entrada de las nueve. El alumno que alcanzara la puerta detr¨¢s de ¨¦l quedaba fuera. Es lo que me ocurri¨® en una ocasi¨®n, justo en el d¨ªa en que convoc¨® el examen parcial. Como yo era el delegado de curso, intent¨¦ en la clase siguiente confirmar la fecha. Se neg¨® a contestar, advirti¨¦ndome en tono autoritario que hab¨ªa faltado a mi obligaci¨®n. As¨ª que me encog¨ª de hombros, disponi¨¦ndome para marchar. En mala hora. "?Cu¨¢drese!", grit¨®. Para su desgracia, yo no hab¨ªa iniciado a¨²n la mili, por lo que me limit¨¦ a mirarle con asombro y a preguntarle: "?Qu¨¦ dice usted?".Como profesor, era poco brillante, menos que su colega de c¨¢tedra, el huidizo Carlos Ollero. Recitaba a paso de carga las clases, igual que un opositor, mirando a la intersecci¨®n de la pared de enfrente con el techo y pasando siempre las mismas fichas, lo que pod¨ªa comprobarse, ya que la clase sobre un tema se repet¨ªa en el curso siguiente con puntos y comas. Y sus libros, c¨®mo La crisis del Estado, que serv¨ªa de texto, tampoco constitu¨ªan un ejemplo de imaginaci¨®n anal¨ªtica. Lo que s¨ª resultaba claro s¨®lo con asomarse a su clase era su condici¨®n de hombre convencido de su propia val¨ªa y con una enorme voluntad de poder. A comienzos de 1962, las chirigotas del Paso del Ecuador le representaban humor¨ªsticamente como una gordinflona hura?a, la se?ora Friega y Barre, mientras el estribillo repet¨ªa: "No hay enga?o, no hay misterio: va buscando un ministerio". Pocos meses despu¨¦s, Fraga lograba la cartera de Informaci¨®n y Turismo.
Como todo el mundo sabe, el m¨¦rito de Fraga consisti¨® en darse cuenta de que el r¨¦gimen de Franco estaba agotado en un marco internacional muy distinto del de los a?os 50. Y hab¨ªa que cambiar, precisamente para que todo no se acabara derrumbando: no le entendieron, ni al principio ni al fin, cuando Franco hizo la c¨¦lebre observaci¨®n, preguntando para qu¨¦ pa¨ªs hab¨ªa pensado el ya ex ministro sus reformas. Entre tanto, Fraga hizo una tenaz promoci¨®n de s¨ª mismo, creando la imagen de un hombre eficaz y relativamente moderno, en el cementerio de dinosaurios en que iba convirti¨¦ndose la clase pol¨ªtica franquista. L¨®gicamente, Carrero se cruz¨® en su paso. Pero, entre tanto, Fraga, con su ley de Prensa, hab¨ªa logrado dar un paso de primera importancia en la efectiva conversi¨®n del cesarismo franquista en un r¨¦gimen autoritario, ajustado a la descripci¨®n de Linz. Fue su baza y su capital pol¨ªtico en las postrimer¨ªas de la dictadura, cuando recibe el apodo de Fragamanlis, en cuanto posible art¨ªfice de una transici¨®n.
Aficionado a las carreras de caballos, su m¨¦rito ha consistido siempre en comportarse como un jinete con buen sentido del paso, aunque no haya perdido la costumbre de liarse a latigazos cuando tropieza con una dificultad en el recorrido. Se dio cuenta de la par¨¢lisis pol¨ªtica del franquismo y luego entendi¨®, no sin dificultades, que aquellos sectores que se consolidaran en el poder econ¨®mico y social bajo Franco ten¨ªan que asumir la democracia. De nuevo su tenacidad le permiti¨® superar situaciones y problemas muy dif¨ªciles, entre ellos la falta de cuadros pol¨ªticos inicialmente comprometidos con esa readaptaci¨®n. Pero ah¨ª est¨¢n, gobernando en Madrid, en Santiago y en muchos otros lugares. El voto del domingo puede ser su consagraci¨®n.
Pero los elementos de continuidad no han desaparecido. No s¨®lo en el car¨¢cter, que sigue ah¨ª como rasgo que dificulta la relaci¨®n con el otro. Sobre todo, en el sentido autoritario del ejercicio de ese poder. Fraga no s¨®lo hizo la ley de Prensa, sino que utiliz¨® en los a?os 60 de modo m¨¢s eficaz que sus predecesores el control de los medios para imponer la, exclusi¨®n y el aplastamiento del adversario. Sin renunciar al juego sucio, como en los XXV A?os de Paz o el refer¨¦ndum de la Ley Org¨¢nica, y a jugar a fondo con la destrucci¨®n del disidente pol¨ªtico hasta l¨ªmites dif¨ªcilmentes superables de vileza, como ocurri¨® en el caso Ruano y al proclamar entonces el estado de excepci¨®n. Con dictadura o en democracia, el desprecio del pluralismo en nombre de la autoproclamada eficacia de su gesti¨®n y la tendencia a copar el poder, haciendo de la Administraci¨®n un instrumento al servicio de s¨ª mismo y de su partido, son rasgos que acompa?an a Fraga y que por desgracia cabe tambi¨¦n detectar en sus seguidores, hoy en el Gobierno. Su previsible triunfo en Galicia dista, pues, de ser una buena noticia para la democracia. Algo que fuera del PP s¨®lo ignoran. Anguita y su gente.
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