"Nos rodean h¨¦roes y monstruos que afloran cuando todo se hunde"
"La infancia es la estaci¨®n de la maldad. Claro que tambi¨¦n lo es de la inocencia. Creo que es necesaria una cierta inocencia para que la maldad se manifieste en sus formas m¨¢s exuberantes". Son palabras de Lidia do Carmo Ferreira, la escritora angole?a que invent¨® el tambi¨¦n escritor angole?o Jos¨¦ Eduardo Agualusa y que atraviesa su novela La estaci¨®n de las lluvias, un libro deslumbrante y doloroso que recorre las ¨²ltimas d¨¦cadas de la amarga historia de Angola. Agualusa, uno de los escritores invitados a la ¨²ltima edici¨®n de la Feria de Francfort, dedicada a la literatura en portugu¨¦s, es corresponsal del diario lisboeta P¨²blico en Luanda, la capital angole?a. El periodismo, confiesa, le sirve para vencer su timidez e indagar en las caras oscuras del mundo, y le lleva a afirmar; "Estamos rodeados de h¨¦roes y de monstruos que s¨®lo salen a la luz cuando todo se hunde".Nacido en el Planalto central angole?o, su vida transcurre en paralelo a la guerra, primero contra el colonialismo portugu¨¦s, y despu¨¦s, tras la independencia, en 1975, el conflicto civil. Recuerda con viveza los relatos de torturas de un soldado portugu¨¦s que se subi¨® al vag¨®n-escuela en el que su padre, maestro, recorr¨ªa el centro de Angola. "Fue entonces, por primera vez, cuando me di cuenta de que viv¨ªa en un pa¨ªs robado. A partir de entonces empec¨¦ a preguntarme qui¨¦n era yo, qu¨¦ hac¨ªa en este pa¨ªs, cu¨¢l era mi identidad".
Mestizo, criollo, blanco angole?o, ?qui¨¦n es Agualusa? "No lo s¨¦ muy bien, tal vez por eso comenc¨¦ a leer y comenc¨¦ a escribir, a buscar qui¨¦n soy".
Agualusa, hijo de portugueses y nieto de brasile?os, admite que La estaci¨®n de las lluvias fue al mismo tiempo una terapia y un descubrimiento. El personaje central del libro, Lidia do Carmo Ferreira, est¨¢ construida con t¨¦cnicas period¨ªsticas (como la entrevista), y extractos de poemas (incluidas referencias bibliogr¨¢ficas), lo que ha provocado efectos incluso en. la realidad. "A m¨ª siempre me ha interesado lo que la literatura implica de enga?o, de mixtificaci¨®n. En un pa¨ªs como Angola, donde hay lo que la gente llama mujimbo boato [un hechizo que provoca apariciones] y que altera la realidad de forma muy r¨¢pida. Quer¨ªa jugar con eso, lo que ocurri¨® es que el propio personaje me desbord¨® y Lidia acab¨® por cobrar una dimensi¨®n insospechada. Tras la publicaci¨®n del libro, enseguida hubo lectores que me aseguraron que hab¨ªan conocido a Lidia, e incluso. me contaron c¨®mo hab¨ªa muerto, porque en el libro ella simplemente desaparece. Hasta un editor portugu¨¦s en Cabo Verde me pidi¨® autorizaci¨®n para publicar la entrevista completa [el libro est¨¢ trufado de fragmentos de una hipot¨¦tica entrevista] y su poes¨ªa, y cuando le dije que era una invenci¨®n se qued¨® perplejo, porque muchos caboverdianos de la generaci¨®n de los cincuenta, vinculados a la Casa de los Estudiantes del Imperio, en Lisboa, se acordaban de Lidia. Yo ya he desistido de seguir haciendo desmentidos porque casi todos los d¨ªas alguien me dice que conoci¨® a Lidia. Hasta la actual embajadora de Brasil en Angola se entusiasm¨® con el personaje: como Lidia estuvo en Brasil y se cas¨® con un comunista brasile?o, la embajadora pens¨® en hacer un documental sobre su vida y pidi¨® a varios amigos que investigaran en los archivos de la polic¨ªa pol¨ªtica de la dicta dura, en R¨ªo de Janeiro, para in t¨¦ntar recabar informaci¨®n sobre la escritora, y, claro, no encontraron nada. Cuando le dijeron que Lidia era una invenci¨®n tuvo que guardar cama una semana".
El relato de la violaci¨®n, tortura y asesinato de Angola y de sus sue?os acaba siendo desolador, de una crueldad a veces insoportable. Pero Agualusa no cree que haya pueblos buenos o malos: "En cualquier pa¨ªs del mundo, cuando las estructuras se colapsan lo que aflora, con una fuerza terrible, es esta irracionalidad; brotan la violencia y la locura. Creo que estamos rodeados de monstruos y de h¨¦roes que s¨®lo salen a la luz cuando no hay leyes, cuando todo se hunde. Un hombre s¨®lo se muestra como es cuando puede hacer todo y no pagar, por ello. Ah¨ª, y s¨®lo en ese momento, es cuando descubrimos qui¨¦n es cada qui¨¦n. Eso ocurri¨® en Europa durante la II Guerra Mundial, con el nazismo, cuando surgi¨® un furor que estaba latente. Es entonces cuando uno descubre que su vecino es un s¨¢dico, un criminal. Si ese hombre no hubiera tenido la oportunidad de sacar fuera sus demonios tal vez nunca los hubiera mostrado, y hubiera seguido siendo toda la vida un buen panadero, un buen zapatero, un buen m¨¦dico, una persona normal".
Al final de La estaci¨®n de las lluvias el autor asegura que Angola "muri¨®". ?Est¨¢ Angola condenada? "Por esa frase ya fui crucificado. Pero yo no soy responsable de todo lo que dicen mis personajes. Esa es una frase que he escuchado con frecuencia en Angola. Es cierto que para m¨ª tambi¨¦n hay una Angola que muri¨®. Nac¨ª en Huambo y no he vuelto all¨ª. Si volviera tendr¨ªa dificultades para encontrar se?ales de mi infancia. Est¨¢ todo arrasado. Isabel Allende dec¨ªa que el exilio es cualquier lugar donde no hay rastros de nuestra infancia". Huambo sufri¨® 55 d¨ªas de bombardeos continuos en esta ¨²ltima guerra del 92. Cuando est¨¢ muy desanimado, Agualusa se acuerda del jardinero del bot¨¢nico de Bailundo, en el centro de Angola, que, cuando la guerra se recrudeci¨® tras la independencia y los silvicultores portugueses regresaron a casa, se qued¨® solo cultivando una variedad angole?a de rosas de porcelana. "En aquella ¨¦poca de fervor revolucionario nadie prestaba atenci¨®n al jard¨ªn ni a sus rosas de porcelana. Este hombre fue uno de los pocos que durante 55 d¨ªas de bombardeos sal¨ªa todos los d¨ªas de su casa, arriesgando su vida, e iba al jard¨ªn a regar las plantas. Cuando le pregunt¨¦ por qu¨¦, me respondi¨®: 'Alguien ten¨ªa que regar las rosas'. Mientras existan hombres as¨ª habr¨¢ esperanza para Angola".
Babelia
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