La v¨ªa Hoddle
Era un tipo grand¨®n y lento ue ten¨ªa un pie de oro, el izquierdo. Su juego provocaba adhesiones incondicionales, pero Hoddle era una rareza en el f¨²tbol ingl¨¦s, una especie de icono contracultural en un periodo terrible para los jugadores de clase. Europeos, les llamaban para distinguirles de los verdaderos ingleses, que se tomaban el juego como un combate a pecho firme. Los equipos embest¨ªan y el bal¨®n se disparaba hacia arriba, como asustado por la crudeza de una gente que hab¨ªa reducido a una parodia insufrible la natural tendencia brit¨¢nica al juego largo. El d¨¦ficit de clase, sutileza y sentido t¨¢ctico da?¨® gravemente a un f¨²tbol sumido en la nostalgia y en un estilo cada vez m¨¢s pedregoso.Hoddle nunca se consolid¨® en la selecci¨®n inglesa. Particip¨® en dos Mundiales -Espa?a 82 y M¨¦xico 86- y jug¨® medio centenar de veces con la casaca de los tres leones. Pero siempre lo hizo en precario, de prestado frente a jugadores de menos talento y m¨¢s voluntad para la lucha. Para los c¨ªrculos m¨¢s duros, mayoritarios por otra parte, Hoddle era un futbolista inconsistente y holgaz¨¢n, m¨¢s pendiente de los detalles que de lo crucial: empujar, pegar, batallar. Su peque?o n¨²cleo de defensores se asomaban a las tribunas de prensa para abogar por una raza de jugadores que estaba en v¨ªas de extinci¨®n. Su cr¨¦dito se redujo a tal extremo que tuvo que exilarse al f¨²tbol franc¨¦s, siempre sensible con la calidad. Le reclut¨® Arsene Wenger para el M¨®naco y jug¨® muy bien. Los franceses le adoraban, como a Chris Waddle (Olympique de Marsella), otro ejemplar inusual y exquisito en el f¨²tbol de Inglaterra. En el ocaso de su carrera, Hoddle se sinti¨® feliz y por fin reconocido.
Ahora Hoddle es el seleccionador que ha conducido a Inglaterra hacia el Mundial de Francia y Wenger es el t¨¦cnico del cosmopolita Arsenal, l¨ªder de la Premier League. No es casual. Por lo visto, en alg¨²n momento se produjo la n¨¢usea que cambi¨® el paisaje del f¨²tbol en Inglaterra. Probablemente ocurri¨® en el mandato de Graham Taylor, un seleccionador integrista e insularista. El fracaso de Taylor -Inglaterra no accedi¨® al Mundial del 94- coincidi¨® con un momento de expansi¨®n econ¨®mica en el f¨²tbol ingl¨¦s. Entre una cosa y la otra, los clubes comenzaron a reclutar estrellas extranjeras que sirvieran de reclam¨® a los aficionados y a las audiencias televisivas. El viejo m¨¦todo del push and run (empujar y correr) se hab¨ªa vuelto inservible, en gran medida por las est¨¦riles teor¨ªas de gurus como el director de operaciones de la Federaci¨®n Inglesa, Charles Hughes, que en un delirante ataque de vanidad y estupidez escribi¨® un tratado titulado The Winning Formula (La f¨®rmula ganadora).
El librito en cuesti¨®n ven¨ªa a reducir el f¨²tbol a una cuesti¨®n n¨²merica. Finalmente todo consist¨ªa poner el bal¨®n en ciertos lugares donde estad¨ªsticamente se consegu¨ªan m¨¢s goles. Volaban los pelotazos hacia el borde del ¨¢rea y all¨ª se provocaban las faltas y los rechaces que terminar¨ªan en gol. La famosa f¨®rmula devast¨® el f¨²tbol ingl¨¦s, pero todav¨ªa tiene adeptos (Capello es uno). Por eso resulta aleccionador el partido entre Italia e Inglaterra, donde ambas selecciones intercambiaron los papeles. Los ingleses jugaron con paciencia, rigor t¨¢ctico y un aseo desconocido para tocar. Los italianos lo hicieron con ardor y palla lunga (bal¨®n largo) para gente como Vieri, que a decir verdad es m¨¢s ingl¨¦s que italiano.
Hoddle sali¨® victorioso del combate. Nada de lo que hizo su equipo fue excepcional, si no fuera porque era una selecci¨®n brit¨¢nica. Inglaterra no fue un prodigio de exquisitez, pero hab¨ªa un punto de armon¨ªa y naturalidad en su f¨²tbol que la hac¨ªa superior a la selecci¨®n italiana. Hoddle es un h¨¦roe en esos, d¨ªas, pero no se siente confiado. "Todav¨ªa estamos por detr¨¢s del f¨²tbol europeo y suramericano en muchos aspectos, sobre todo en la t¨¦cnica. S¨®lo el 15% de nuestros ni?os tiene un primer toque decente".
Por supuesto, Hoddle, que sustituy¨® a Venables tras la Eurocopa, decidi¨® acabar con la vieja guardia de la Federaci¨®n. Se fue el temible Charles Hughes con sus f¨®rmulas bajo el brazo y se nombr¨® a Howard Wilkinson como nuevo director de f¨²tbol. Wilkinson no es un purista de la t¨¦cnica y todo eso, pero est¨¢ en la onda de Hoddle y pretende cambiar los h¨¢bitos de entrenamiento de los equipos infantiles y juveniles en Inglaterra. Y a partir de ah¨ª, se espera el advenimiento de una nueva raza de jugadores en las Islas.
A Hoddle se le saluda con entusiasmo tras el empate de Roma. Hace un a?o se dec¨ªa que su trabajo estaba condenado al fracaso, porque no podr¨ªa soportar la implacable maquinaria de un f¨²tbol que hab¨ªa devorado a Don Revie en los 70, a Ron Greenwood en los 80, a Bobby Robson y a Graham Taylor. Hoddle decidi¨® que la manera de sobrevivir consist¨ªa en virar la historia. Inglaterra se hab¨ªa fosilizado como un diplodoco en un f¨²tbol viejo y sin salida. Quedaba explorar la otra v¨ªa, la que ven¨ªa de jugadores como Cantona en el Manchester, de Gullit, que jug¨® a las ¨®rdenes de Hoddle en el Chelsea, de Zola, del predominio de la raz¨®n y la t¨¦cnica sobre el puro entusiasmo. Finalmente Hoddle ha apostado por s¨ª mismo, por el jugador que fue y por lo que represent¨® de resistencia a una ¨¦poca detestable.
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