La marcha de la teniente O?Neill
La teniente O'Neill (G. I Jane), pel¨ªcula que pr¨®ximamente se estrenar¨¢ en Espa?a, soberbiamente interpretatada por una Demi Moore entrada en m¨²sculos, tiene una clara hechura estadounidense. En ella, una oficial de Informaci¨®n de Marina intenta (con las consiguientes trabas pol¨ªticas) equipararse a los varones en el Ej¨¦rcito, someti¨¦ndose a un tremendo -y absurdo- ba?o de formaci¨®n especial en una unidad de super¨¦lite. Pese a una fachada de defensa de la igualdad de sexos, rezuma valores de militarismo y una pauta de una masculinidad a la que aspira la protagonista.No podr¨ªa haber sido una pel¨ªcula europea. No porque no haya mujeres militares en Europa, sino porque los valores que se han apoderado de esta Europa posmoderna parecen ser otros, distantes de ese Estados Unidos en el que a¨²n predomina, al menos en mayor grado, una moderna idea nacional. En esta Europa se ha perdido la estimaci¨®n -que nuestras abuelas valoraban- hacia la idea -masculina- de la defensa nacional; y con ella ha llegado el rechazo al servicio militar, por otras razones que en EE UU.
La era del servicio militar obligatorio est¨¢ acabando, "y con ella acaba la estampa de los rituales militares y los c¨®digos de masculinidad en las escuelas, en las instituciones p¨²blicas y en la vida familiar", se?ala Michael Ignatieff en una rese?a en The New York Review of Books de un libro de gran actualidad: La guerra posmoderna, de Chris Hables Gray. Seg¨²n ¨¦ste, la guerra -incluso para EE UU- se ha alejado de nuestras conciencias de la mano de la ausencia de conflictos armados propios en las ¨²ltimas cinco d¨¦cadas. Estados Unidos parece buscar nuevos enemigos (s¨®lo queda Libia, en la pel¨ªcula). Y Europa teme que le surjan.
Desde Europa no se ve ya la guerra desde la perspectiva de defensa del territorio propio, sino de defensa de intereses m¨¢s lejanos -algo a lo que los norteamericanos ya est¨¢n m¨¢s acostumbrados- o derivada de la conciencia ante la necesidad de actuar aunque no haya inter¨¦s por medio. Es la participaci¨®n en operaciones de paz o de pacificaci¨®n, antes que de defensa territorial. La guerra vivida desde Occidente es, adem¨¢s, crecientemente una guerra de m¨¢quinas, incluidas m¨¢quinas civiles, como ocurre con muchas de las comunicaciones de la OTAN en Bosnia. Es la ruptura, como dicen los autores citados, entre la guerra y el sacrificio humano.
Si a lo anterior a?adimos el hecho de la integraci¨®n de unidades superiores, tambi¨¦n en el terreno militar, se explica, al menos en parte, el vaciamiento del sentido del servicio militar. Buena parte de Europa, y desde luego la sociedad espa?ola, ha pasado la p¨¢gina al respecto. S¨®lo queda, ind¨®mita, la figura de Helmut Kohl para defender a capa y espada un servicio militar frente a un Ej¨¦rcito profesional que trae malos recuerdos a los alemanes. Pero cabe tambi¨¦n destacar que en buena parte de Europa -ya sea en la Francia supuestamente militarista o en Espa?a- el servicio militar se ha suprimido o se est¨¢ suprimiendo casi sin debate.
Desde estas circunstancias, y desde la novedad, quiz¨¢ no sorprenda demasiado que el Ministerio de Defensa tenga dificultades en Espa?a para reclutar un n¨²mero suficiente de soldados profesionales. Pero s¨ª que estos problemas surjan en tiempos de escasez de empleo, cuando cualquier oposici¨®n p¨²blica atrae a masas de concursantes para las pocas plazas que se convocan. No se trata de una actitud necesariamente antimilitarista de la sociedad y de nuestros j¨®venes. No. La popularidad de las Fuerzas Armadas nunca ha estado tan alta, y a ello contribuye la visibilidad de las nuevas misiones de paz que han pasado a desempe?ar con ¨¦xito y esfuerzo, por ejemplo, en Bosnia, codo a codo con el astro ascendente que son las organizaciones no gubernamentales, que, en buena parte, han venido a relevar -neg¨¢ndolo- al servicio militar. No se pierde as¨ª la idea de servicio, sino que se transforma; pero ya no al son de la marcha de O'Neill.
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