El canto de la inteligencia
Eligi¨® Teresa Berganza para el primer recital l¨ªrico del nuevo Real un programa que contemplaba muchas de sus vinculaciones hist¨®ricas y afectivas: el barroco de Monteverdi, Purcell y Haendel; la zarzuela, Mozart, Rossini, la ¨®pera francesa. Nada que objetar. Teresa Berganza pon¨ªa toda la carga emocional que la situaci¨®n requer¨ªa. Arriesgaba mucho.No es la mezzo madrile?a una cantante que se apoye en la rutina. Se la juega cada d¨ªa que act¨²a. La emotividad de su canto procede de la inteligencia. No hay concesiones. Berganza canta desde la serenidad, casi podr¨ªamos decir desde la intimidad. Acent¨²a con sutileza, frasea con una inteligibilidad prodigiosa, matiza con primor cada peque?o detalle. Es una cantante que adem¨¢s cuida hasta extremos inauditos la proyecci¨®n como int¨¦rprete. Su maestr¨ªa es, en ese terreno, insuperable. Su recogimiento e interiorizaci¨®n del canto tiene, no obstante, un peligro: convertirla en una cantante de ¨¦lite en su dimensi¨®n canier¨ªstica de la voz. La paradoja est¨¢ ah¨ª: Berganza es seguramente la cantante m¨¢s exquisita siendo a la vez la m¨¢s popular, la m¨¢s comunicativa y a la vez la m¨¢s inalcanzable por su perfeccionismo.
Recital de Teresa Berganza
Juan Antonio ?lvarez Parejo, piano. Teatro Real. 29 de octubre.
La presi¨®n ambiental afect¨® a Berganza en el recital de ayer. M¨¢s contenida de lo que en ella es habitual, altern¨® momentos verdaderamente magistrales de expresi¨®n, gracia o dramatismo, con otros en que no acababa de despegar su vuelo po¨¦tico.
Los lamentos de Monteverdi o Purcell, la inquietud juvenil de su Cherubino mozartiano, la madurez de su Carmen o la chispa de algunos de sus fragmentos de zarzuela alcanzaban cotas incre¨ªbles de una sensibilidad basada en el conocimiento y el estilo. Pero faltaba continuidad. Berganza se refugi¨® en Rossini en las primeras propinas: en su Arietta a la espa?ola consigui¨® calentar la temperatura m¨¢s incluso que con el Di tanti palpiti de Tancredi. El chotis, los tanguillos de La Gran V¨ªa reverdec¨ªan el milagro de un madrile?ismo que nadie como Berganza eleva a la categor¨ªa de arte universal.
Teresa Berganza volvi¨® al Real: fue un recital de detalles exquisitos, pero tambi¨¦n de cierto atenazamiento. Baja de tono en alg¨²n momento, aunque siempre rebosante de sabidur¨ªa, Berganza nos llev¨® a las puertas de la gloria y, sin embargo, no acabamos de traspasar el umbral como en otras ocasiones (la m¨¢s reciente en la Schubertiade de Schwarzenberg el mes pasado: relajada, busc¨¢ndose a s¨ª misma, arropada por un p¨²blico entregado y entendido, identificada por la ac¨²stica y dimensiones del lugar, consigui¨® un recital inigualable).
?lvarez Parejo acompa?¨® al piano con su probada solvencia. La presencia permanente encima del escenario de un c¨¢mara de televisi¨®n detr¨¢s de un gran florero fue tan poco afortunada como el obsequio a la cantante al final de la actuaci¨®n de un ramo de flores amarillas, un regalo de alto riesgo con lo supersticiosos que suelen ser los cantantes.
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