Sombras en la caverna
Viaje a Atapuerca con el arque¨®logo Emiliano Aguirre, que recibir¨¢ el viernes con su equipo el Premio Pr¨ªncipe de Asturias
A 15 kil¨®metros de Burgos, en plena calzada del Camino de Santiago que viene de Logro?o, al pie de las estribaciones de una humilde sierra de ondulados y mansos cerros, est¨¢ Ibeas de Juarros. Esta villa agr¨ªcola de 500 habitantes se ha convertido en capital mundial del pleistoceno por su proximidad a los yacimientos paleontol¨®gicos de Atapuerca, un sistema de cuevas, simas y galer¨ªas que conforman un santuario, milagrosamente intacto, en cuyo suelo pueden rastrearse y leerse las huellas f¨®siles del m¨¢s remoto pasado de la prehumanidad, las se?as de identidad de los lejan¨ªsimos parientes hom¨ªnidos del autodenominado, vaya usted a saber por qu¨¦, homo sapiens.En la Sima de los Huesos de la Cueva Mayor de Atapuerca, un zulo tect¨®nico de cinco metros por tres, se halla el mayor yacimiento de f¨®siles prehist¨®ricos del mundo. Huesos de hom¨ªnidos, de c¨¢nidos y felinos, de osos y de mam¨ªferos carro?eros atrapados y enterrados bajo enormes bloques de caliza y toneladas de basura, residuos s¨®lidos excretados por generaciones y generaciones de sapiens excursionistas empe?ados tambi¨¦n en dejar su impronta, su basurilla personal en el estrato correspondiente del ancestral vertedero.
Los visitantes domingueros de estas cuevas descubiertas a mediados del pasado siglo, sol¨ªan llevarse a guisa de souvenir dientes de f¨®siles de oso, muy abundantes porque las grutas hab¨ªan servido como dormitorio invernal de estos mam¨ªferos en ¨¦pocas remotas. Quiz¨¢ fueron los ecos de la fama de Atapuerca como vivero inagotable y expoliable de trofeos dentarios de plant¨ªgrados ancestrales, los que llevaron, con m¨¢s af¨¢n de estudio que de expolio, en 1976 a la Cueva Mayor de Atapuerca a un estudiante, hoy profesor de la Escuela de Minas, Trinidad Torres, que preparaba una tesis doctoral sobre los ¨²rsidos prehist¨®ricos.
En su exploraci¨®n, guiada por el espe¨®logo Carlos Puch, Trinidad Torres se top¨® con una mand¨ªbula de caracter¨ªsticas humanas, o al menos hom¨ªnidas, que puso en manos del profesor Emiliano Aguirre, ge¨®logo y paleont¨®logo, pionero y renovador del estudio de la paleontolog¨ªa en Espa?a y una autoridad indiscutible en materia de f¨®siles.
Fue el mejor regalo que jam¨¢s so?¨® recibir el cient¨ªfico que desde el primer momento intuy¨® la singular relevancia de los yacimientos f¨®siles de la sierra de Atapuerca. Cuando Aguirre compar¨® la importancia de los descubrimientos de la sierra burgalesa con otros, como el del "hombre de Pek¨ªn" y el del australopitecus africano, algunos hablaron de osad¨ªa, pero a la luz de los hallazgos y los estudios realizados desde entonces todos reconocen hoy que se estaba quedando corto.
Emiliano Aguirre, que el pr¨®ximo viernes 24 recibir¨¢ el premio Pr¨ªncipe de Asturias compartido con su equipo, se siente orgulloso sobre todo por haber sabido crear y vertebrar un equipo multidisciplinar en el que han trabajado codo con codo tanto ge¨®logos, arque¨®logos, pale¨®ntologos, ec¨®logos y antrop¨®logos, como bioqu¨ªmicos, prehistoriadores y los espele¨®logos del grupo burgal¨¦s Edelweiss, cuya experta gu¨ªa y voluntaria dedicaci¨®n subraya el profesor Aguirre.
Jubilado en 1990, Emilia Aguirre sigue visitando con frecuencia la localidad de Ibeas de Juarros, donde un sencillo y pedag¨®gico museo que lleva su nombre ("un muse¨ªto", dice su titular) ilustra con maquetas, paneles, diapositivas y algunos f¨®siles, la inveros¨ªmil y verdadera historia del homo de Atapuerca, antecesor del Neandertal y de su entorno, la fauna, la flora, su dieta o sus costumbres entre las que, a juzgar por las marcas dentales detectadas en huesos humanos, estaba incluida la antropofagia.
En la trinchera
El profesor Aguirre ha vuelto con un periodista de EL PA?S al lugar de sus hallazgos y los de su equipo. El trayecto por la autov¨ªa de Burgos se convierte en un fascinante viaje por el tiempo, el em¨¦rito ge¨®logo reconoce y comenta cada hito del camino, cada pliegue del terreno; los ara?azos que dejaron las palas excavadoras al abrir paso a la carretera se transforman en pistas, indicios con los que Emiliano Aguirre reconstruye la historia tect¨®nica de la meseta.El profesor Aguirre no es Indiana Jones, pero podr¨ªa doblar perfectamente a su padre, el veterano Sean Connery, en las escenas de acci¨®n por la agilidad que demuestra trepando sin necesidad de escalera por un costado de la estructura met¨¢lica que facilita el trabajo en las excavaciones al aire libre de la trinchera del ferrocarril donde se encuentra la Gran Dolina, junto con la Sima de los Huesos, el foco m¨¢s importante de hallazgos f¨®siles.
La trinchera del ferrocarril fue excavada a finales del pasado siglo, para construir las v¨ªas de un tren minero destinado a transportar carb¨®n por cuenta de una compa?¨ªa brit¨¢nica que hab¨ªa conseguido una concesi¨®n en Castilla.
El profesor Aguirre sospecha que hubo trampa, el caprichoso trazado de la v¨ªa no responde a las facilidades que proporcionaba el terreno, la trinchera desprecia el llano y se abre paso a trav¨¦s de la roca de la sierra desviando su curso natural. Emiliano Aguirre piensa que los ingleses buscaban algo m¨¢s que carb¨®n y que excabaron en la piedra para extraer de tapadillo fosfatos, una materia mucho m¨¢s escasa en el subsuelo del planeta.
Pero la historia de la ciencia es la historia de la casualidad, un juego de azar en el que la fortuna premia aleatoriamente a algunos jugadores concienzudos y tercos que prueban sistem¨¢ticamente todas las combinaciones a su alcance. La sospechosa trinchera del ferrocarril fue providencial para la ciencia, al poner al descubierto unas cavidades totalmente colmatadas en cuyos estratos pueden leerse los signos de la evoluci¨®n de la especie humana a lo largo de un mill¨®n de a?os.
Los f¨®siles humanos encontrados en la Gran Dolina de la trinchera, con caracter¨ªsticas anat¨®micas arcaicas, corresponden a un hom¨ªnido que vivi¨® hace 800.000 a?os, bautizado como Homo antecessor. En la cercana Sima de los Huesos aparecen los restos mezclados con los de abundante fauna de un preneandertal con 300.000 a?os de antig¨¹edad.
En los yacimientos de la sierra de Atapuerca se descubren d¨ªa a d¨ªa nuevas ramas del ¨¢rbol geneal¨®gico de la humanidad, las extraviadas huellas de los primeros pobladores de Europa.
Por su proximidad a los yacimientos y a la carretera general, Ibeas de Juarros se convirti¨® en la capital de las excavaciones reclamando para s¨ª parte de la cuota de fama que hasta entonces hab¨ªa ostentado el municipio de Atapuerca, famoso ya por sus cuevas prehist¨®ricas descubiertas a mediados del pasado siglo y muy visitadas por espele¨®logos y excursionistas.
El salom¨®nico profesor Aguirre -que opt¨® por la denominaci¨®n del yacimiento como Ibeas-Atapuerca- comenta estas cuestiones de primogenitura en el restaurante, ante un plato de sabrosas y viudas alubias rojas que constituyen uno de los m¨¢s sustanciosos atractivos tur¨ªsticos de Ibeas de Juarros.
En Los Claveles celebraron sus hallazgos los colaboradores y sucesores de Aguirre; y brindaron con los mejores caldos de su bodega, en esta tierra d¨²plice de Ibeas y Atapuerca situada a caballo tambi¨¦n entre las dos principales- regiones vin¨ªcolas de la Pen¨ªnsula: la Ribera del Duero y La Rioja, en los m¨¢rgenes de la carretera que une Burgos con Logro?o.
Julio fue el mes de excavaciones en la trinchera del ferrocarril, donde hoy toma muestras un solitario estudiante bajo el sol de agosto, al que hacen compa?¨ªa el guarda de las excavaciones y su perro.
Jos¨¦ Antonio Palacios Ibeas, el guarda, vive en una casilla prefabricada de madera a la entrada de la trinchera y ha aprendido los rudimentos de la industria l¨ªtica observando a los paleont¨®logos cuando imitaban los movimientos de los primeros pobladores de Atapuerca para fabricar herramientas y utensilios de caza y de uso dom¨¦stico. En su refugio se topa de vez en con soldados armados que vigilan el per¨ªmetro de un campo de tiro en el que est¨¢n enclavadas las excavaciones. M¨¢s de una vez la trinchera ha tenido que hacer honor a su b¨¦lico nombre, tal como demuestran los impactos de los proyectiles que Jos¨¦ Antonio Palacios, hombre de Ibeas y Atapuerca, se?ala en las paredes del yac¨ªmiento.
"Os jubilar¨¦is aqu¨ª"
Pero ni las balas que pasan silbando por encima de sus cabezas son capaces de apartar de su empe?o cient¨ªfico a los buscadores de los or¨ªgenes del hombre que siguen el proceso iniciado por Emiliano Aguirre, trabajando met¨®dica y pausadamente, en equipo, profesores y estudiantes de diferentes ramas y saberes, procedentes de diferentes universidades: Madrid, Zaragoza y Tarragona."Vosotros os jubilar¨¦is aqu¨ª", suele decirles el guarda Palacio a los estudiantes reci¨¦n llegados que hoy trabajan a las ¨®rdenes de Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y Jos¨¦ Mar¨ªa Berm¨²dez de Castro en las trincheras y simas de Atapuerca, frontera clave en el conocimiento de la evoluci¨®n humana que se sit¨²a hoy en las estribaciones de esta sierra burgalesa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.