Los dos colosos
El encuentro en Washington entre los presidentes del pa¨ªs m¨¢s poderoso y del m¨¢s poblado -y previsiblemente en un par de lustros, tambi¨¦n la principal econom¨ªa nacional- de este planeta globalizado podr¨ªa haber sembrado las semillas de un posible nuevo orden internacional. Ni Clinton ni Jiang Zemin han buscado el entendimiento m¨¢s amplio posible, sino, como se?al¨® el presidente chino, tratar de comprenderse mejor y de entenderse sobre objetivos mutuos antes que cavar separaciones en torno a diferencias evidentes. No es mala cosa para empezar a configurar la l¨ªnea Washington-Pek¨ªn, uno de los ejes centrales del mundo en formaci¨®n.Las reuniones han demostrado que, hoy por hoy, la influencia de Estados Unidos sobre China es pr¨¢cticamente nula, menor incluso que la que ten¨ªa Washington sobre la Uni¨®n Sovi¨¦tica en tiempos de una guerra fr¨ªa que serv¨ªa para modular una relaci¨®n bilateral. Jiang no ha tenido que ceder en casi nada para ser recibido con todos los honores en Washington y obtener importantes ventajas comerciales, a pesar de su negativo balance en materia de derechos humanos. Y, sin embargo, ha anunciado dos cosas importantes: que China se abrir¨¢ m¨¢s al mundo y que ampliar¨¢ la democracia, pues "sin democracia no puede haber modernizaci¨®n". China necesita de recursos externos e internos para asegurar no s¨®lo su crecimiento, sino para que ¨¦ste se extienda a todo el pa¨ªs, m¨¢s all¨¢ de su efervescente franja costera.
Clinton sab¨ªa -lo manifest¨® antes de recibir a Jiang- que intentar aislar a China resultar¨ªa no s¨®lo "inviable" -China cuenta con Europa, Jap¨®n y Rusia, zonas o pa¨ªses a las que presta una creciente atenci¨®n-, sino incluso "contraproductivo y potencialmente peligroso". Ya en febrero consideraba Clinton que "Am¨¦rica debe mirar hacia Oriente tanto como hacia Occidente", pues la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos lo requieren. M¨¢s a¨²n cuando no existe en el Pac¨ªfico una estructura de seguridad que aporte estabilidad como la OTAN en Europa.
Desde este punto de partida y tras unos primeros errores en sus primeros balbuceos de pol¨ªtica hacia China, Clinton ha querido atraer a ese pa¨ªs hacia el nuevo orden mundial que se est¨¢ intentado dise?ar desde Washington. Frente a la contenci¨®n de la URSS en la guerra fr¨ªa, la nueva pol¨ªtica estadounidense hacia China lleva un nombre, "engranaje constructivo" (constructive engagement), pues la diplomacia estadounidense siempre tiene que darle un nombre a todo.
Resulta positiva la intenci¨®n de construir antes que de enfrentarse. El "profundo desacuerdo" aireado en materia de derechos humanos en la conferencia de prensa conjunta de Clinton y Jiang indica no s¨®lo que EE UU est¨¢ dispuesto a callar por no perder un enorme mercado potencial y por mejorar su relaciones con la que pronto se convertir¨¢ en una superpotencia, sino incluso a aceptar unas reglas del juego m¨¢s razonables que la intervencionitis que se apoder¨® del mundo en los ¨²ltimos tiempos. Puede ser un augurio de unas relaciones futuras que intentan alejarse de ese choque de civilizaciones contra el que alertaba Samuel Huntington, aunque las protestas sobre las diferencias pol¨ªticas queden ahora m¨¢s en manos de las sociedades que de los Estados.
No hay que echar las campanas al vuelo. China y Estados Unidos son pa¨ªses muy diferentes, con intereses no s¨®lo diferentes, sino incluso divergentes. Ser¨¢ muy dif¨ªcil que en el futuro previsible lleguen a una relaci¨®n de intimidad y pleno entendimiento. De una forma u otra tendr¨¢n que cultivar sus intereses comunes, pero tambi¨¦n gestionar con tiento sus diferencias, que ser¨¢n importantes.
Las cumbres entre China y EE UU pueden ahora reemplazar en su importancia, que no en su significado, a las antiguas reuniones entre los l¨ªderes de las dos superpotencias de anta?o. Clinton y Jiang han iniciado, as¨ª, una pol¨ªtica a largo plazo. No cabe olvidar que la concepci¨®n del tiempo largo de los chinos a menudo choca con los impulsos m¨¢s inmediatos de los occidentales.
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