Por el nombre del padre

La sombra de Gilles Villeneuve ha acompa?ado a su hijo desde que ¨¦ste se dedica a las carreras. El padre muri¨® en la pista conduciendo un Ferrari y se convirti¨® autom¨¢ticamente en una leyenda de la F-1. La parte inacabada de su obra es lo que el joven Jacques intenta concluir hoy colocando el apellido Villeneuve en las listas de campeones del mundo.Ha sido ¨¦sta una responsabilidad que el piloto canadiense, de 26 a?os, ha cargado sin traumas desde que lleg¨® a la ¨¦lite del automovilismo. En realidad, no ha necesitado recurrir a la nostalgia para demostrar sus cualidades. Desde el principio se vio que hab¨ªa madera, de la de verdad, en ese peque?o muchacho de pelo corto -ahora te?ido de rubio- y gafas redondas.

A pesar de su juventud, su curr¨ªculo luce ya joyas como las 500 Millas de Indian¨¢polis y el t¨ªtulo de la f¨®rmula Indy. Con su apellido y semejantes antecedentes, irrumpi¨® en la F-1 por la puerta grande en 1996, directamente en el mejor de los equipos. Subido en un Williams, en su gran premio de estreno consigui¨® la pole position y estuvo a punto de vencer, algo que logr¨® en su cuarta carrera, en Nurburgring. Y lleg¨® con opciones de conquistar el t¨ªtulo a la ¨²ltima carrera, pero cedi¨® ante su compa?ero Damon Hill.

La de hoy es, por tanto, la segunda oportunidad para Jacques, nacido en Quebec, criado en Francia, Italia y Suiza, y residente en M¨®naco. Curiosamente, le llega en la temporada que m¨¢s ha manchado su prestigio, alternando errores inesperados con sus conocidas exhibiciones.